Trump nombra a un católico conservador como juez para el Tribunal Supremo
En una decisión totalmente estratégica, Donald Trump ha nombrado a Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que ocupará el hueco del recientemente jubilado Anthony Kennedy. Kenendy, que era proaborto y votó a favor de la ley de matrimonio homosexual, ha sido durante muchos años una persona decisiva, ya que se encontraba en un punto intermedio entre los otros 8 jueces del Tribunal Supremo estadounidense, cuatro de ellos conservadores y cuatro de ellos progresistas.
Brett Kavanaugh, sin embargo, es católico tradicional. Cuenta, por lo tanto, con el apoyo del Cardenal Burke, el Arzobispo Chaput de Filadelfia, los católicos tradicionalistas y los Protestantes Tradicionalistas del Bible Belt, poniendo contra la pared a los católicos progresistas buenistas del Cardenal Cupichy el cura pro gay James Martin, que tendrán que elegir entre traicionar el buenismo “progre” y apoyar a Kavanaugh u oponerse y seguir en su línea ideológica.
Kavanaugh tiene fuertes vínculos con la familia Bush y fue abogado de la Casa Blanca durante el mandato de George W. Bush, por lo que cuenta también con el apoyo de los moderados conservadores, los neocons de McCain.
Se anticipa que el Partido Demócrata y las fuerzas de izquierdas, y posiblemente George Soros, comiencen una campaña multimillonaria masiva de desprestigio y ataques en los medios de comunicación contra Kavanaugh para evitar su confirmación por el Senado, probablemente tratando de buscar alguna conducta sexual ilícita de hace algunas décadas, estrategia habitual de los demócratas para tratar de bloquear a candidatos conservadores. Es casi seguro que el Vicepresidente Mike Pence tendrá que usar su voto en el Senado para romper un posible empate 50-50 en su confirmación.
El Tribunal Supremo de Estados Unidos equivale a lo que serían en España el Tribunal Supremo y Constitucional fusionados y ante sus fallos no puede haber apelación. Además, los nueve magistrados que lo componen son vitalicios e intocables, por lo que este órgano tiene una importancia definitiva a la hora de aprobar o bloquear leyes controvertidas para el país, perfilando así la orientación ideológica del país. Por esta razón los presidentes del gobierno estadounidense suelen elegir a jueces de entre 40 y 50 años, para asegurar un largo período en el cargo.