Rajoy e Iglesias: los principales protagonistas del debate de la moción de censura
ANÁLISIS – El martes 13 de junio, el pleno del Congreso de los Diputados ha debatido la moción de censura que Unidos Podemos ha interpuesto contra el Gobierno de Mariano Rajoy. Las razones están claras: la corrupción del PP y las medidas de derechas. Pablo Iglesias se ha presentado en la cámara como candidato a la Presidencia de España y ha fracasado. De hecho, Mariano Rajoy ha salido fortalecido del debate, ya que ha sacado a colación temas como la independencia de Cataluña, donde la formación morada no tiene un programa muy claro. Hoy se reanudará la sesión y los parlamentarios tendrán que decidir si retirar la confianza al Presidente del Gobierno. Sin embargo, la disciplina de voto y el sistema de partidos impide que el debate sea algo más que un espectáculo de dinosaurios políticos. El voto está prefijado y les sirve a Rajoy y a Iglesias para lucirse delante de las cámaras. En la historia del actual régimen constitucional ha habido 2 mociones de censura más: la presentada contra Adolfo Suárez y contra Felipe González. Ninguna de ellas ha prosperado. Nunca hay novedad en la política parlamentaria.
Mariano Rajoy ha optado por salir al ruedo para defender su papel como Presidente y para descalificar a Iglesias como posible líder del país. El líder del PP ha preferido ahondar en que Pablo Iglesias no es una persona “fiable” para llevar el rumbo del país. La pregunta que ha supuesto su victoria moral ha sido: ¿Todos los españoles tienen derecho a decidir sobre lo que quieren que sea su país? Una pregunta –zafia por otra parte– que no ha respondido ni Iglesias ni su portavoz Irene Montero. El partido, con diferentes programas en las regiones españolas, no ha podido defender con claridad su postura en un tema fundamental. Eso pesará en muchos españoles que miran con recelo la escalada de tensiones con la Generalidad Catalana. Para el líder del PP, Iglesias y Unidos Podemos ha tenido una actitud “desabrochada e inflamable”. Ha denunciado, en definitiva, que quieren dividir España entre “buenos y malos, dignos e indignos, decentes e indecentes, saqueadores y explotados”.
No obstante, el Presidente del Gobierno no debería eludir que pertenece a un partido implicado en casos de corrupción hasta en sus más altas cúpulas directivas. La corrupción no es el aborto o la ideología de género, ya defendida a capa y espada. Sin embargo, estar continuamente salpicado por la falta de honestidad en la función pública debería ser un tema serio. El Congreso debería tener la oportunidad real –no teórica o ficticia– para decidir si retirar o no la confianza a este Gobierno poco transparente. Al menos debería defenderse activamente de las acusaciones. Es cierto que la prédica de Iglesias contra la corrupción forma parte de una estrategia –hipócrita– mediática. A pesar de todo, que Podemos se empeñe en utilizar mal el tema de la corrupción no significa que el Gobierno no tenga la obligación de defenderse y de explicar que está pasando en el caso Lezo, por ejemplo.
La cruda realidad, por otra parte, es que los beneficiados en este debate de la moción de censura son Mariano Rajoy y Pablo Iglesias. La partitocracia engrasa su propia maquinaria pública y organiza debates orquestados para recuperar posiciones y fama. El PSOE de Pedro Sánchez de nuevo ha quedado marginado en una jornada política clave. Ciudadanos ocupa pequeños espacios en los digitales. En definitiva, el Parlamento, por sus propias características normativas, ha quedado relegado a la función administrativa y mediática de conservar el poder partitocrático. No ha sucedido nada esta semana. Nada nuevo.