De cómo nos “cargamos” lo nuestro… El ejemplo de los buenos catalanes.
(Por José Fermín Garralda) –
Vengan unas modestas consideraciones de régimen interno.
“- Yo no quiero que lo nuestro muera”- decía el último de la fila a quien consideraba su capitán y líder, el primero y más alto de la Compañía. “- Yo no quiero que muera la labor que hasta hace poco consideramos necesaria, labor de todos y para todos los españoles de bien-“. “- Que no quiero dejar morir nuestras herramientas de trabajo con el pretexto de que se oxidarán por inútiles sólo las que realmente sobran, ante la necesidad de cambiar para ser eficaces”.
Parece que subrayando la necesidad de cambiar, nos está amenazando el mito del “cambio” y del “recambio”.
¿Querrán decir, los que ahora flojean, que se equivocaron de medios cuando estaban en forma? ¿Ya saben qué van a hacer con lo nuestro -que es de todos- cuando las herramientas queden oxidadas? ¿Querrán dejarlas oxidar más que lubricarlas a conciencia? ¿Pensarán que, quienes nos podrían seguir, nos seguirán aún sin saberlo? ¿Que no es necesario formarse y actualizarse?
Hay muchas maneras de flojear. Hoy, flojear es abandonar poquito a poco lo encomendado, es hundir lo propio, es entregarse. La desidia y la pereza tienen muchas caras, muy lejos todas de ser ejemplares y de enseñar al que no sabe.
Flojeo si abandono una trinchera, por sencilla que parezca -máxime si no hay otra- que es freno y punto de partida para extenderme más allá de la vista.
Pero los hay que no flojean. ¿No han impedido dictatorialmente la Santa Misa de los mártires de la Tradición en el cementerio de Montcada (Barcelona)? Sí, ha llegado el momento en que lo bueno y muy bueno, está expresamente prohibido.
Flojeo si no soy agradecido, pues el desagradecimiento puede llegar a ser uno de los inconvenientes del sufrido carlista. Pues agradezcamos a los buenos catalanes que acudieron a la llamada para la fiesta de los mártires de la Tradición. Flojeo si no valoro a los de mi alrededor y sólo tengo miradas y palabras para los que se me acercan por primera vez. En ese caso además soy tonto. Flojeo si digo a otros que hagan mientras yo no hago. “- Pues mire, así es imposible sonreír y prosperar”.
Flojeo si mi crítica antecede a mi reconocimiento del otro, y si miro a los míos con lástima por la presunta incapacidad que les atribuyo. Si digo que otros lo hacen mejor que nosotros (- “Siempre los demás lo hacen mejor, oiga”), para así abandonar mis compromisos, sin que se note y como quien echa balones fuera.
Flojeo cuando me creo católico, tradicionalista y hasta carlista desde el vientre materno y sin trabajarlo. Si supongo que la Causa se identifica conmigo y no al revés.
Flojeo si no reconozco a los responsables de la Comunión Tradicionalista Carlista, que en efecto -y para mi suerte- también son mandos en la CTC: podría hasta imaginar que sobran. Flojeo si no ayudo. Si no me dirijo a ellos y sólo quiero que ellos se dirijan a mí. Conquistado sin advertirlo por el Liberalismo, actúo como Señor absoluto de mí mismo y creo que sólo me manda Dios -dicho sea con el mayor respeto-. O actúo como un protestante, refugiándome en la intimidad de mi conciencia.
Flojeo si me dejo y no me pongo en forma. Si desconfío de las fuerzas que ofrece la naturaleza, y si en mí predomina el quietismo, con pretexto de que todo es Gracia de Dios. “- Haced lo que os digan pero no hagáis lo que hacen”. Si creo que es únicamente la hora del santuario. “- Bueno, esto suele ser falta de fe. Sí, todo es Gracia, pero ésta actúa cuando nos abrimos con ella en corazón y obras”.
Flojeo si creo que ya me sé todo. Si no estudio, repaso y me actualizo. Si creo que “mi tiempo” ha acabado. Si considero que la Causa está perdida y que otros harán surgir una parecida conforme a las nuevas circunstancias. “- ¿Una parecida… o la verdadera solución?”. Si estoy ocupadísimo con mi vida privada. “- Así, supongo que Vd. votará una vez cada cuatro años, eso sí, en las elecciones europeas, Congreso, Senado, Gobierno autonómico y Ayuntamiento; mucho trabajo”. Si quiero protegerme de los carlistas, a mí, a mi esposo/a, a mis hijos.
Flojeo, desmayo en la Fe, me desanimo contra la Esperanza, y me vacío de Caridad, si creo que amar a la Causa es una forma de idealismo, una entelequia, más que amar a aquellos a quienes beneficia. Así me quedo solo.
Flojeo si sobre todo quiero ganar, más que servir.
Flojeamos cuando no damos rendimiento a las herramientas que tanto esfuerzo costaron y no creamos otras.
Flojeamos cuando no repasamos nuestro Ideario, los principios y programa.
Pues si unos flojean, “los que queden… que sigan” (Emilio Mola).
Ante la persecución, reactivación. E imitemos a los buenos catalanes de ayer y de hoy.