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Alberto Bárcena: «Los políticos españoles en su mayoría han asumido la leyenda negra desde hace muchos años»

Por su interés, compartimos esta entrevista que le hace Sin postureo, medio de José María Francás, al profesor Alberto Bárcena.

JMF: ¿Cuándo empieza España?

AB: Como nación soberana con el reino visigodo en el siglo V. La unidad católica llega en el 586 con Recaredo (tercer concilio de Toledo).

JMF: Y desde entonces, ¿ha habido interrupciones?

AB: Su unidad política se perdió con la invasión musulmana en el 711 y se recuperó en 1492. Luego ha estado a punto de perderse o ha sufrido pérdidas parciales.

JMF: ¿Qué ocurre en 1492 para recuperar la unidad?

AB: Que termina la Reconquista y se unifican Aragón y Castilla. Además se descubre América y los virreinatos americanos serán parte de España. No fue un imperio colonial el español. Luego por herencia de Carlos I a la Monarquía Hispánica, ya en 1555, se incorporan los territorios del ducado de Borgoña. Los reinos italianos (Nápoles y Sicilia) eran parte de la herencia de Fernando el Católico. Todo ese conjunto, además del Milanesado y (desde 1580) Portugal se mantuvo unido hasta 1640 cuando se pierde Portugal, pero los territorios italianos y Flandes se mantuvieron unidos a España hasta 1714 (tratado de Utrech).

JMF: Pero, ¿Isabel y Fernando no mantuvieron separados Castilla de Aragón?

AB: Cada reino mantuvo sus leyes e instituciones (igual que Navarra) aunque evidentemente formaron una unidad política. Existieron los virreinatos de Navarra, Valencia, Cataluña, Nápoles y Sicilia. Además de los americanos (Nueva España y Perú). Y los virreyes representaban la autoridad del Rey en cada uno de esos territorios. Desde Carlos I hasta Felipe V inclusive. En Utrech, como ya he dicho, se rompe esa unidad.

JMF: Castilla y Aragón ¿cómo quedaban?

AB: Bajo la soberanía del mismo monarca y a partir de Felipe V unificados jurídicamente mediante los decretos de Nueva Planta, porque la Guerra de Sucesión al trono de España se convierte en guerra civil a partir de 1704, cuando en la Corona de Aragon se proclamó rey al archiduque Carlos que pretendía ser rey de España con el apoyo de todas las potencias europeas salvo Francia naturalmente. Al morir su hermano José y recibir la herencia alemana esas potencias le retiran inmediatamente su apoyo y él regresó a Viena. La Monarquía Hispánica había sido objeto de los inicuos “tratados de partición” en los últimos años de Carlos II, porque Europa vio la ocasión propicia de repartirse dicha Monarquía al no tener sucesión directa el último de los Austria. Su testamento (a favor de Felipe V) fue ignorado por las potencias mencionadas, y finalmente en Utrecht pudieron ejecutar en parte ese reparto que llevaban preparando desde 15 años antes.

JMF: ¿Qué supusieron los Reyes Católicos para España?

AB: La reunificación en todos los aspectos, la recuperación de la autoridad regia, perdida en el reinado de Enrique IV, la reforma de las instituciones y recuperación de su misión evangelizadora. Convierten a España en primera potencia europea y acaban con la presencia del islam en la Europa occidental.

JMF: ¿Hasta cuándo es España primera potencia europea?

AB: Mientras sientan las bases para la expansión en el Nuevo Mundo. Con un criterio apostólico en primer lugar como puede comprobarse en las leyes de Burgos de Fernando el Católico, que son el origen de las de Indias. Ya en el codicilo del Testamento de Isabel la Católica se establecía la libertad de los indígenas americanos y el respeto de sus propiedades, algo que ninguna nación hizo antes o después. Este es uno de los argumentos para la beatificación de Isabel la Católica, cuya causa está abierta desde 1958. En 2018 se unieron a la misma los obispos andaluces, y este mismo año el Papa ha pedido a los obispos españoles que impulsen la causa. “Estoy enfadado con España”, les dijo por no haber beatificado aún a la reina Isabel.

JMF: ¿Puede acabar siendo Isabel de Castilla canonizada santa?

AB: Desde luego. La fase diocesana terminó en 1971, luego se estancó en Roma, por la cuestión de los judíos, pero en los últimos años han tenido lugar las novedades que comento. Es importante que el Papa Francisco lo apoye de forma tan clara. La causa está formada por 28 volúmenes, es decir que la documentación favorable es importante.

JMF: ¿Qué tiene en contra?

AB: Nada oficialmente. Pero hubo reticencias, como he dicho, por la expulsión de los judíos y la instauración del Santo Oficio. Ese es el escollo porque en cuanto a su santidad de vida y su coherencia como gobernante no hay dudas.

JMF: ¿Piensas que con estos escollos tan políticamente incorrectos acabará reconocida Santa?

AB: No lo descarto, sobre todo, repito, desde que se ha hecho público ese apoyo tan explícito, que dio a conocer el arzobispo de Valencia, mons. Cañizares, del Papa. En la Capilla Real de Granada se celebra una Misa, cada año en el aniversario de su muerte, de acción de gracias por su vida y obra. Claro que la leyenda negra antiespañola ha sido muy eficaz y sigue siéndolo cómo podemos ver en estos momentos con los ataques a todos los personajes de nuestra historia en Estados Unidos. Desde fray Junípero Serra hasta Cervantes, pasando por Colón y por supuesto la reina Isabel.

JMF: Por eso lo decía… cada día la leyenda Negra es más asumida incluso por los políticos españoles y no tengo claro si por las propias autoridades de la Iglesia…

AB: Los políticos españoles en su mayoría han asumido la leyenda negra desde hace muchos años, pero en cuanto a las autoridades eclesiásticas la situación es muy distinta: fue el propio arzobispo de Granada quien pidió a los obispos andaluces que apoyaran la causa en 2018. Y a partir del pasado mes de abril tras la llamada o amonestación del Papa, es el conjunto de la conferencia episcopal quién lo apoya, aunque no puedo saber lo que íntimamente opine cada uno de los obispos. Desde luego ninguno se ha manifestado en contra.

JMF: Me alegra oir eso, ¿qué otras figuras son clave en el esplendor de España en esos años?

AB: Carlos I, que asume la defensa de la Cristiandad frente al islam, que seguía atacando tanto en el Mediterráneo como en la frontera oriental del Imperio, y frente a la herejía. Él mismo en la Dieta de Worms declaró que dedicaría todos sus esfuerzos, “su vida, su alma, sus amigos” a defender la integridad del dogma católico que profesaron sus abuelos. Y ciertamente su vida es una lucha permanentemente que solo acaba con su abdicación. Esa misma misión fue asumida por su hijo y toda su descendencia hasta 1640. Carlos es un caso único en la historia: emperador del Sacro Imperio, roto por las guerras internas, y a la vez rey de una monarquía que se extendía por todo un continente llevando el Evangelio. Una empresa casi imposible para cualquier hombre que puede explicarse solamente por dos causas: la entrega del emperador a su misión y el apoyo sin fisuras del pueblo español, que hizo suya la causa. Terminada la Reconquista España inicia la conquista de América mientras defiende la fe católica en Europa. Ninguna otra historia es comparable.

JMF: ¿Otro posible Santo?

AB: Aunque admirable no es comparable a su abuela, que mantuvo siempre la santidad de vida, como esposa, madre y reina. Pero sus fallos humanos no le restan grandeza a la misión realizada, a las enormes responsabilidades que asumió desde los 18 años de edad hasta su abdicación. Sin olvidar su sentido del honor en los tratados internacionales (que solo él demostró) y su profunda fe, que le lleva a retirarse en el monasterio de Yuste, después de haber sido el hombre más poderoso de su tiempo, para prepararse a bien morir.

JMF: A su hijo Felipe II, ¿cómo lo valoras?

AB: De manera muy similar a su padre, aunque no fue un rey guerrero, mantuvo la visión del emperador en cuanto a sus obligaciones, asumiendo un trabajo agobiante, ya que trataba de supervisar personalmente la ingente burocracia generada por el gobierno de la inmensa y dispersa Monarquía. Cabe destacar que además sus reinados (los de Carlos y Felipe), y los de su descendencia coinciden con el siglo de oro de la cultura española, y no es casual que, junto a tantos autores de primer orden (desde Cervantes a Góngora) destaquen figuras de la más elevada espiritualidad, cumbres de la mística como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús.

JMF: ¿Qué más Reyes destacan en esos tiempos en España?

AB: Los llamados “Austrias menores”, Felipe III y Felipe IV, a pesar de no estar a la altura de los dos primeros, mantienen su espíritu. En la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) es realmente España quien mantiene a raya a las coaliciones protestantes que luchaban contra la rama segundogénita de la Casa de Austria (la imperial) con el apoyo más o menos encubierto de la católica Francia que buscaba la ruina de esta Casa. Hasta que derrotados los protestantes en los tres primeros períodos de la guerra, Francia decide desvelar su juego invadiendo el Rossellón, en una jugada tan inteligente como maquiavélica: comenzaba así la grave crisis española de 1640 que significaría la pérdida de Portugal y la guerra de Cataluña que llegó a estar bajo soberanía francesa (la potencia agresora) durante años. Esa década de los 40 supone el gran cambio en cuanto al papel de España en Europa, primero derrota significativa de los Tercios en campo abierto (Rocroi).

JMF: No te quito más tiempo prefiero quedarme en los tiempos de gloria. Un abrazo y si te dejas, hasta pronto que sé que dominas más épocas y temas.

AB: Hasta pronto. Un abrazo.

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