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28 de marzo de 2019 2 / / /

El Mito de la Aconfesionalidad del Estado. Prostitución española del 78.

¿Existen los estados aconfesionales? La respuesta ha de ser clara, NO.  Si bien es cierto
que, si entendemos la confesión del estado,  en la concepción únicamente positivista, en
el sentido que se plasma en las definiciones oficiales o en la RAE, sí, sí los hay. Pero
¿acaso existe algún estado sin creencias, sin “moral de estado”, sin una concepción del
bien y el mal? Entre las muchas funciones del estado, más allá de la pura
administración, cuando legislan, lo hacen  prohibiendo lo que conciben como malo, y
fomentando lo que conciben como bueno. Y todos tienen unos mecanismos para su
determinación, dos exactamente, acudiendo a una religión concreta (que,
terminológicamente sería la confesionalidad), como Inglaterra, Dinamarca, Islandia y
prácticamente la totalidad de los estados musulmanes; también, todo lo contrario,
acudiendo al ateísmo de estado (Gosateizm) como lo fue la Unión Soviética o
actualmente China o Cuba; y la segunda forma es acudir a una constitución.
Una constitución se compone de dos elementos fundamentales o partes, una parte
orgánica (sobre la pura administración del estado, cómo funcionan sus instituciones,
reparto del poder,  etc, que es lógico y muchas veces necesario), y una parte dogmática
(que plasma los “valores superiores” del estado, la moral, los límites legislativos,
principios fundamentales… o dicho de otro modo, deciden sobre el bien y el mal). Todos
los estados, pues, tienen una confesionalidad y/o una constitución.
Llegados a este punto, hay que aclarar unas cuestiones. En primer lugar ¿cuál es el
primer pecado de la humanidad? Unos dirán, la soberbia, bien, pero ¿en qué consistía?
En ser como dioses, pues conocerían el bien y el mal (“Replicó la serpiente a la mujer:
«De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis
de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.»”). El
mundo moderno, de la mano del liberalismo, dio un paso más, mataron a Dios, pues no
sólo conocieron el bien y el mal, sino que, decidieron qué está bien y qué está mal. Y es
uno de los peores pecados, pues si el cristiano está en este mundo es para llegar al cielo,
amando a Dios sobre todas las cosas. Y por supuesto, Dios nos dice cómo: Cumpliendo
sus mandamientos, haciendo lo que Dios manda y despreciando y temiendo lo que Él
prohíbe.
En segundo lugar ¿es, pues, cristiano ser constitucionalista? La respuesta ha de ser
nuevamente negativa. Que un grupo de hombres se sienten y decidan qué está bien y
qué no es uno de los mayores actos de soberbia, y la mejor forma de erradicar a Dios en
la sociedad y en la vida de las personas. A modo de ejemplo, en la constitución
Española del 27 de diciembre de 1978, se consagra en su artículo 15 el derecho a la
vida, lo que llevó al PP (quién lo diría hoy) a presentar ante el tribunal constitucional un
recurso de inconstitucionalidad de la ley del aborto, no porque fuese inmoral, malo o
perverso en sí mismo, no, sino por “atentar contra los valores de la constitución”. El
tribunal constitucional, intérprete supremo de la “moralidad” constitucional actual,
decidió que no era contraria a la constitución  el asesinar a un niño en el vientre de su
madre, pues el derecho a la vida sólo lo tienen las personas, y estas lo son, en virtud del
artículo 30 del Código Civil (salvando las modificaciones operadas por la nueva Ley del
Registro civil), los que al nacer estén vivos, tras el entero desprendimiento del seno
materno. En consecuencia de ello, el nasciturus (concebido no nacido) no es persona y
carece de derechos, entre ellos, por supuesto, el derecho a la vida.

Muchos cristianos dirán que se puede hacer o tener una constitución que respete todos
los valores de la ley de Dios, una constitución “cristiana”. Un error muy típico en las
conciencias  actuales. Pero no, por muy cristiana que sea la constitución, por mucho que
consagre los valores de la ley de Dios, es intrínsecamente perversa, pues pone al hombre
como centro de la creación, siendo la voluntad del hombre la que se pone a la altura de
Dios, teniendo que pactar seguir sus mandatos, y deja abierta la posibilidad de la
modificación por las instituciones, creando la concepción de que lo bueno y lo malo,
sólo es el pacto social, y que la mayoría posee la verdad.
Otros, también se preguntarán ¿cómo funciona un país sin constitución? muy fácil,
como hace Inglaterra (que pongo como ejemplo, pero NO como modelo) que carecen de
constitución alguna, y aun así, su estado funciona. Cierto es la podredumbre moral de
sus leyes, que no es debida a la falta de constitución, sino a la confesionalidad
Anglicana, herética.
En conclusión: Si el estado fuera confesionalmente católico, no quiere decir, ni que los
curas manden, ni que los pecados sean delito, ni que haya que ser obligatoriamente
católico. Sólo quiere decir que, cuando los gobernantes duden de la moralidad de una
norma, acudan a la Doctrina Social de la Iglesia para saber la legitimidad del nuevo
precepto. Luchar por derogar leyes (como la del aborto), en esta España constitucional,
sin luchar por eliminar esta u otras constituciones, es como pintar encima de una gotera,
sin reparar la fuga de agua.
Un tradicionalista católico no puede estar a favor de un estado  aconfesional, ni
defender una constitución, ley fundamental o valores eternos e intangibles, porque serán
ateos, como decía Juan Donoso Cortés: “sí, ateos; porque, aunque los individuos que le
componen adoren a Dios en el hogar de su familia, el partido será ateo si no le proclama
en la leyes, como sus individuos en los domésticos hogares. Sí, ateo; porque aunque
proclame el nombre de Dios en las leyes, será atea si no le respeta bajo la forma con que
en nuestra sociedad es respetado”.
No os dejéis engañar por el humanismo liberal, ni por el intervencionismo socialista
(hijo doctrinal del liberalismo), sea internacionalista o nacionalista. Hay que defender a
Dios en todos los lugares de la vida, especialmente en política, de forma clara y en la
forma que Dios manda. Sin constituciones, sin aconfesionalidades.
Y si algo de lo dicho, es contrario a la Ley de Dios, es debido a un error y no a un
desacuerdo con su doctrina, que estaré encantado de rectificar si alguien me hace ver el
lugar de mi error.

*(Cuadro: Napoleón se nombra a sí mismo, por la “gracia de Dios” por la “voluntad” del pueblo, emperador de los franceses)

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2 comentarios en “El Mito de la Aconfesionalidad del Estado. Prostitución española del 78.

  1. Ángel Manuel García Carmona

    La Constitución de los Estados Unidos vino a ser una transcripción escrita de principios iusnaturalistas. En cambio, ha habido cierta degeneración de la que han sido prueba el centralismo hamiltoniano-lincolniano, los espionajes y las violaciones al NAP.

    Por ello, lo importante es que haya una conciencia conforme a la ley natural en base a los principios católicos. El papel lo aguanta todo…

    Responder
    1. identicon

      José Casanova

      Indudablemente, la gente cada vez más necesita del “papel” para entender y tener donde sostenerse, no todo puede ser absolutamente consuetudinario. Pero ello no quiere decir que haya que ser unos positivistas consecuentes, enciclopedistas, constitucionalistas y demás. Que falte, o no haya constitución, no elimina las leyes escritas, que las hay y deben haberlas en cualquier sistema de gobierno, cristiano o no, que regulen la vida y las relaciones humanas. Entra en juego el Principio de coherencia interna del ordenamiento. Es necesario leyes escritas, de acuerdo, pero NO una constitución dogmática que haga de filtro de esas leyes por el motivo dado en el artículo. Gracias por tu observación, procuraré ser más claro en algunas cosas.

      Responder

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