Texas es el mero deseo de su sociedad
Ante el hecho de recomendación de una sociedad civil activa, comprometida y vigilante en cuanto a desafío de la hegemonía anticristiana, materialista, nihilista y relativista se refiere, podemos toparnos con varias reacciones.
Mientras que unos dicen que con razón soñar es gratis por tener cada país su propia idiosincrasia y mentalidad sociológica, hay quienes inciden en que “hay que dejarse de frikadas” y entrar en la arena política.
Pero la realidad dista considerablemente de estas afirmaciones bien pesimistas o escépticas, según el caso. Basta con remitirse a esos modelos socio-políticos que quienes defendemos la libertad, la familia, la vida y la tradición tomamos como referencia.
Hay más de uno, pero en lo que concierne a este ensayo, única y exclusivamente, nos centraremos en uno de esos territorios norteamericanos que un día llegaron a formar parte de esa especie de “empresa” que conocemos y debemos de conocer como la Hispanidad.
Hablamos del Estado sobre el cual se fundó la entonces misión de San Antonio y se marcaron las huellas andantes del historiador Álvaro Núñez Cabeza de Vaca. Ni más ni menos que el sureño Estado de Texas.
Esta división política no es solo donde las libertades de los norteamericanos están más salvaguardadas -en contraposición con el paradigma socialista de California-, sino también donde más a salvo está el no nacido y mayor es la práctica religiosa en Estados Unidos (EE.UU).
Según el think-tank Fraser Institute, son los estadounidenses afincados en Texas aquellos que menor proporción de renta ven expoliada en nombre de la burocracia de turno y tienen mayor margen a la hora de emprender y administrar sus propios proyectos.
La propiedad privada y lo relacionado con ello están bastante protegidas, y es que sin propiedad no solo hacemos peligrar nuestra libertad, sino que hacemos inviable la práctica de la subsidiariedad, que también implica la no interferencia en el deber moral de entrega al prójimo.
Al respecto, quien esté mínimamente enterado del panorama político texano “completará” lo previamente dicho recordando que por allí gobiernan y tienen bastante poder político los del Partido Republicano, tradicionalmente ubicado en la derecha.
Y no se equivocan en ello, la verdad. Pero tampoco basta con hacer la simplista afirmación en base a la cual la mayoría de texanos sigue votándoles (por ejemplo, el pasado día 6, el senador Ted Cruz logró ser reelegido, no perdiendo el partido nada de las dos cámaras ni al gobernador).
Hay que decir que no todas las economías estadounidenses bajo gobernadores republicanos compiten por ser territorios pujantes (también hay parlamentarios que tumban las propuestas de Rand Paul sobre balance presupuestario y suspensión de fondos a Planned Parenthood).
Por lo tanto, ¿algo tendrá que ver la “peculiaridad” de la sociedad texana? No dejemos de recordar que los texanos tienen impresa una arraigada herencia tradicional defensora de la libertad: recordemos que formaban parte de la Dixie, de los Estados Confederados.
La secesión confederada fue una reacción contra una especie de tirano llamado Abraham Lincoln que no estaba tan interesado en abolir la esclavitud como en reforzar el centralismo político estadounidense y promover medidas arancelarias y proteccionistas.
Eso sí, no es el motivo de este ensayo centrarse en los aspectos de la Confederación, sino exponer, a modo de apunte complementario e informativo, y de prueba, de que los texanos no tienen un sesgo tan iuspositivista como los californianos costeros y los neoyorquinos.
Por otro lado, cabe recordar, en cuanto a dignidad humana, que no solo se tienen las leyes que más obstaculizan ese genocidio médico llamado aborto, sino que el hecho de encontrar clínicas abortistas es más complicado que buscar una aguja pequeña en un gran pajar.
Ciudades como Corpus Christi y Laredo, que no son “pueblecillos pequeños” pueden considerarse como territorios libres de aborto. Pero no ha sido gracias a sus alcaldes y concejales, sino a un fuerte movimiento pro-vida de modalidad bottom-up (de arriba abajo).
En otras palabras, una apartidista y aguerrida movilización cívica es lo que ha dado lugar a que el Estado de Texas sea la división norteamericana con más ciudades en las que con total seguridad y certeza no se asesina bajo autoría médica/clínica a niños no nacidos.
Antes de finalizar, conviene precisar que la tradición federalista estadounidense es lo que ha permitido que la sociedad texana no esté tan desafiada por el centralismo washingtoniano, a veces a manos de estatistas “progres” como Barack Obama, versión norteamericana zapateril.
En conclusión, hay que tener claro que no hay que centrarse tanto en el plano político, sino en el cultivo de una sociedad civil que defienda la libertad, la dignidad humana y todo aquello adicional que pueda ser necesario en pos de una sociedad floreciente.