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11 de mayo de 2020 0

Daniel Marín Arribas: “Juan de Mariana es prototipo del antimodernismo de la Cristiandad Hispana”

Daniel Marín Arribas presenta por quinto año consecutivo (2015-2020) su sexta iniciativa en la campaña que lleva realizando desde hace más de un lustro para dar a conocer a los maestros católicos de la llamada Escuela de Salamanca.

En 2015, después de varios años estudiándolos y aprendiendo con ellos, en lo que supuso incluso un proceso personal muy arraigado de conversión a la Fe Católica, presentó el «Decálogo Antimodernista de la Escuela de Salamanca». Un año después, en 2016, paseó por las calles de su “amada” Salamanca para dar a la luz junto con la productora Agnus Dei el documental más visto en YouTube y también solicitado en DVD sobre la materia: «Escuela de Salamanca. Defensores de la Fe». En 2017 culminó junto con un amigo suyo la traducción del libro The Church and the Libertarian del jurista norteamericano Christopher A. Ferrara, cuya edición hispana añade un extenso e interesante apéndice de su autoría: «La Iglesia, el Liberalismo y la Escuela de Salamanca». Esta obra fue durante meses primera en ventas de la editorial última línea y, azares del destino, estuvo firmándola en la Feria del Libro de Madrid justo enfrente de la caseta de la liberal-libertaria Unión Editorial. En 2018 tampoco se quedó atrás, y aprovechando la señalada fecha del VIII Centenario de la Universidad de Salamanca terminó otro libro, prologado por el vicerrector de la Universitat Abat Oliva CEU, el dr. Javier Barraycoa: «Destapando al Liberalismo. La Escuela Austriaca no nació en Salamanca». Entre ese mismo año y el siguiente, presentó su trabajo en numerosas ciudades de España; Salamanca, Palencia, Sevilla, Gerona, Barcelona, Madrid… gracias a la generosa acogida de diversas parroquias, centros culturales y asociaciones, que quisieron dar en el centenario indicado una nota de verdad al bulo liberal de que Francisco de Vitoria y sus discípulos fueron la génesis de su ideología modernista. Y hablando de Vitoria, volvió al asalto en la Navidad de 2019 con una original campaña organizada en colaboración con SND Editores, en la que colocó una enorme cartelera publicitaria al lado de la madrileña universidad Francisco de Vitoria (UFV) que rezaba: «Francisco de Vitoria sería Anti-Liberal».

Desde estudios publicados en libro, hasta entrevistas, documentales, e incluso estampitas y vallas de publicidad, este profesor y economista madrileño ha venido demostrando un amor y una pasión hacia sus autores muy especial y difícilmente vista. Asisto a su despacho, que lo preside un enorme cuadro de Francisco de Vitoria O.P. pintado a mano por una artesana de Castel Gandolfo, Roma, al que acompaña otra obra de Francisco Suárez S.I. y otra de Juan de Mariana S.I., entre diversos elementos salmantinos. Me recibe perfectamente trajeado, en cuya camisa cuelga una corbata de Mariana, amarilla con las imágenes de su busto. Precisamente este año 2020 le toca el turno al jesuita talaverano, con un libro que ya sale de imprenta: «Juan de Mariana y la Defensa de la Cristiandad Hispana». Y lo hace en día tan señalado como es el del Papa San Pío V, el pontífice más importante del siglo XVI, época de nuestra áurea escolástica.

Un libro que nace fruto de un congreso sobre el Imperio Español…

En efecto, el profesor Álvaro Silva Soto tuvo la amabilidad de invitarme como ponente al congreso que organizó en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Desde donde sale el Sol hasta el ocaso, con motivo del V Centenario de la primera vuelta al Mundo, para reflexionar sobre el Imperio Español. Fue una oportunidad que me permitió y animó a ponerme a la tarea que llevaba ya un tiempo en proyecto: escribir sobre el padre Juan de Mariana como prototipo del ser hispano. Me dio entera libertad de cátedra, tan poco acostumbrada en un ambiente universitario que cada vez se ensombrece más en el sectarismo de las ideologías modernas, y pude exponer lo que pocos académicos se dignan a señalar hoy en día, que la Hispanidad es Cristiandad o no es, y que nuestro jesuita encarnó en su persona y en su doctrina este carácter profundamente católico y profundamente castellano.

La España liberal se construye como un proyecto secularizado, muy contrario a lo que usted acaba de defender mediante la figura de Juan de Mariana…

La España liberal es un fracaso. Fracaso antecedido por la España absolutista, que consolidaron los Borbones y comenzó a plantar la dinastía de los Austria, y al que sucede la herencia del socialismo y comunismo abiertamente bélicos. No son casuales, episodios como la Sublevación de los Comuneros, el Motín de Esquilache, el Levantamiento del 2 de mayo, las Guerras Carlistas, o el Alzamiento Nacional, por citar algunos ejemplos. Son pasajes de un pueblo libre negado a morir, con un fuerte componente patriótico, y por patriótico, religioso, ante una amenaza extranjerizante.

El avance de la secularización ha traído lo que directamente el profesor Alberto Bárcena ha titulado en su último libro de historia, la pérdida de España. Diezmada en su territorio y en su unidad por las independencias y los independentismos nacionalistas -liberales y socialistas-; diezmada en su soberanía, antaño por dinastías extranjeras al servicio de sus intereses familiares, y hogaño por la antigua sovietización y actual europeísmo; diezmada también en su economía por la esclavitud a la usura internacional y al capitalismo apátrida; diezmada igualmente en su religión por decretos tan variados como la entonces expulsión de la Compañía de Jesús o la supresión del Tribunal del Santo Oficio, o las actuales persecuciones en forma de matanzas directas o mordaza pública; y diezmada en su carácter y su moral por el libertinaje liberal y la degeneración de las costumbres, que están destruyendo el último pilar en pie, que es la familia; España materialmente ya no es ni por asombro ese Imperio donde nunca se pone el Sol, pionera en artes y ciencias, descubridora de nuevos continentes… La España absolutista, liberal y socialista es un fracaso, un cúmulo de errores doctrinales, leyes tiránicas e ingeniería social que arrebataron a un pueblo vigoroso su territorio, su soberanía, su economía, su religión, su carácter y su moral.

La unidad nacional, la potencia integradora de sus regiones libres (¡las Indias no eran colonias!), la verdadera representación tradicional con mandato imperativo y juicio de residencia coronada bajo una unidad de mando monárquica, la sociedad de clases medias y propietarios que trabajan para el bien común, la Fe que sostiene la vida del espíritu, más importante que la de la carne, y el vigor de la palabra dada, el calor familiar, el apoyo mutuo, y el cariñoso cuidado de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural, nada tiene que ver con el caos, la división, la esclavitud, la muerte, la desesperanza y el conflicto permanente que han ido sembrando los reyes y las democracias absolutistas en el correr de los últimos siglos. Y Juan de Mariana ya avisaba en las primeras fases del desastre…

¿Juan de Mariana fue una especie de profeta de la decadencia?

Hay que tener en cuenta que nuestro sacerdote jesuita es uno de los historiadores de España más tradicionales y destacados. Sabía lo que era España, a lo que se sumaba un enorme amor por ella. Quería, nos relata Jaime Balmes en un artículo sobre Mariana, «que el trono salido de Covadonga, se asentase sobre cimientos sólidos y anchurosos: la religión, la justicia, las libertades antiguas». Y vio que en su época esto se torcía preocupantemente, perdiéndose el precioso legado que dejaban doña Isabel y don Fernando. Balmes sigue relatando: «En cuanto a España, al ver el ascendiente que iban tomando los privados, y esa dejadez en que se sumía el gobierno, y que por desgracia se hizo hereditaria, levantábase su pecho con generosa indignación, temiendo, no sin motivo, que así se oscurecía nuestra gloria, se enflaquecía nuestra pujanza, y vendría al suelo toda nuestra grandeza. ‘Grandes males nos amenazan’, decía».

No se equivocó; esos males se han ido materializando, con vulneraciones flagrantes de la religión, la justicia y las libertades antiguas que han oscurecido nuestra gloria, enflaquecido nuestra pujanza y tirado al suelo nuestra grandeza. Todo ente se perfecciona atendiendo a su ser, a su forma de ser; lo contrario es su destrucción. De ahí se explica que en la Modernidad, configurada como antónimo de la Cristiandad, hayan progresado países forjados por el gnosticismo y la masonería, como Estados Unidos, y la Hispanidad y sus regiones hayan ido hundiéndose en la decadencia. No, no es la extracción y el comercio del oro de hace siglos lo que hoy supuestamente condena a las Indias a la pobreza material; y tampoco no ser suficientemente arios y modernistas europeos lo que hace a la península ibérica ir a remolque del mundo “desarrollado”… es la pérdida de la unidad territorial, la soberanía, la potencia económica, la Fe, el carácter y la moral. De nuestra identidad… nuestra hispanidad común como hecho diferencial del liberalismo anglosajón y franco, del socialismo germánico y del comunismo ruso y chino; hispanidad heredera del filósofo griego, del jurista romano y de la religión cristiana insertados en una diversidad local enormemente rica y preciosa que da iluminación a ese mosaico armónicamente entitativo, es decir, uno en sustancia y plural en sus partes. Hispanidad, de la que Juan de Mariana es prototipo y encarnación.

Hay liberales que se apropian del nombre de Juan de Mariana y le reclaman como base de inspiración de su ideología laicista…

Permítame una mueca mordaz con una pequeña dosis de indignación ante quienes así obran… Resulta irónico que un sacerdote como Mariana vea colgado su nombre en una república atea como la francesa o en un instituto liberal-libertario español que se precia de defender «la libertad como un fin ético en sí mismo». Un sacerdote que enseñaba al rey Felipe III en su obra Del Rey y de la Institución Real que «no admitas otra religión que la cristiana», y que criticaba en su Historia General de España el pluralismo religioso y de principios como de excesiva «grande libertad». Sobre la tan denostada Inquisición se expresaba en los siguientes términos: «Suerte y venturosa para España fue el establecimiento que por este tiempo se hizo en Castilla: de vn nuevo, y santo Tribunal de juezes severos, y graves, á proposito de inquirir, y castigar la heretica parvedad, y apostasia». Y en cuanto a los espectáculos, llamando a enmarcarlos dentro de los cauces del bien moral, se quejaba de que «la licencia y libertad del teatro (…) no es sino una oficina de deshonestidad y desvergüenza, donde muchos de toda edad, sexo y calidad se corrompen, y con representaciones vanas y enmascaradas aprenden vicios verdaderos».

¡Qué contraste tiene esto con esos liberales que cuelgan su nombre en chiringuitos en los que defienden la legalización abierta de las drogas, la prostitución o el aborto, promueven o permiten la televisión basura, al tiempo que con violencia verbal y/o física callan las bocas de sacerdotes, religiosos y laicos que vienen a advertir lo mismo que nuestro jesuita! ¡Ellos, que careciendo de lo que presumen, luego actúan como rigurosos e inicuos censores para la implantación de un pensamiento único, lesivo en las personas, sus familias y sus comunidades!

Un liberal no apoyaría la unidad católica en un país de mayoría cristiana, un liberal no apoyaría el restablecimiento del Tribunal del Santo Oficio, -en cuyo siglo de auge, por cierto, España logró su mayor florecimiento cultural-, un liberal no apoyaría la moderación de obras, películas, series, espectáculos y otras ofertas “culturales” que dañen bienes morales tales como la castidad, la honestidad, la templanza, y cualesquiera otras sanas costumbres; el padre Juan de Mariana, sí.

¿Y en economía sería un autor liberal?

Hay algunos que pretenden dividir muy equivocadamente el ámbito económico del resto, y alegan que en economía Juan de Mariana sí sería liberal. Ejemplo de ello encontramos a uno de los referentes de finales del siglo XX del liberalismo económico español, el profesor Lucas Beltrán. Sin mencionar las cuestiones más “espinosas” del jesuita, centran su punto en la crítica que hace a la adulteración indiscriminada de la moneda. Y esto es cierto, Mariana, como en otros aspectos, nunca apoyó nada “indiscriminado”. Todas las realidades deben regirse por el orden querido por Dios, la moneda tampoco está exenta. El buen gobernante debe velar por que el dinero cumpla sus papeles naturales, definidos ya desde Aristóteles. Uno de ellos es el depósito de valor. Una moneda sometida a devaluación y sobrevaluación constante es una mala moneda, que debe ser regulada…. por el gobernante.

Este punto, por ejemplo, no lo cuentan los liberales. Mariana no estaba pensando en un sistema financiero de bancos centrales, propios de la era liberal, que prestan su dinero a usura, por mucho que estén sometidos a un patrón oro o reglamentación rigurosa. Respecto al patrón oro, contempló incluso la posibilidad de acuñar papel moneda, y en cuanto a la potestad regulatoria, correspondía al Rey, no a un banquero.

Otra cuestión que podría mencionarse es la de la propiedad privada. El liberal en su modelo de sociedad de “individuos libres e iguales” tiende a idolatrarla por encima del pobre. Para Mariana y los escolásticos hispanos la propiedad privada es recomendable tras el pecado original, pero siempre debe estar sometida al bien común y alcanzar en su reparto «una bien entendida medianía». No es otra cosa que el destino universal de los bienes de la Doctrina Social de la Iglesia, que aspira a una sociedad de propietarios y clases medias, que el capitalismo destruye con su armazón de grandes corporaciones, usura legal, jornadas laborales eternas, y prevalencia del accionista especulador frente a los trabajadores que sacan día a día adelante la empresa. Juan de Mariana no compartía una sociedad proletarizada donde una pequeña minoría copase la mayoría de la riqueza material: «Quiere pues Dios, y está determinado por sus leyes, que ya que corrompida la naturaleza humana ha debido procederse á la partición de bienes comunes, no sean unos pocos los que los ocupen y se consagre siempre una parte al consuelo de los males del pueblo».

Para ello, no es el remedio el socialismo estatista, con su latente y hostil lucha de clases y dictadura del proletariado, sino la religión, la justicia y las libertades antiguas. Sencillamente, un termómetro moral y religioso que encauce por las vías de la justicia las millones de decisiones que toman en el ámbito mercantil los millones de actores, acompañado de un andamiaje de cuerpos intermedios, como gremios, sindicatos, corporaciones profesionales, y un gobierno civil que no se desentienda de lo social y actúe de manera subsidiaria.

El orden político, social y económico que uno se encuentra leyendo a Juan de Mariana S.I. es la proyección propia de la Cristiandad Hispana, no del capitalismo liberal estadounidense ni del colectivismo marxista soviético o bolivariano.

Juan de Mariana también es conocido por su tesis del tiranicidio, que parece que inspiraría a los liberales de la Revolución Francesa; ¿es cierto?

Es otro de los mitos… Que en el ambiente de aquellos asesinos haya sonado el nombre del jesuita, sólo se explica porque Mariana fue tenazmente contrario al absolutismo regio, muy dado por los monarcas franceses y la dinastía que aquí acabó reinando; además, de que su libro Del Rey y de la Institución Real fue quemado por esos mismos absolutistas en el Parlamento de París, acusado como móvil de un regicidio.

Sin embargo, lo cierto es que la doctrina del tiranicidio no es exclusividad de Juan de Mariana; la podemos encontrar en otros grandes escolásticos tomistas de la época. Igualmente, esta doctrina califica de tirano a un gobernador que actúa en contra de la ley natural y del bien común, atentados recurrentes en los regímenes modernistas. Y también, el tiranicidio no es sinónimo de revolución, pues para poder cometerse debe tener un respaldo autorizado y prudencial, no por propia autonomía de la voluntad, y siempre y cuando la nueva situación prevista no vaya a ser más caótica que la que se pretende cercenar.

Además, huelga decir que Juan de Mariana fue profundamente monárquico, decantándose incluso por la sucesión hereditaria frente a la electiva. ¿Cómo va a ser inspiración de una revolución en pos de una república democrática liberal atea un autor y una obra que ilustran los principios de gobernación de un rey, entre los cuales el principal es «servir primero a Dios»?

Por otra parte, no puedo dejar de advertir que el liberalismo individualista y el socialismo colectivista no han supuesto dos vías para abolir el absolutismo de eso que han llamado “Antiguo Régimen”. Estas dos ideologías lo único que han hecho es cambiar el absolutismo de un monarca por el absolutismo de una partidocracia. La libertad del pueblo sigue secuestrada, ahora por una oligarquía de partidos endogámica mucho peor que los caprichosos reyes absolutos. Primero, porque ya no responden por ni ante la nación, sino que están, como denunció en 2014 Mons. Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, al servicio «de instituciones internacionales (públicas y privadas) para la promoción de la llamada ‘gobernanza global’ al servicio del imperialismo transnacional neocapitalista». Y segundo, porque tampoco tienen el freno personal propio de una sensibilidad religiosa arraigada.

La doctrina del tiranicidio de Juan de Mariana S.I. legitimaría in extremis su aplicación precisamente sobre los regímenes surgidos de aquella revolución de la guillotina y sus homólogos anglosajones; tiránicos por propia definición.

Entonces, ¿Juan de Mariana no sería nada liberal?

La falacia recurrente de los liberales, especialmente los denominados “católicos”, cuando hacen este tipo de burdos intentos de encontrar sus raíces en lo más genuino del pensamiento católico hispano, es la de tomar la parte por el todo. Cierto es que Juan de Mariana tiene algún aspecto doctrinal compartido con alguna postura sana de la ideología liberal. Todo mal siempre presenta alguna parte de bien. Pero es importante notar la palabra “compartido con”. Esos aspectos no se pueden sustancializar con la ideología liberal. Tal cosa no “es” liberal, sino “compartida por” los liberales. En última ratio, esas posturas sanas serían católicas, por cuanto en la Doctrina Social de la Iglesia se encuentra la Verdad íntegra de los principios, mientras que las ideologías no llegan más que a ofrecer parciales verdades en un mar de graves errores. Retomo lo último dicho: que tal cosa la pueda Mariana “compartir con” un liberal, no le hace sustancialmente liberal, ni protoliberal, ni paleoliberal, ni tantas otras sandeces que se han añadido a la palabra maldita. Al caso, Guillermo Pérez Galicia pone un ejemplo muy ilustrativo en su introducción a mi libro, Juan de Mariana, arquetipo de antiliberal: que «un gato tenga ojos y boca como tiene ojos y boca un perro, no le convierte en perro; igual que el poner huevos no convierte a una mosca en gallina».

Que Juan de Mariana estuviera en contra de la adulteración indiscriminada de la moneda, no le convierte en liberal. El todo en Mariana es el de un consultor del Santo Oficio, jesuita férreo, sacerdote recto, católico fervoroso y aguerrido patriota. Si lo que enseñó en sus libros se pudiera llevar a la práctica realmente, el liberalismo y el socialismo, con no menor saña que obró el absolutismo monárquico, censuraría sus obras en el Parlamento, y a él muy probablemente se le acusaría de integrista ultracatólico. Esos mismos revolucionarios liberales de 1789 le habrían pasado por la guillotina como sacerdote reaccionario…

¿Qué nos exhortaría Juan de Mariana a los hispanos del año 2020?

A la luz de sus obras, me aventuraría a decir que, antes de nada, volvamos los ojos a Cristo, pues Él y sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida para nuestra salvación individual y social. Mariana lo expresó claro: De «la majestad de la religión… depende la salud del reino».

Más recientemente el Obispo de Alcalá de Henares que mencioné antes, Mons. Reig Pla, también lo ha recordado, señalando en su homilía en la Santa Misa del cuarto Domingo de Pascua, con motivo del funeral a las víctimas del covid-19, que «España necesita volver a las aguas limpias del Evangelio. España necesita a Cristo, el Buen Pastor. El mismo apóstol exhortaba a sus oyentes diciendo: ‘salvaos de esta generación perversa’ (Hech 2, 41). Para ello, como hicieron los primeros cristianos, hemos de volver la mirada al que atravesaron. (…) Sobre la roca que es Cristo, se puede poner en pie a España».

Para poner en pie de nuevo a nuestra patria es necesario regresar a los principios que nos hicieron grandes; principios que encarnó Juan de Mariana, enfrentándose a la irreligión, la injusticia y la licencia moderna con su vida y sus obras. No tuvo miedo a la controversia en su propia Orden, a la cárcel, que padeció, o a la muerte, que tentó.

Mariana nos alentaría a que, poniendo los ojos en Jesucristo, salgamos de nuestro enorme letargo de décadas para volver a recrear las magnas gestas de nuestros antepasados, y defender nuestra más valiosa herencia, que es la Hispanidad. No me gustaría terminar sin usar sus propias palabras: «Llamamos cruel, cobarde é impío al que ve maltratada á su madre ó á su esposa sin que la socorra; y ¿hemos de consentir en que un tirano veje y atormente á su antojo á nuestra patria, á la cual debemos mas que á nuestros padres? Lejos de nosotros tanta maldad, lejos de nosotros tanta villanía. Importa poco que hayamos de poner en peligro la riqueza, la salud, la vida; á todo trance hemos de salvar la patria del peligro, á todo trance hemos de salvarla de su ruina».

Adelante, en pie, nobiscum Deus.

Gracias, Daniel Marín Arribas

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Javier Navascués Pérez

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