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Los olvidados deberes con los muertos

(Por Javier Mª Pérez-Roldán y Suances-Carpegna)

Hoy, a raíz de la exhumación de los restos del general Queipo de Llano, son muchos los
«opinadores profesionales» que cargan contra los profanadores, olvidándose de los auténticos
culpables. Y es que los profanadores son malos, herederos de aquellos que ya en el pasado
profanaron tumbas… y no solo tumbas, sino que profanaron la vida de inocentes.

Y ya sabíamos que eran malos. Y de los malos solo puede esperarse maldades.

Lo grave, lo auténticamente grave, ha sido, y es, el comportamiento de los «buenos». Y
es que en todos los tiempos y culturas la profanación ha sido vista con horror, y por tanto, los
buenos reaccionaban contra cualquier intento de ese tipo. ¿Y qué pasa en nuestra España, que
la reacción es mínima?

Pues pasa que se extendió la cobardía y la «apostasía práctica», pues cobarde no es
solo quien la toma con un muerto, ya que su cobardía quizá la puede hacer menos culpable su
vesania, o su odio, o su rencor. El cobarde de verdad es el «bueno» que deja que esto pase, y
encima se dice «católico», y con su dejación y silencio hace apostasía práctica, pues olvida sus
deberes como católico. Esto es mucho más grave y más cobarde, pues supone olvidar los
deberes que los católicos tenemos con los muertos.

El culpable de verdad es, pues, quien sabiendo que es un sacrilegio se disculpa
diciendo que no quiere participar en polémicas ideológicas o políticas. El que dice que solo
quiere tranquilidad para dedicarse a sus fines propios de «fiel católico»; o que pudiendo no
hace nada por impedirlo. O que no pudiendo nada, se niega al menos a la crítica pública de tan
bajas acciones. Y es que todos estos han olvidado sus deberes para con los muertos.

Primero, un deber de justicia, que obliga a cumplir la última voluntad del fallecido, y
que aquí ha sido vulnerado por sedicentes católicos complacientes con el gobierno.

Segundo, un deber de humanidad, que supone el respeto a los despojos del finado y el
procurar a sus restos un descanso en paz.

Tercero, un deber de caridad, que supone, no solo orar por el fallecido, sino respetar
su memoria y tener la misma, así como sus restos, en la dignidad que le corresponde.

La Iglesia es la única sociedad perfecta que existe en la tierra, y cuando la Iglesia, o los
fieles católicos se dejan avasallar por leyes inicuas de quien no puede darlas (pues sobre los
enterramientos católicos solo dispone la Iglesia, y nunca los poderes civiles), es que los
hombres llamados a pastorear el pueblo de Dios, o gran parte del pueblo de Dios ha perdido la
fe, o el valor, o la dignidad, o todo ello conjuntamente.

Cuando una sociedad no sabe defender la dignidad y el respeto a sus muertos ¿será
capaz de defender el derecho de los vivos, y los derechos de Dios y de su Iglesia?

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