La historia de las naciones tiene unos ritmos que escapan a las luchas de partidos y a las vomitonas ideológicas. Van más allá de los intereses personales de los políticos trileros y mucho más allá del horizonte electoral que mueve a la partitocracia. Eso que los derechistas más alarmistas llaman la “gran sustitución”, o sea, la invasión demográfica y cultural que están sufriendo las viejas potencias coloniales europeas está directamente relacionada con decisiones que se tomaron hace casi dos siglos.
Los pueblos tienen pecados y virtudes pero sus cielos y sus infiernos no están más allá sino aquí mismo, y suelen parecerse mucho a eso que llamamos consecuencias.
Las colonizaciones europeas, salvo honrosas excepciones, fueron depredadoras, racistas y esclavistas. Los ingleses presumían de conocer a los clásicos grecorromanos pero a la hora de la verdad se dedicaron a imitar a fenicios y vikingos.
Los colonialistas franceses por su parte, siempre haciendo las cosas más complicadas de lo que son, algo debieron errar para acabar siendo expulsados como perros de indochina, de Argelia, de Costa de Marfil… Y eso por no mencionar el infierno de Haití que dejaron en su parte maldita de La Española.
Se mire como se mire, aunque viva uno empachado de leyenda negra, la Hispanidad brilla aún más cuando se comparan sus resultados prácticos con los de las otras formas de expansión europea que conocemos. El esclavismo que practicaron los europeos modernos, por ejemplo, ni siquiera tenía que ver con la brutalidad primitiva de los paganos sino que fue un neo-esclavismo, racionalista, utilitarista y racista, o sea, dotado de un aire científico. (Por cierto: “neo-” no suele significar nuevo sino peor. Casi siempre).
Pero he hablado de consecuencias. Hechos que se acumulan para anunciarnos uno tras otro la muerte del Occidente que conocemos. Creo que lo que esta aconteciendo en Europa no responde a un malévolo plan neocomunista que quería aplastar el paraíso liberal burgués sino que se trata de las puras consecuencias de malas ideas y de malas acciones.
Malas ideas que han vaciado a las naciones europeas. Vacío literal porque han hecho perder a los europeos hasta el gusto por vivir y dar vida. Y malas acciones que han creado legiones de pueblos rencorosos.
Una de las ironías mas sangrantes es que los cabecillas del rencor se han criado todos ellos en las universidades, ejércitos y logias europeas. Desde Gandhi, hasta Bin Laden, pasando por Idi Amin. ¿Qué clase de complejo autodestructivo fue el que les enseñaron sus maestros europeos?
En la gran historia de los imperios los hay constructores e integradores como Roma, el Austro-Húngaro, la misma Rusia o la Monarquía Católica hispánica y depredadores racistas como los demás pequeños o grandes neoimperios. Lean a María Elvira Roca. Y cuando digo constructores e integradores no quiero decir perfectos. Lo que quiero decir es que sí, que es posible y sano establecer comparaciones. Porque conforme va pasando el tiempo la gran historia pone a cada uno en su sitio.