Yo tampoco me siento español
Un dirigente peneuvista, ha proclamado en el acto anual de su partido que al vasco le es imposible sentirse español. ¿Qué es eso de sentirse español, vasco, o georgiano?
En mi niñez conocí a un anciano oligofrénico que aseguraba a las sobrinas que le cuidaban, que se sentía joven y que no pasaba de los 25 años.
Personalmente me siento enfermo, alegre, triste, etc. en distintos momentos y circunstancias. Siento dolor. Siento placer. Pero no entiendo qué es eso de sentirse español. A qué órgano de nuestro cuerpo corresponde la españolía. Qué sensación corporal me dice que soy español.
Yo soy español. No puedo ser otra cosa. No quiero ser otra cosa. Y doy gracias a Dios por ser español.
Es Dios quien me ha hecho nacer en un pueblo determinado y en el seno de una familia concreta. Ello me ha dado una personalidad. Me ha hecho ser como soy, sin que yo lo haya elegido.
En mis cortas estancias en tierras extranjeras, los que me rodeaban me llamaban español. No me preguntaban si me sentía español. Y me halagaban los alemanes, cuando me decían que los de la División Azul habían sido buenos camaradas.
En mi trabajo profesional, un departamento de la Unión Europea necesitaba un ingeniero para determinada labor en Méjico. Lo pidió a España. Fui elegido. Claro que, por ser español, sin preguntarme si me sentía tal, o no. Y para mí fue una satisfacción comprobar que en aquella tierra me sentía como en casa. Estaba viviendo una realidad. Aquello sí era algo que se podía sentir.
Y me llenó de satisfacción comprobar en Puebla de los Ángeles la huella que allí dejó el Beato Juan Palafox, que fuera su Obispo. Porque Palafox fue cofundador de la Santa Escuela de Cristo, a la que pertenezco desde mi adolescencia.
Soy español, me comporto como español y no necesito sentirme español. Porque la realidad, el ser, no necesita del idealismo que supone el sentirse. Y esa misma realidad no puede ser suplantada por el “sentirse”.
Hace ya unas décadas conversábamos un destacado nacionalista vasco y un servidor. Después de una vida dedicada al servicio del PNV, había sido expulsado, injustamente, del mismo. Se expansionaba, como suele ser normal en esos casos, con un amigo, aunque se tratase de un carlista. Terminó su lamentación con la frase:
-El pecado capital de este país es la envidia.
– “Este país”. ¿Te refieres a Euskadi o a España? – le pregunté.
-A Euskadi, naturalmente- me precisó.
– Pues mira – añadí por mi parte – eso mismo se ha dicho y repetido de España. Y precisamente por eso, porque he comprobado que nuestros defectos y virtudes, pero más llamativos los defectos, son los mismos, me niego a creer que los vascos no seamos españoles.
– Puede que tengas razón – me concedió.
¿Cómo un nacionalista vasco puede no sentirse español? De ello trataremos próximamente.