Reflexiones sobre un rey nómada y la regeneración de la institución monárquica.
Por Miguel Ángel Pavón Biedma
No es necesario hacer referencia a ninguna noticia, en concreto, porque de la salida de D. Juan Carlos hablan todos los medios. Curiosamente no hay muchas opiniones sino una descripción, a veces malévola y curiosa, de los hechos. Lo de los reyes es algo para toda la vida. Yo los imaginaba como personas que, dotadas de un especial carisma y preparación, mantenían el ritmo del país, el pulso de la nación y eran el último resorte cuando fallaba todo lo demás. Un monarca que viene, y que va, que vuelve o se queda se asemeja mucho más a un cargo público nombrado para un tiempo determinado. El Rey de las Españas no puede actuar como un cargo público de una república. En la época del café descafeinado, el vino sin alcohol, la cerveza sin mordiente… En esta época en la que no se sabe qué es cada cosa y sólo se mantienen los nombres, los títulos… En esta España todo el mundo es jefe, o quiere serlo, de algo. Este tipo de monarquía no nos dice nada. Quizás prefiriéramos un presidente republicano que se comporte como un rey de los de antes. A lo mejor la condición para seguir siendo rey es “no serlo”. Llamar a cada cosa por su nombre es el principio de que las personas y las cosas respondan, verdaderamente, a la función y al nombre que se les da.
Por mi parte sigo creyendo en un Rey Tradicional que reina con leyes viejas, con fueros y en nombre de la ética cristiana. Lo prefiero con su vida resuelta sin necesidad de buscar medios extraordinarios de subsistencia y pagándose, de su bolsillo, sus aficiones y sus vicios. El futuro de un rey no puede estar en el dinero conseguido sino en el amor, el apoyo, de su pueblo.
Desde la época de Fernando VII, incluido él mismo, la costumbre migratoria ha estado arraigada en esta dinastía. La otra, la legítima que quería el pueblo, y que ahora la mayoría desconocen gracias a un sistema educativo en el que “de determinados temas no se habla”, no le quedó otra situación que el exilio.
Desde luego sería necesario abrir el debate sobre la monarquía. Los que así dicen lo hacen para derribarla. Yo lo propongo aquí para mejorarla y regenerarla.