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¿Por qué se tolera la pornografía?

(Por Javier Garisoain) –

Se habla estos días, por enésima vez, de la abolición del llamado oficio más antiguo del mundo. Y resulta curioso ver cómo hay un punto en el que parecen encontrarse los santones abstemios del progresismo con los moralistas más clásicos. Es curioso porque coinciden en los medios, no en el fin. Parecen en cualquier caso muy valientes y muy dignos los señores diputados cuando reprueban la prostitución. ¿Pero se atreverán algún día con la pornografía?

Pocas son las civilizaciones que han conseguido eliminar la prostitución. Ni San Luis ni San Fernando lo consiguieron en sus reinos. Pero con ser dañina, el porno es mucho peor. Es aparentemente mas suave, menos escandaloso, y sin embargo es más inhumano, a la larga más destructivo. Al menos estamos de acuerdo en castigar la pornografía infantil, que es el porno hecho con niños para consumo de adultos. ¿Pero qué pasa con la pornografía hecha por adultos para consumo de niños? ¿Por qué se tolera?

La pornografía que se acumula en internet, al alcance de cualquiera, es más dañina y más deshumanizadora y sería más fácil de prohibir que la prostitución. Además, sin porno habría menos prostitución. ¿Por qué no hacen nada al respecto los poderosos? Los partidos, que ahora se alborotan hablando de las trabajadoras del sexo y sus proxenetas ¿Por qué no toman alguna medida? Cualquiera diría que los partidos tienen miedo. ¿Temen acaso que sin esa droga podría ocurrir que los jóvenes se desfogaran rebelándose contra el sistema?

Los que dicen que no se pueden poner puertas al campo y que es imposible eliminar, o reducir drásticamente, el porno por internet. ¿Han probado a hacer una pequeña búsqueda para localizar a las principales porno-productoras? Sí se puede. Claro que se puede. Que opinen los informáticos de la sala, o que inventen algo. Mientras tanto nada me quitará el convencimiento de que, queriendo, eliminando para empezar todo lo que se entiende que es pornografía de libre acceso, se podría limpiar fácilmente por ley la inmensa mayoría de todo este vertido. Quedarían resquicios, claro, pero al menos ya no habría porno para cualquier niño a golpe de un simple clic que es lo que pasa ahora.

En realidad bastaría para empezar con cerrar o bloquear unas pocas empresas. Si expulsaron a presidente de los USA de Twitter ¿no podrían expulsar a esa gentuza? Observen que esa industria no ha creado una mera opción de ocio alternativo sino un producto adictivo que genera zombies al servicio del sistema y para su lucro personal.

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En la actualidad no es común saber quién se esconden tras las polémicas plataformas.

Este asunto de la pornografía se suele entender como un simple vicio oculto personal -que lo es- y por eso a veces no es fácil apreciar su dimensión social. La realidad es que el porno enrarece las relaciones entre los sexos y afecta a la nupcialidad y a la natalidad. La escalada en internet de esta peste en los últimos 20 años es comparable a la de los juegos de azar y no sería muy descabellado incorporarla al caldo de cultivo que ha convertido el suicidio en la primera causa de muerte no natural entre los jóvenes. No, con las adicciones que tolera -o que alienta- el sistema lo que está en juego no es la libertad o la responsabilidad individual sino el mismo orden social.

El mundo necesita personas virtuosas, lo mismo que espacios limpios, humor blanco, pureza e inocencia. Si rezáramos bien el Padrenuestro entenderíamos lo que encierra su última doble petición. No se trata tan solo de educar niños fuertes para que sean capaces de mantener la virtud en medio de un burdel. Hay que exigir además a los gobiernos que acudan en socorro de los débiles y los inocentes. No se trata tan solo de no caer en la tentación. Hay que exigir, a quien tenga poder para ello, que nos libre del mal.

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