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Dilema totalitario: o mascarilla o reconocimiento facial

(Ahorainformacion.es) – Los estados modernos, cada vez más absorbentes y totalitarios, no se resisten a la vieja tentación de imponer normas que faciliten el sometimiento y control de la población. El estilo uniformista e igualitarista típico de los fascismos o del maoísmo comunista ha dejado paso a formas más sutiles de uniformidad. Ahora, entre ellas ocupa un lugar destacado la mascarilla sanitaria –el preservativo contra el coronavirus– que se ha convertido en una nueva herramienta para el experimento social. Los nuevos brotes de la epidemia que están surgiendo por todo el territorio están animando a los políticos a a amenazar con la obligatoriedad total de dicha prenda.

La medida tiene su parte razonable aunque despierta muchas incógnitas. ¿Es realmente inocuo pasar horas con un elemento delante de nariz y boca que tal vez reduce los contagios pero que dificulta la respiración? ¿Qué recorrido tiene esta medida? ¿Hasta cuándo se va a considerar obligatorio su uso?

Paradójicamente, las técnicas cada vez más perfeccionadas de reconocimiento facial, un elemento de control muy goloso para los experimentos totalitarios, entran en colisión con el embozamiento de la mascarilla. ¿Acabaremos por ello apreciando cada vez más la mascarilla como una forma de escapar del reconocimiento facial del Gran Hermano? En este campo, como en otros, el Estado y la gran empresa van de la mano aunque las motivaciones para explotar la avalancha de datos que nos roban los dispositivos electrónicos puedan ser diferentes. Los estados quieren controlarnos, en general; las empresas quieren dirigir nuestros hábitos de consumo.

Mercadona ha instalado una tecnología israelí de reconocimiento facial en 40 de sus establecimientos. Esta tecnología podría servir -según argumenta la empresa- para impedir el acceso a personas con órdenes de alejamiento. Dicen que no se guardará ningún tipo de información pero se supone que sí ​tendrán acceso a​ las bases de datos de personas con órdenes de alejamiento. Es inevitable​ por tanto​ que surjan dudas sobre la vulneración del derecho a la intimidad o sobre otros posibles usos​ que vayan a surgir una vez instalada esta compleja tecnología. ​

En 1766 se produjo en Madrid una revuelta popular conocida como “Motín de Esquilache” porque su detonante fue la protesta contra el Marqués de Esquilache, ministro de Carlos III. Lo que quería el marqués, político ilustrado, era desterrar definitivamente de la indumentaria castiza la capa larga y el chambergo para facilitar lo que ahora se llama el “reconocimiento facial”. Y este empeño es lo que pareció al pueblo de Madrid una imposición extranjerizante y totalitaria. Ahora los poderosos nos están pidiendo las dos cosas a la vez: que nos embocemos y que nos dejemos escanear el rostro… ¡menudo dilema!

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2 comentarios en “Dilema totalitario: o mascarilla o reconocimiento facial

  1. MariAnto

    Me encanta la mascarilla por eso y además no saco el móvil a la calle. y si lo hago para mi uso, en bolsa bloqieante de señal.

    Qué hartura de estado totalitario.

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  2. Bellísimo análisis: tdos los tiros en el blanco!

    Responder

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