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Obituario de CTC Navarra a Alberto Ruiz de Galarreta

Obituario redactado por José Fermín Garralda, presidente de la Comunión en Navarra

Ha fallecido don Alberto Ruiz de Galarreta Mocoroa, tras ofrecer lo mejor de sí mismo en una dilatada vida. Suplicamos al Altísimo que le acoja en Su seno de Amor.

Traído al mundo el 28 de diciembre de 1922, ha fallecido ¡con 97 años!, lo que es importante para subrayar el heroísmo al que me voy a referir por su perseverancia, entrega y abnegación.

El sí puede decir: ¡Somos nosotros de aquellos!, término que en forma interrogativa utilizó con el seudónimo J. Ulíbarri al final de su “Elogio y nostalgia del cura Santa Cruz” (“¿Qué Pasa?” 30-IX-1967). Él sí fue de aquellos, entre los mejores, y con un heroísmo puesto a prueba.

Solemos ser muy tacaños para reconocer la labor de los propios, aunque tengan méritos más que sobrados, máxime si como don Alberto se esconden bajo los más variados seudónimos –otro día señalaremos los que utilizó-, destacando en su caso el simpático de Manuel de Santa Cruz.

Por su vida y sus obras, es justo dar las gracias a don Alberto. Le enseñaron a huir de la vanagloria, y como toda gracia y bondad viene del Altísimo, él sabía que, aún cumpliendo lo que Dios quiere de nosotros, debemos ser llamados siervos inútiles. Y así es. Esto es una razón más para que le mostremos nuestra profunda admiración y agradecimiento, y un nuevo argumento para encomendar su alma al Altísimo, que es el mejor Juez y Padre.

Durante largos años muchos hemos disfrutado de su amistad y sobre todo de su confianza, y también nos ha podido dar dos estirones de orejas por escrito con una enorme delicadeza. Por su fidelidad, trabajo y heroísmo, y más que premios y homenajes de los que siempre él huía, hoy le repetimos de todo corazón: ¡gracias, don Alberto!

Don Alberto fue un gran trabajador, un asceta en la vida, un siervo fiel y cumplidor, que con un gran esfuerzo venció las limitaciones de su delicada salud durante años. Por ello, y sus amistades e influencias en el ámbito católico y tradicionalista –fue un hombre por todos conocido-, su vida y obra ofrecen materiales más que suficientes para más de una tesis doctoral.

Todos reconocemos su labor como médico militar y su dedicación a los enfermos, como historiador del Carlismo, y como periodista católico. Siempre ocultó su nombre ya por sus compromisos laborales ya para practicar su táctica de la nube de mosquitos para vencer al elefante.

Era admirable su dominio de las más variadas materias como la medicina, la psicología -la parapsicología, el yoga y las terapias orientales en cuya crítica fue un adelantado-, el saber teórico-práctico en el ámbito religioso y político, la historia de España y por ello del Carlismo.

Se ocupó de su labor sanitaria y de sus enfermos. A ello añadió múltiples colaboraciones en revistas médicas y en su libro Más allá de la deontología médica (Madrid, 1962). Vivió el consejo que daba para la vejez: “El trabajo intenso, heroico, santo, en ella, es el mejor medio de fertilizar nuestra vida hasta sus últimos momentos (…) Y, sobre todo, aseguremos la alegría de nuestra vejez, fuente de edificación de los que nos rodeen” (Más allá…, p. 137).

Su trabajo histórico es ingente. Ahí está su importantísima obra Apuntes y documentos para la Historia del Tradicionalismo español en 32 volúmenes -cada uno con 200-300 pp.-, que clarifican muchas cosas y sobre todo la aversión del Carlismo a los movimientos totalitarios y estatistas, centralistas y de la “razón de Estado”, libros que bucean en la historia interna del Carlismo de la posguerra, en la legitimidad de origen y de ejercicio, y en su proyección externa. Tuvo el apoyo editorial de la Fundación Luis Hernando de Larramendi. Como tal colaboró en la revista de historia “Aportes” analizando con agudeza cierto libro sobre don Javier.

Su obra periodística la forman miles de artículos de prensa. Ha publicado sus trabajos –que sepamos- en 58 boletines o bien revistas de periodismo, incluidas otras más intelectuales como Verbo y Aportes, así como en 8 diarios. Mucho tiempo ha pasado desde sus trabajos en “Esto vir”(1954), “Guías”, “Siempre”, “Formación”, “Reconquista” (1955-64), “Pensamiento y Acción”, “Boina Roja”, “El Cruzado Español”, “Revista de Pastoral Juvenil”, “La Tradición”, “El Eco de la Milagrosa”, “El Mensajero”, “La Cruz”, “El Monitor de la Farmacia”, multitud de Boletines Informativos carlistas, “Dique”, “Roca Viva”, “El Alcázar”, “Fuerza Nueva”, “El Adelantado”, “Cristiandad”… Sobre la Unidad Católica destacó en ¿Qué Pasa?, Iglesia-Mundo, El Pensamiento Navarro, y Siempre P’alante, quedando hoy sólo las editoras de SP’, Verbo y Aportes, que tienen un gran empuje. Sobre todo ha colaborado en el quincenal navarro católico Siempre P’alante desde 1982 hasta este 2019, relevando a El Pensamiento Navarro. En sus 831 números sin interrupción y durante 37 años, utilizó varios seudónimos en cada número, con una disciplina y dedicación admirables hasta la víspera de su fallecimiento. ¡Con 97 años! Su clarividencia ha sido, valorada en sí misma y por la edad, asombrosa. Muchas veces he escuchado al director de dicho quincenal, don José Ignacio Dallo Larequi, que en las páginas de Siempre P’alante él se lucía con sus trabajos bien cortados y agudos, precisos y directos, breves, múltiples y generosos.

Don Alberto ha vivido momentos difíciles en la historia de la Iglesia, como es la convocatoria del Concilio Vaticano II que se presentó como una profundización, puesta al día y cambio, y un postconcilio presentado por los interesados de hacerlo así como una lamentable ruptura. Sufrió la expansión de la herejía modernista en la Santa Iglesia, la secularización de miles de almas consagradas, los frutos prácticos de la libertad religiosa entendida como el liberalismo de distintos grados lo entiende, la traición de muchos clérigos al Evangelio, el desastre de la política vaticanista.

Ha vivido momentos difíciles de la historia de España y del Carlismo. Primero, reconoció el mérito de don Mauricio de Sivatte al declarar la Regencia de Estella en 1958, vivió la crisis de los carlistas provocada por la deriva huguista para resurgir de nuevo en el Congreso de la Unidad en 1986, y, como monárquico, ha necesitado una Regencia que en su caso -es leal observarlo- ha concretado en don Sixto de Borbón-Parma. En segundo lugar, ha vivido la debacle de lo mejor de España en la Constitución de 1978 y tras dicha fecha hasta hoy, lo que tiene sus causas y responsables.

Hombre de recta doctrina y praxis, perseveró, entero y muy atinado en sus juicios, por el reinado social de Jesucristo y la España católica. Su saber ha sido doctrinario pero a la vez también operativo y aplicado, anunciando con acierto lo que iba a pasar, por lo que él sí se salva de la recriminación general. No se metió en las arenas movedizas del quehacer práctico político, manteniéndose en el ámbito de la doctrina, las aplicaciones y la estrategia.

Ha cumplido como católico español –y como tal tradicionalista-, con el pensamiento y la pluma a beneficio de la Unidad Católica de España hasta fallecer con 97 años. Lo ha hecho con heroísmo, precisamente por su avanzada edad y delicada salud. ¡Qué contraste señala su ejemplo con los cansancios que nos abaten siendo mucho más jóvenes!

Fue consejero de la Comunión Tradicionalista Carlista CTC junto con Rafael Gambra, Eloy Landaluce y otros amigos ilustres ya fallecidos, representando en dicha Unidad y con acierto la continuidad de sus mayores en 1993, Unidad que la CTC mantiene aplicada a la política general y menuda en las circunstancias de 2019. Ha sido el alma de las XXX Jornadas anuales de la Unidad Católica celebradas sin interrupción desde 1989 -el Alcázar de Toledo- y en 1991 -El Escorial- hasta repetirlas por 30 veces en Zaragoza este 2019. Aunque los últimos años no asistió, él era el presidente y el alma de dichas Jornadas.

Leyendo los escritos de don Alberto, se aprende la buena doctrina, expresada con fidelidad y sin concesiones. Son acertadas sus aplicaciones a la vida concreta, su agudeza al reflexionar sobre los acontecimientos del presente, y su conocimiento de la psicología y rasgos temperamentales del pueblo español.

Con claridad y contundencia dio muchas veces en el clavo, y a veces con una fina ironía que suaviza algunas aparentes angulosidades. Uno de sus objetivos estratégicos ha sido hacer frente al retraimiento doctrinal y práctico de los católicos y concretamente de los buenos españoles.

Siempre hizo referencia a las glorias España conociendo bien la historia, o bien a sus crisis provocadas por las herejías modernas, tomando el ejemplo de los españoles de pro.

Nunca estuvo en retirada, sobrevoló las batallitas para dirigir la estrategia, enseñó con el ejemplo a ser inasequibles al desaliento, expresó la tradición y el alma española y por eso optó por el Carlismo. En él no hay ruptura y olvido del legado de la España de siempre, trabajando con ahínco por transmitirlo mientras tenía en cuenta nuestros complicados tiempos. Dejó claro que es inútil y contradictorio poner tronos a las premisas y cadalsos a las consecuencias.

La “nueva evangelización” no admite en don Alberto un apostolado católico durmiente, pasivo y olvidadizo. Cada cuál es capitán a su modo: unos al estilo del capitán Etayo, otros al de don Alberto, más táctico el primero y más estratega el segundo. En ambos se observa la figura del capitán, que agrupa y enseña a quienes continúan en sus puestos. ¡También por eso les damos las gracias ¡

Hemos recogido algunos de sus diagnósticos y recetas, como médico que fue siempre, de sus colaboraciones en SP’ (nº 700 a 800), publicando como regalo-sorpresa un reciente libro digital que no le ha dado tiempo para conocer, y que hemos titulado: “Actitud socio-política del español al inicio del Tercer milenio, en el periodismo de Manuel de Santa Cruz” (Col.: Nueva Bermeja nº 19, 2019, 94 pp.) en historiadenavarraacuba.blogspot.com

El lector de los escritos de don Alberto, agradece su estilo conciso y directo, sin complejos, contundente y su fina ironía. Su tono coloquial y no doctoral llega a cualquier lector. En una ocasión afirmó: “La libertad religiosa ha legalizado toda clase de propagandas contra la Fe de nuestro pueblo. Estas se dividen en dos grupos: unas, como las de los protestantes, se presentan a cara descubierta, como claramente religiosas; otras, se presentan como investigaciones científicas o filosóficas” ocultando su faz luciferina como el espiritismo, el ocultismo y la teosofía (“El Eco de la Milagrosa”, Oct. 1973). En otro momento, lapidario al estilo Nocedal, escribe: “la entrega de la confesionalidad del Estado y de su muralla almenada que es la unidad católica, no se puede disimular ni remediar con la táctica liberal de montar en la sociedad un conjunto de servicios católicos” (MSC, SP’, nº 19, 2-X-1982).

Ha sido y es admirable la constancia, capacidad de trabajo y clarividencia de don Alberto. Si el cura Merino ¡seguía cabalgando! con setenta años, don Alberto ha estado al día de los problemas de España y de la Iglesia en España para aportar y certero análisis y ofrecer soluciones prácticas hasta sus 97 años, sin decaimiento alguno hasta el final.

Gracias, don Alberto, por su sencillez y amabilidad, gracias por su perseverancia y heroísmo hasta el final, gracias -don Alberto- por ser roqueño, por transmitir, y por ser el alma de las Jornadas de la Unidad Católica de España. Que el buen Padre Dios, a Quien serviste –permíteme tutearte-, te lo haya pagado.

En ti se cumple que “Ante Dios nunca serás héroe anónimo”.

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Un comentario en “Obituario de CTC Navarra a Alberto Ruiz de Galarreta

  1. Miguel de la Torre Alberti

    Desde el año 1975 en que yo era Teniente Médico de la Armada le guardo reconocimiento, gratitud, cariño y subordinación a Alberto Galarreta . Me ha parecido emocionante la semblanza de su portentosa obra, y por dicho texto, escrito con buena pluma, felicito y muestro mi agradecimiento a su autor y le doy mi sentidas condolencias. Miguel de la Torre Alberti. Médico Estomatólogo. Madrid.

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