EDITORIAL – La Santa Cruz es el símbolo de los cristianos y es, también, símbolo de Salvación y de Amor. Jesucristo, el Hijo de Dios y Mesías, Salvador y Rey de toda la Humanidad y de todas las naciones, se hizo pequeño y murió en la Cruz para librarnos de la esclavitud del pecado. Así lo manifiesta la Iglesia Católica y la Sagrada Escritura:
“En esto se mostró el amor de Dios a nosotros: en que Dios envió a su Hijo Único al mundo para tengamos vida eterna. Y esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que es Él quien nos amó a nosotros y envió a su Hijo Único para la propiciación de nuestros pecados” (1 Juan 4, 9-10)
Hoy es un día con un significado político para los cristianos. Hoy se celebra la humillación del orgullo y la gloria de las naciones y de sus gobernantes. En un momento histórico en el que los derechos abstractos, las legislaciones antinaturales, la ideología de género, la extensión mundial de la pobreza… hace estragos en los hombres, la Cruz recuerda a la Humanidad que Cristo ha vencido y que su Providencia guía la Historia, y que la guía precisamente por el Sacrificio y el Amor. Los carlistas tenemos presente ese significado, realizando el deber político por amor a la Patria, para mejorarla, muriendo cada día al orgullo de este mundo que nos rechaza, con la esperanza de parecernos al Rey del Universo al menos un poco.