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7 de abril de 2025 0

El fundamento: el amor fraterno

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Siempre fue así? ¿Qué hay ahora distinto de hace 200 años ?

La tecnología siempre cambió las cosas. La tecnología siempre cambió los equilibrios de poder. Las primeras armas de bronce dieron la posibilidad de los primeros ejércitos y estrategias respecto a la piedra. La pólvora necesitaba ya de ejércitos permanentes y entrenados, un estado fuerte, un monarca fuerte. La bomba atómica impidió una guerra abierta entre bloques o, al menos, la apariencia de ese enfrentamiento y la perdida de las naciones.

Ahora vivimos en la era “de la vigilancia”, mal llamada “de la información”. El Estado sabe y sabrá todo de nosotros, no habrá resquicio a la libertad de reunión, pensamiento o expresión. Estamos a punto de llegar al infierno en la tierra. Es cierto que las personas no hemos cambiado en los últimos 200 o 500 años. Tendemos a pensar que antes la gente era muchísimo más cristiana, que la sociedad medieval era un paraíso de amor y caridad. Si bien es cierto que, sobre todo, había un predominio cultural cristiano y la sociedad de consumo no habitaba en las mentes y espíritus, también es cierto que había una sociedad de picaresca y polaridad, de Hidalgos y mendigos, de duques y rufianes, una desigualdad extrema, a veces ligeramente amortiguada por la caridad entre pudientes y no tan pudientes y pobres miserables. La sociedad nunca ha cuajado en una sociedad plenamente cristiana, aunque, al menos en teoría, la fuerza invisible de la moral vigente actuaba como aglutinador de la sociedad, sin olvidar que moría gente de hambre al lado de fastuosos palacios.

Desde hace poco más de un siglo ha habido un período ininterrumpido de creciente abundancia material, sólo las guerras casi devolvieron a la sociedad a situaciones pretéritas. Esta abundancia material ha sido gestionada, cada vez más, por el Estado, en parte por ser la entidad que suele apropiarse del Poder, de la tecnología de control, también de control de los alimentos. La antigua y muy imperfecta caridad preindustrial ha sido sustituida por el Estado, y con el tiempo el Estado se ha convertido en el referente moral de la sociedad. Es cierto que en esta estatalización ha habido más factores, tales como sociedades secretas, élites económicas, religiones ajenas a la cristiana, pero nada de eso hubiera sido posible sin la tecnología, ni sin la abundancia. Vivimos en la abundancia, tanto de comida como de objetos y entretenimientos, esto ha matado la caridad personal. La otra forma de relación entre personas es el intercambio comercial, el trueque, éste se ha industrializado y compra a empresas, a tiendas, cada vez más anónimas y cada vez más alejadas de la persona. Uniendo estas dos superpotencias de las relaciones humanas, a saber, el Estado y las corporaciones, llegamos a que las personas dependen de ambas para relacionarse, incluso para orientarse sobre lo que está bien o mal, sobre lo que pueden obtener o no. En consecuencia, cada uno de nosotros está aislado entre sí y sólo vinculados hacía arriba por estos estados y corporaciones, que, además, nos controlan con la tecnología disponible y que no va a desaparecer.

¿Cómo romper este prestigio de lo estatal y corporativo ? ¿Esperar un colapso? Sabiendo que la sociedad está totalmente estructurada entorno a estos dos grandes personajes: la corporación y el estado, ¿cómo colocarse en medio de ellos? Haciéndoles ver que estos dioses no quieren cubrir sus necesidades, sino sus propios intereses y que su vida es infeliz porque les falta Dios y les falta el amor al prójimo, no hay prójimo en absoluto. Es este amor el único amor que puede llenar, el amor a Dios y al prójimo. Este “trabajo” de reeducación es, de hecho, un acto de amor fraterno, prácticamente el único que nos queda, exceptuando la caridad económica directa, una vez que casi ya no hacemos trueque, ni damos servicios personales no onerosos a nuestros semejantes.

Cuando contactamos con alguien anónimo en la calle, para informarle sobre la Agenda 2030 o sobre alguna verdad urgente, la pregunta que le surge inmediatamente es: ¿Qué vendes? Equivalente a “¿de parte de qué corporación vienes?” Y si le interpelamos por cuestiones “religiosas”, su respuesta inmediata será:” Ah, pero eso ya me lo proporciona el Estado”. De hecho, sólo nos escuchará si entroncamos con alguna queja o problema que haya tenido con este dios estado-corporativo, en un momento de debilidad de la fé en su dios, cuando falla alguna de las promesas de este dios: comida, servicios, felicidad, servicios médicos u otro aspecto. Solo en este momento, se nos abrirá una rendija en la que mostrarle el verdadero Dios, la verdadera felicidad y lo que supone ser hermanos, pero sólo si nosotros hemos dado también ese paso de encuentro y de “evangelización”, en minúsculas, de la parte de la verdad que nos toca y que podemos transmitir.

Esto implica humildad y comprensión, nada de supremacismos culturales, nada de reproches, nada de apabullarle con información que nos ha costado meses o años asimilar.

Estos pequeños pasos hacia la verdad histórica y social nos irán poniendo en disposición de la Verdad completa, la Verdad de Cristo; es díficil acercarse a Cristo y estar rodeado de mentira y de pecado, tanto si se es consciente de ese pecado, como si se es ignorante. El consciente está haciendo dejación de su labor de luchar contra el mal, es ignorante tiene una venda en los ojos. También es posible desmontar todas las mentiras del sistema con una Fe profunda y fuerte, o incluso con una combinación de lucha contra la mentira y fortalecimiento de la Fe. En cualquier caso, la Fe es parte integrante de la erradicación de la mentira y del pecado.

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