(por Javier Urcelay)
Estimado Director,
En la edición de ayer día 8 del periódico de su digna dirección, el humorista Puebla publicaba una viñeta en la que se identificaba al Carlismo -grotescamente caricaturizado, como vienen haciendo los medios liberales desde hace dos siglos- con el PNV de Andoni Ortuzar.
Es difícil en un solo dibujo reunir más deformación de la realidad y desconocimiento de la historia. El Carlismo no solo no tiene nada que ver con el nacionalismo vasco, sino que ha combatido siempre sus ideas separatistas. Como muestra, conviene recordar que durante la Guerra Civil de 1936-39, los tercios de requetés vascos y carlistas lucharon en el bando nacional contra los gudaris. Durante los años de plomo de ETA, las balas asesinas de los terroristas abertzales se cebaron en decenas de militantes y simpatizantes carlistas. Baste citar los nombres de Josemari Arrizabalaga, Carlos Arguimberri, Víctor Legorburu, Esteban Beldarraín, José Javier Jaúregui, Elías Elexpe, Dionisio Imaz, Jesús María Colomo, Luis María Uriarte, Jesús Ulayar y Alberto e Ignacio Toca Echeverría, carlistas vascos y navarros asesinados por el terrorismo etarra. El terrorismo de ETA le valió al PNV -no digo que pretendidamente- para eliminar al Carlismo, la única fuerza que podía competir con el nacionalismo en arraigo popular y defensa de la identidad vasca, pero desde su profunda españolidad.
El Carlismo ha defendido siempre la unidad de España contra los separatismos locales. Otra cosa es que la España unida que defiende, bajo la Monarquía tradicional, respete las legítimas autarquías de los cuerpos sociales, incluidas las de las regiones, sean estas históricas o geográficas, y que en el caso vasco se materializaron en su régimen foral, que nada tiene que ver con la democracia liberal que gusta al PNV.
Identificar al Carlismo con el nacionalismo y caricaturizar burlonamente su estandarte con el cuatrilema Dios, Patria, Fueros, Rey, portado por un cura trabucaire, no solo es demostrar una profunda ignorancia histórica y política, sino también mancillar una bandera -con el águila bicéfala imperial y la cruz de Borgoña de nuestra pasada grandeza histórica- y ofender la memoria de los miles de carlistas que dieron su vida por Dios y por España a lo largo del último siglo y medio de azarosa vida nacional.