España: espejismo macroeconómio y suicidio cultural
Este martes 14 de marzo se ha presentado el informe sobre la situación económica española que ofrece la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). El informe lo presentó el secretario general de la entidad, el mexicano Ángel Gurría. La OCDE es el club de los países ricos que acumula el 70% de todo el mercado mundial y el 80% del Producto Nacional Bruto (PNB) global.
El documento está cargado de datos macroeconómicos esperanzadores y datos microeconómicos (los reales, los de la gente) que nos alertan sobre un futuro oscuro para España y los españoles.
“Durante los últimos dos años se han creado 1,2 millones de puestos de trabajo y este año pinta muy bien”
“Las reformas han permitido devolver la estabilidad al sistema bancario, que ahora es más competitivo”
“Las exportaciones crecen al 4,4%, el doble que Francia, Alemania y Holanda”
“España disfruta de una sólida recuperación con un crecimiento medio del 2,5% en los últimos tres años”
A los españoles no les interesa prioritariamente si España mejora en términos macroeconómicos (PIB, tasa de exportaciones…). Lo que interesa primordialmente son las circunstancias en las que se va a vivir en las próximas décadas. ¿El bienestar social se va a mantener o no es posible? ¿Nos hemos recuperado realmente de la crisis económica? ¿Cómo paliar las altas tasas de paro juvenil que superan el 40%? ¿Cómo afrontar un mercado laboral que pide cualificación, experiencia, idiomas? Ángel Gurría eligió ser ambiguo en la rueda de prensa que presidía el Ministro de Economía Luis de Guindos. “Sería injusto no reconocer la mejora económica”, declaró. No obstante recordó los datos del desempleo, que en España asciende al 43% entre los jóvenes, las malas condiciones de los empleos españoles y la tasa altísima de abandono escolar (del 20% frente al 11% de media europea).
El paro juvenil y la tasa de abandono escolar nos acercan a la posibilidad de que toda una generación de españoles pierda las oportunidades más básicas de inserción laboral en un mercado cualificado. Graduados y licenciados universitarios cada vez tienen menos posibilidades de sueldos dignos, y los jóvenes sin formación están abocados a trabajos de muy baja cualificación que se caracterizan por contratos temporales. Todo con un modelo educativo que no da libertad a padres y a profesores para elegir el tipo de educación que les podría ayudar. Las leyes de enseñanza y la excesiva burocracia sitúan al alumno indefenso ante un estilo educativo que no anima a todos a formarse para para su propio futuro. El actual paradigma económico, político y educativo deja, según los datos de la OCDE, en una muy mala situación a los españoles. Los objetivos del déficit o el crecimiento del PIB, la obsesión de nuestro Gobierno, son un puro espejismo.
El informe de la OCDE nos augura un final muy triste
España es el país que más dificulta el pasar de un contrato temporal a un indefinido. España es donde más estudiantes no completan ni siquiera la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). España es el país con los adultos con peor comprensión lectora y matemática de la Unión Europea.
La educación es uno de los factores para el desarrollo más importantes de un país. Sin educación estamos a merced de la partitocracia, de los medios políticamente correctos, de la manipulación informativa y social. Quizá sea este mismo un síntoma de la grave enfermedad social que padecemos: la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) indica que para los españoles la educación no está entre las principales preocupaciones nacionales. Sólo para un 13% se sitúa en el horizonte político y por debajo del paro, la corrupción o la economía.
Le hemos dado mucha importancia a la economía, al dinero, al consumismo… pero España no puede competir tampoco culturalmente con las grandes potencias occidentales. El Estado de Bienestar y la Constitución nos prometían educación para todos y sin embargo nos ha llevado a que la educación esté desplomándose. Un factor elemental para la recuperación económica sería que los ciudadanos fueran capaces de entender su idioma correctamente, que pudieran leer cualquier libro filosófico, literario… para poder desenvolverse en la vida con creatividad y entusiasmo: libremente. Si descuidamos el alma de nuestra Patria, la comprensión de nuestra propia lengua (la de Cervantes, Quevedo o Juan Ramón Jiménez), ¿qué no estaremos descuidando por el camino? Es curiosa la obsesión por el idioma inglés en las escuelas españolas cuando la lengua y la literatura españolas resultan tan desconocidas.
Si queremos ser relevantes políticamente, y económicamente es preciso que nos olvidemos de las libertades abstractas (libre comercio, acceso universal a la educación…) y que construyamos una sociedad que pueda educarse ella misma, sin ingerencias interesadas o ideológicas de las instituciones públicas.
Los datos macroeconómicos sitúan a España en un optimismo falso que acabará desapareciendo tarde o temprano, justo cuando estemos al borde de la extinción económica, social, política y cultural. A este paso, si no reaccionamos, los países de la antigua URSS saldrán mejor parados que nosotros dentro de no muchas décadas.