Los okupas del palacio pamplonés
LOS SUSODICHOS no tienen tanta importancia, aunque durante largo tiempo hayan vivido de gorra y llevan dos días que están como que jodiendo el tráfico del centro de Pamplona. Y los polis, de pasmarotes, menudos jefes tienen. Una vez más, lo que fallan son las autoridades, sobre todo las municipales. Si la gente de a pie hiciera lo mismo que los susodichos que desde septiembre de 2017 han estado de ocupas, les llevarian al calabozo, pero a ellos todo son carantoñas.
Me refiero a los ocupas de Rozalejo en Pamplona, que siempre han querido que se hable de ellos. Hasta ahora han sido unos privilegiados, pues todos los clubes juveniles pagan sus locales, sus aficiones, pagan su electricidad, su agua, y pagan impuestos de todo tipo. Pero ellos no: son unos enchufados y van -como decimos- de privilegiados. Y luego a criticar a los demás. Ciertas ideologías crean amiguetes para repartirse lo que es un bien público, lo que es de todos.
El palacio del marqués de Rozalejo, situado en el Burgo de Navarrería, tiene enfrente la fuente neoclásica de Santa Cecilia, en cuya plaza confluye la calle del Carmen, recorrida por el peregrino del Camino de Santiago según entra por el portal del general, carlista y guipuzcoano, don Tomás Zumalacárregui.
Tan hondo se ha caído en esta bella ciudad del Arga, que todo un precioso palacio barroco a restaurar ha estado ocupado por barbudos avalados con la fuerza de los hechos. Por lo visto, el ser jóvenes -o no tan jóvenes- les da derecho a todo. Como el susodicho marqués, de ser alfonsino se hizo carlista de una pieza y fue voluntario en la guerra, va y ellos ocupan su casoplón. Durante la ocupación, la fachada, los balcones del noble palacio y la entrada por el zaguán, han querido que hicieran gala de feísmo, de suciedad y de un aire más que chabacano, apto para una comuna maravillosa que nadie sabe qué hacía.
Por lo visto, lo grave y el desentonante ha sido que los ocupas están inseguros -hay que velar por ellos- y -me dicen- no pagaban ni agua, ni luz. Añadimos que el lugar era un foco de lo que no debe ser. Ciertamente, no se puede vivir tomando la luz y el agua públicos, ni extendiendo suciedad por Navarrería, ni afeando el precioso Casco Viejo, aunque en él, quienes lo toman como su cortijo, ensucien las fachadas con banderolas, y embadurnen con pintadas las paredes y persianas de la entrada de los negocios de honrados trabajadores. Los hippies eran más limpios y tenían más calidad que los susodichos.
Para nosotros, no se puede vivir tomando la casa a los demás. Ni una institución pública puede ser tan torpe de no saber qué hacer con este bello inmueble o palacio del marqués de Rozalejo. La degradación, el preferir a los amiguetes, y el favoritismo, son humillantes para la gente honrada.
Las policías foral y nacional -no he visto mucho a los municipales del alcalde Asirón-, en común acuerdo, han desalojado a los ocupas del palacio, en nuestro barrio de Navarrería. Mucho han tardado con los señoritos/as.
Nada tenemos que agradecer al actual Gobierno de Navarra de Barkos, que ha sido y es servil durante años a la ultraizquierda separatista -sus amados socios -, ha actuado muy tarde, y les ha dado besitos durante la bronca que han organizado como es costumbre los ociosos de esta comuna.
Los ocupas -no sabemos si trabajan- llevan dos días jodiendo a los vecinos. El día 16 cortaron un puente sobre el Arga, haciendo un numerito y performance: ¡oh divina cultura! He aquí, cortar puentes y calles, una cosa que tú y cualquiera puede hacer. Ora zuk eta norknai dagiken gauza. El día 17 cortaron la calle Cortes de Navarra para fastidiar a los que quieren vivir y trabajar, entrar y salir de la ciudad. Es fácil. Lo difícil es levantarse a las siete de la mañana y plantarse en medio de las calles de acceso y salida de la ciudad, por ejemplo este día 18. Pero ellos están felices por creerse importantes, aunque sean unos pelaos que no se merecen un espacio en los medios de comunicación, ni que los de fuera de Pamplona crean que son tan importantes, cuando corre su fama por toda la tierra.
Si quieren algo que lo se digan a su amada Barkos, pero sin asaltos a edificios ni esas cosas, y que a los vecinos nos dejen en paz. No nos interesan, pero es que… laster zegian ospe unek lur artan guzian.
El ciudadano indiscreto
Tomado de “El Irrintzi”, elirrintzi.blogspot.com