La mayoría absoluta del PP en Galicia y la fragmentación política de Vascongadas con la victoria del Partido Nacionalista Vasco (PNV) refuerzan la posibilidad de unas terceras elecciones. El escenario revalida al Partido Popular en su dominio absoluto en Galicia y Alberto Núñez Feijóo se presenta como el nuevo futuro del partido, ante un oleaje de casos de corrupción que no para. En cambio, el Partido Socialista sufre en las dos comunidades autónomas un fuerte retroceso, dejando a Pedro Sánchez indefenso ante los barones de su partido. El candidato del PNV revalida con facilidad su primera posición y mirará a los socialistas para conseguir una mayoría absoluta.
La hipótesis de que se vayan a celebrar nuevas elecciones se asienta porque el juego político en nuestro país sigue siendo también un juego de poder por el poder. El Partido Popular se sentiría cómodo con su victoria en Galicia y su aguante en Vascongadas y no le importaría repetir comicios. Intentará una cesión del PSOE en el Congreso de nuevo, aunque nadie sabe a estas alturas cual será la posición de los socialistas ante esta nueva derrota en dos territorios del norte de España. El PP no necesita esforzarse demasiado en un pacto porque la tendencia del PSOE y Ciudadanos es la pérdida de escaños progresiva. De hecho, les puede compensar realizar una nueva escaramuza electoral para afianzar unos mejores resultados, aunque eso suponga un olvido del bien común de todos los españoles, que desean tener ya un gobierno.
El PSOE solo puede presumir que se ha erigido como llave en la constitución de gobierno en Vascongadas, lo que tampoco favorece en la formación de un gobierno de coalición propuesto por Pedro Sánchez. A los apoyos ya incompatibles de Unidos Podemos y de Ciudadanos, se sumaría la incompatibilidad entre PNV y Ciudadanos. Todo este batiburrillo de fuerzas políticas necesarias hacen poco creíble un gobierno de la rosa.
Los españoles somos hoy espectadores en un nuevo capítulo de Juego de Tronos, una serie con grandes dosis de corrupción y de intrigas palaciegas. El mal gusto de la serie en materia de sexualidad y de humanidad tiene una comparación política en España, en cuanto que familias políticas enfrentadas siguen disputándose el trono de la democracia. Por otra parte, el trono de los 17 reinos de taifas sigue siendo inoperante y ocupado por un personaje sin ninguna legitimidad para poner orden. El afán por la victoria y por los votos perjudican a los españoles y reproducen una democracia sin libertad.
Muchos ven en Galicia una esperanza. Sin embargo, los carlistas vemos en la mayoría absoluta del PP un modo de encallarse en una situación insostenible. Ningún escenario político posible era deseable para nosotros, aunque la inexistencia de gobierno y la poca voluntad para formarlo clama al cielo especialmente. Nadie quiere mancharse con la corrupción de las gaviotas de la calle Génova. Nadie quiere que mezclen el viejo socialismo con los tejemanejes de Bárcenas. Nadie quiere facilitar un gobierno en minoría que pudiera hacer del Parlamento un lugar más interesante que antes, con más discusiones públicas e inestabilidad necesaria. ¿Por qué? Porque a nadie le interesa la patria, los ciudadanos, los barrios, las asociaciones, las empresas, la economía… Si es por la moral pública, ¡mejor que no haya gobierno! Solo en eso estamos contentos los carlistas.