La comparecencia de Carles Puigdemont ayer ante el Parlamento de Cataluña fue ambigua, aunque no lo suficiente si el propósito era engañarnos sobre su propósito. Empezó una hora tarde, porque las CUP querían una declaración de independencia con efecto inmediato. No se consiguió. Por un lado, Puigdemont daba “el mandato de que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república”. Por otro lado, pedía que se suspendieran los efectos de la falsa ley de referéndum para no hacer una declaración de independencia antes de un proceso de diálogo. Pero no nos llevemos a engaños con el “proceso de diálogo”, ya que Puigdemont ha dicho claro que el referéndum ha constituido una Cataluña independiente y que las conversaciones entre Cataluña y el Estado son para que la desconexión no destruya el tejido económico y social de la región. Desde el punto de vista de una mirada sencilla y no formalista, ayer Carles Puigdemont hizo una declaración de independencia en el Parlamento. Se intentó blindar a sí mismo y a su movimiento político del artículo 155 de la Constitución. No obstante, hoy sabremos si lo ha conseguido tras la celebración del Consejo de Ministros extraordinario que comienza a las 9 de la mañana.
Además el Presidente de la Generalidad, el Gobierno y los diputados de JxS y de las CUP han firmado una Declaración de los Representantes de Cataluña en la que dice claramente:
“Catalunya restaura hoy su plena soberanía, perdida y largamente anhelada, tras décadas de intentar, honestamente y lealmente, la convivencia institucional con los pueblos de la península ibérica“
“CONSTITUIMOS la República catalana, como Estado independiente y soberano, de derecho, democrático y social”