(Por Javier Garisoain) –
Cada uno tiene sus cruces y sus pecados. Debilidades para las que hay siempre remedio cuando se conservan la fe, la humildad y la conciencia de pecado.
El problema es cuando se engorda el ego dotando al individuo de una libertad exagerada que aumenta el orgullo y oscurece la conciencia. Hablamos de la hipertrofia de la libertad o, lo que es lo mismo, del liberalismo.
En la sociedad tradicional o pre-liberal cada persona era tentada en uno, dos o tres pecados. Pero no en todos. Por eso existían, tal y como atestigua la literatura en el caleidoscopio de sus tipos humanos, ladrones generosos, asesinos fieles a su palabra, o tiranos piadosos. Nuestros abuelos eran cristianos y disponían de la lista de los diez mandamientos como una ayuda práctica para minimizar los daños. Como los compartimentos estancos que evitan el hundimiento de un barco, así es como funcionaban. La expresión genérica de “es una buena persona” no les decía nada. Las tablas de Moisés, la lista de los pecados capitales, las bienaventuranzas… eso sí que ayudaba a crecer y no la ñoñez difusa de “procura ser una buena persona”.
En cambio, en este tiempo parece que final de la historia, los errores se encadenan constituyendo entre los adoradores de la intocable diosa libertad extensas estructuras de pecado. Lo de “ser buena persona” es tan solo el envoltorio del caramelo porque en realidad ellos viven y quieren que vivamos como si conculcar uno tras otro los diez mandamientos hiciera aumentar nuestros derechos.
Alguna razón tiene que haber para que los pro-muerte, por ejemplo, sean al mismo tiempo mentirosos compulsivos, para que se hayan hecho ateos, renieguen de la familia, defiendan la pornografía y relativicen los ataques a la legítima propiedad.
Me dirán que exagero, que en el mundo real hay muchos grises. Sí, aún hay grises. Todavía se vive de inercias. Pero cada vez menos. El mal se expande. Y si antes se contentaba con anularnos a cada uno con dos o tres pecados personales ahora tiene en su mano nuestra alma entera y a tiempo completo.
En resumen: antes, señores liberales, teníamos diez pecados para elegir. ¡Hasta en eso éramos más libres! Ahora es o todo o nada. Ser relativista consiste en pecar contra todos los mandamientos a la vez.