Fuera complejos
(Xabier Arriada) – La semana pasada, el presidente estadounidense Donald Trump firmó una orden ejecutiva para hacer legal llamar maricones y retrasados (fags and retards) a los amigos cuando éstos estén haciendo alguna mariconada o cosa propia de retrasados mentales.
Más allá de que a los de siempre les escuezan las almorranas, a los más les parezca una frivolidad y a otros una ocurrencia más o menos graciosa; lo cierto es que Trump está enviando un claro mensaje al público en aras de romper la hegemonía cultural del tan mal llamado “progresismo” izquierdista.
Ignoro el recorrido que pueda tener ante una comisaría la denuncia contra cualquier persona de a pie por parte de otra tras recibir alguno de esos dos epítetos aunque presumo que no llegaría muy lejos. No debería al menos, pues los juzgados ciertamente tienen cosas mucho más importantes que tratar aunque todo es posible a estas alturas.
La cosa cambia es si el insulto proviene de “alguien” y ese alguien tiene una mínima relevancia pública. Veamos, por poner un ejemplo reciente, el caso del actor metido a actriz cuya carrera hacia el Oscar parece ya truncada por haber tenido la osadía de escribir comentarios aparentemente racistas en una sociedad en la que supuestamente reina la libertad de expresión. El actor ya salió, con lágrimas en los ojos, pidiendo perdón. Las lagrimitas en público están muy de moda, particularmente entre la audiencia a la que van dirigidas las disculpas. Ya me gustaría a mí ver menos lloriqueos y más gente de su colectivo otorgando ese perdón a quienes son tachados de lo-que-sea-fobos por no seguirles el juego pero ese es otro tema.
En realidad el insulto y quien pueda sentirse ofendido es lo de menos. Es una simple excusa para crear una polémica de la nada y poder así deshacerse de alguien o enviar un recordatorio a la audiencia: te podemos destruir socialmente cuando nos venga en gana. Por eso es tan significativo que Trump firme una orden con la cual los ciudadanos de su país puedan estar tranquilos y no temer a que se les acuse de un delito de odio por una nimiedad.
Otro efecto positivo del gesto es que es un pequeño paso de vuelta a la normalidad. La gente cada vez está más cansada de los que le dicen de qué y por qué ofenderse y empieza a aplaudir a quienes adoptan el papel del niño del cuento y dicen sin tapujos que el emperador va desnudo. Al pan, pan y al vino, vino.
Se va normalizando el que líderes como Milei digan sin cortapisas, y con muchísima razón a mi juicio, que a los zurdos no se les puede dar un milímetro en los términos simples y llanos que utiliza cualquier persona en su día a día sin causar alboroto alguno en sus oyentes.
– “Pero ¿por qué les ponés de mierda, digamos?” Pregunta la cándida entrevistadora. – “¡Porque son una mierda!” responde el presidente argentino sobre los políticos “de izquierdas”. Así, sin complejos. Simplemente refrescante para todo aquel que esté harto de que sólo puedan insultar los “bienpensantes”, sagrado corazón vacuno de por medio.
Fags and retards, ladies and gentlemen…