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22 de diciembre de 2024 0

Claudio Aníbal Rossi, abogado, profesor y árbitro, padre de 11 hijos, 8 consagrados a Dios

(Una entrevista de Javier Navascués).-

Su mayor satisfacción fue verlos crecer en gracia de Dios

Claudio Aníbal Rossi. 63 años. Casado con María José Rossetto. Padre de 11 hijos 4 sacerdotes del Instituto del Verbo Encarnado IVE. 3 hermanas profesas de las servidoras del Señor y de la virgen de Matará, de la rama femenina del IVE. 1 seminarista mayor del IVE. Dos solterías: una profesora de historia y otra estudiante universitaria. El menor: Ignacio Claudio del Corazón de Jesús que tiene síndrome de Down.

Abogado y profesor universitario de Historia Universal e Historia Argentina y Profesor de Doctrina Social de la Iglesia. Miembro de la Junta Ejecutiva de la Red Federal de Familias y expositor en los congresos organizados por la red. Fue árbitro de fútbol internacional FIFA de 1995 a 2006. Colaborador de la Revista Diálogo y conferencista de los “Cursos de Universitarios” organizado por el IVE. Expositor en el XXIV Encuentro de Formación Católica de Buenos Aires. Noviembre 2024. Colaborador de los libros de Ciencias Sociales de la UCALP 8º y 9º.

¿Cómo nace su vocación a formar una familia?

Mi vocación familiar surge claramente en un ejercicio espiritual de los de San Ignacio invitado por un amigo Diego Ibarra que predicaba el P. Carlos Buela. Yo había hecho otros ejercicios y aunque tenía algunas dudas de vocación, estaba de novio con María José Rossetto y el P. Buela me ayudó muchísimo a ver allí lo que Dios me pedía. Con María José compartíamos las mismas ideas. Ella tenía 15 hermanos y yo 2, pero siempre vimos con claridad que queríamos tener una familia numerosa con muchos hijos para Dios. Lo habíamos hablado con mis suegros sobre todo y ellos nos dieron un gran ejemplo de familia que podíamos imitar.

Felizmente pudo formar una familia numerosa, ¿Por qué cada vez es menos usual?

En nuestro caso, decidimos casarnos cuando yo tenía 23 años y María José 22. Si Dios lo quería estábamos dispuestos a tener los hijos que nos enviara. En esto jugaron un papel muy importante nuestros amigos. Ricardo y Maca, lo mismo que Diego y Sonia tenían ya varios de sus hijos y las familias que frecuentábamos en amistad, también iban en camino a ser numerosas. Veíamos en ellos una confianza en Dios increíble. Nadie se preocupaba demasiado por la cuestión económica y eso fue fundamental como ejemplo. Nunca el dinero debía ser una piedra en el camino para nosotros. La confianza en la Providencia era lo único que nos sustentaba en el modo de vivir. Y prueba de ello es que nunca nos faltó nada, a pesar de los vaivenes económicos que se viven en nuestro país. Dios siempre nos asistió en todo lo que necesitábamos.

Mucho menos usual es que prácticamente todos sus hijos han consagrado su vida a Dios, como sacerdotes o religiosas…¿Cómo agradece este don?

Una sola cosa es cierta: que es un don y una gracia totalmente inmerecida de nuestra parte. Nunca forzamos la vocación de nuestros hijos. Lo que sí hicimos fue abstenernos de poner trabas en su camino hacia la vocación. Cada uno de los que nos pedía entrar al seminario menor en el caso de los varones (cuatro de ellos fueron menores) como al Aspirantado en el caso de las chicas (las cinco fueron aspirantes) lo poníamos en manos del Santísimo Sacramento y en especial del Sagrado Corazón del que somos una familia muy devota. Todos pertenecen al Instituto del Verbo Encarnado fundado por el querido Padre Carlos Miguel Buela y salvo Francisco, sacerdote también misionero en Tanzania actualmente, todos ingresaron en la vida religiosa desde muy chicos. Puedo dar fe que esta es una de las mayores gracias que hemos vivido en la familia. No es fácil el desprenderse de ellos cuando son tan chicos, pero Dios los llama a la edad que quiere y si ellos han decidido aceptar ese llamado, no podemos nosotros negárselo. Si los hubiéramos retenido, esperado varios años, atrasado su ingreso, cuántas gracias se hubieran perdido en su vida de seminario o aspirantado. Ellos mismos nos agradecen que los hayamos dejado ir en su momento. Han tenido una vida muy feliz allí.

Usted dice que es un don inmerecido que agradece, pero sin sentirse por ello mejor que otros padres…

Por supuesto. ¿Quién puede sentirse mejor que otro en esa materia? Cada uno sabe y conoce no solo sus limitaciones sino cómo depende de la gracia de Dios. Solo hay que ser dócil a esa gracia para cumplir la voluntad de Dios, aunque ello cueste mucho dolor en reiteradas veces. Al principio cuesta mucho, pero el premio, como dice la Escritura es el ciento por uno. Muchos padres no se dan cuenta del valor que tiene un hijo sacerdote. Es imposible pensarlo y medirlo en términos humanos, pero cuando vienen de visita a casa el ambiente es distinto a todos los días. Celebran su misa, las conversaciones familiares siempre son edificantes y se siente la presencia de Dios, no solo en nosotros sus padres, sino en sus hermanos y la familia en general.

¿Cómo pudo influir la educación católica y ejemplo que recibieron en casa?

Siempre en casa se dio prioridad a la educación católica. No solo en los colegios que elegimos para nuestros hijos sino en las prácticas diarias. Por ejemplo el rezo del Santo Rosario siempre fue materia de prioridad familiar. Lo rezamos desde siempre juntos. Cuando eran chicos los primeros, confieso que ponían en riesgo mi poca paciencia, pero la perseverancia de la madre hacía que siguiésemos rezando a pesar de las interrupciones y falta de atención en ellos. Eso fue lo que nos mantuvo siempre unidos y creo que forjó también la vocación de algunos de ellos que gustaron de chicos de lo lindo que es rezarle a la Virgen por ejemplo. Pero creo que una de las cosas que más influencia tuvo en la educación de nuestros hijos fueron las buenas familias que nos rodearon, con los mismos ideales cristianos y con hijos amigos de nuestros hijos que compartían una causa común, la de tratar de ser santos. Cuando se cuenta con esos amigos, todo es posible.

¿Cómo le ayudó rezar unido con su esposa e hijos a mantener la paz y alegría en el hogar?

Precisamente eso fue lo que mantuvo siempre la unidad pero principalmente la alegría de estar todos juntos. Nos une permanentemente la oración familiar. La mayoría de ellos están lejos de casa. Juan Manuel del Corazón de Jesús, Aldo Luis del Corazón de Jesús y la hermana María del Humilde Corazón, están en España y dos de ellos son contemplativos. José Ramón del Corazón de Jesús en Grecia. La hermana María Cordis Sancti en Italia, Francisco Javier del Corazón de Jesús es misionero en Tanzania, mientras que Emilio Gabriel del Corazón de Jesús y la Madre María Solatium están en San Rafael. Además viven con nosotros María José del Carmen, María del Rosario y Nacho, el benjamín. Nos unimos rezando mucho juntos como por ejemplo las treintenas de San José.

Abogado de profesión, ¿cómo nació su inquietud por la docencia?

Mi verdadera vocación siempre fue la docencia. Empecé de muy joven y nunca la dejé. Soy profesor universitario y en los colegios y profesorados tengo clases de historia universal y en especial de Argentina. Es el apostolado que elegí para mi vida y le he dedicado con mucho empeño largas horas de mi existencia. Enseñar es una tarea de mucha excelencia y me siento un privilegiado de poder ejercer esa vocación, que como decía José Manuel Estrada, un defensor de la educación católica en Argentina en el S. XIX contra los embates de la masonería y el laicismo, es una elección de vida que se asume desde la labor diaria, las exigencias, la lucha, el agotamiento, la esperanza y la alegría de hacer lo que elegimos ser. No hay educación posible sin Dios. En eso trato de poner mi empeño desde hace muchos años.

Incluso llegó a compaginar todo ello con su labor de árbitro profesional de fútbol. ¿Cómo fue la experiencia?

Fue árbitro asistente de la Asociación del Fútbol Argentino durante 22 años y 13 años lo fui de la FIFA representando a la Argentina en los mundiales juveniles sub 20 de Malasya (1997) y Emiratos Árabes (2003), lo mismo que en la Copa del Mundo Francia 1998 y la Copa América de Colombia 2001. Siempre traté de complementar el deporte con la vida familiar, pero siempre dando prioridad a mis hijos a pesar de que por esa profesión les restaba mucho tiempo. Sin embargo los viajes continuos me enseñaron a querer y valorar más a mi familia y a sustentar todo en base a ellos, ya que en los momentos más difíciles siempre son ellos los que me apoyaron y me ayudaron desinteresadamente.

¿Qué le diría a otros padres para que se animasen a tener muchos hijos?

Dos cosas: que no hay nada más lindo que los hijos. Son el fruto del inquebrantable amor matrimonial y la prolongación nuestra en la familia y una bendición para la Patria que los necesita. Nada más contrario al egoísmo que los hijos. Y en segundo lugar que no tengan miedo de tener muchos hijos. Dios no se deja ganar en generosidad y nunca les va a faltar nada aquellos que son generosos en la transmisión de la vida. Nos hacemos demasiados problemas pensando en que necesitan muchas cosas. Nada es importante salvo que sean santos y salven el alma y en eso nuestro trabajo como padres es irremplazable. Por eso animar mucho a los jóvenes matrimonios a tener hijos que es un fin propio de la unión en el Amor verdadero.

¿Cuál ha sido su mayor satisfacción como padre?

Mi mayor satisfacción es verlos crecer en gracia de Dios. Que todos mantengan viva la llama de la aspiración a la santidad. El nacimiento de Nacho, el último, que tiene síndrome de Down, ha sido la bendición más grande. Si algo faltaba para que nos mantengamos unidos en la Fe y la Caridad fue su nacimiento y en eso va otro agradecimiento infinito a Dios porque ha sido una caricia para nuestra familia.

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