(Ahorainformacion.es) – La Basílica de Santa Sofía de Constantinopla (1000 años basílica, 500 años mezquita y 80 años museo) volverá -si Dios no lo remedia- a ser una mezquita. Se trata de algo más que un templo: durante muchos siglos fue el edificio más grande del mundo así como el centro de la Cristiandad, con permiso de Roma. Ahora, el presidente Turco, Recep Tayyip Erdogán, ha celebrado este triunfo que revierte el laicismo del estado turco y que considera este paso un logro para la comunidad islámica que debe abarcar -son sus palabras- “desde Bujará, en Uzbekistán, a Al Andalus”. En un discurso difundido en árabe (no en turco), Erdogán ha dicho, entre otras cosas que “…este renacimiento es el símbolo de la vuelta del sol naciente de nuestra civilización, basada en la justicia, la conciencia, la ética, el monoteísmo y la hermandad, la civilización que espera con anhelo toda la Humanidad”.
Si así son nuestros aliados, ¿cómo serán nuestros enemigos? A día de hoy, todavía, Turquía sigue siendo miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Son por tanto nuestros socios, por mucho que se revuelvan en su tumba los huesos de don Juan de Austria.
Aunque -como es sabido- lo peor no son nuestros enemigos o nuestros falsos aliados. Lo peor son nuestros dirigentes políticos. Lobos con piel de cordero que nunca podrán defender aquello que odian. Políticos que retiran los crucifijos de los colegios, de los ayuntamientos, de las calles. Sin cruces no habrá cruzada, piensan. Habrá que saber qué es lo que piensa Erdogan.