(por Javier Urcelay)
La “Historia del Tradicionalismo español”, publicada en treinta tomos, es una obra de referencia para cualquier interesado en la historia del carlismo. Suele mencionarse a Melchor Ferrer como su autor, y olvidarse que otros dos publicistas tradicionalistas colaboraron a su redacción: Domingo Tejera, y José F. Acedo.
Francisco José Acedo Castilla (Sevilla, 12 de octubre de 1916-21 de abril de 2004), fue destacado jurista y humanista, recordado por su labor en el Ateneo de Sevilla y en la fundación del Círculo Cultural Balmes, del que fue factótum. Sus vinculaciones anteriores con la Comunión Tradicionalista, su apoyo incondicional a Domingo Tejera de Quesada y su entrañable amistad con Manuel Fal Conde, fueron hitos en su larga vida social y profesional. Políticamente fue tradicionalista y monárquico convencido, pero de esos tradicionalistas que se acercaron a Don Juan de Borbón a finales de los años 50 del pasado siglo, visitándole en Estoril.
Más nos interesa la figura de Domingo Tejera de Quesada [Las Palmas de Gran Canaria, 1881-Sevilla, 1944], de quien este año se han cumplido 80 años de su muerte.
Domingo Tejera es un nombre que merece recordarse entre las grandes figuras del carlismo del siglo XX. Ostenta el meritorio récord de haber sido el periodista andaluz más perseguido de los últimos dos siglos: tras diversos e importantes destinos periodísticos en Madrid, se trasladó a Sevilla y dirigió el periódico católico El Correo de Andalucía -al que le incorporó el magistral de la catedral sevillana José Roca y Ponsa- y el tradicionalista La Unión, y fue procesado un total de sesenta y tres veces por la II República. Durante ese período de tiempo, el diario tradicionalista La Unión fue asaltado, incendiado, suspendido… y su director perseguido por las autoridades, y objeto de varios atentados, así como su domicilio asaltado y destruidos sus archivos. Tejera hizo del periodismo ejercicio heroico de las virtudes cristianas, en dramáticas circunstancias de tiempo y lugar.
En las elecciones generales de noviembre de 1933, fue elegido diputado por la provincia de Sevilla como tradicionalista independiente. Redactó una propuesta de reforma constitucional de un solo artículo: “España es una nación que quiere regirse por la ley de Dios. En su virtud, todas las leyes positivas y disposiciones de la autoridad que no se ajusten a aquella ley eterna no prosperarán y quedarán asimismo derogados cualesquiera preceptos de leyes, decretos y órdenes que contradigan lo dispuesto en esta Constitución”.
Al producirse el Alzamiento Nacional de 1936, dejó la dirección de La Unión y se alistó voluntario con los requetés del Tercio Virgen de los Reyes marchando al frente de Córdoba, donde fue herido el 23 de octubre de 1936. De regreso a Sevilla, fue encarcelado unos meses por enfrentarse a Pedro Gamero del Castillo. Entre 1940 y 1944, cerrado su periódico a final de 1939, Domingo Tejera inició un nuevo calvario de privaciones e ingratitudes que no le arredraron. En esa época y junto a Melchor Ferrer y José F. Acedo Castilla, publicó la monumental Historia del Tradicionalismo Español.
Pero como señala Nicolás Salas en la semblanza que publicó en El Correo de Andalucía, “el legado más importante de Domingo Tejera de Quesada, fue su propia vida. Ninguna adversidad, amenaza o vinculación política, modificó un milímetro su recto criterio en momentos tan dramáticos como le correspondió vivir. Tampoco las serias dificultades económicas de su numerosa familia, alteraron nunca su digno proceder. Siempre fue un hombre con voluntad inquebrantable y confiado en la providencia divina. Cuando murió el 11 de junio de 1944, su única y verdadera herencia fue legar a los suyos una vida intachable, un recuerdo permanente de honradez, un testimonio de fe cristiana. Y un profundo amor a España”.
No en vano había dejado escrito: “El Reino de Dios está en nosotros mismos, en la enmienda de la conducta, en la oración, en acercarse diariamente a los altares, y así confortados y fortalecidos, no temer la pérdida de la vida si en las luchas civiles se arriesga, pensando en Dios y en que triunfe su ley como reguladora suprema de la vida social”.
Como recogía su recordatorio fúnebre, tras su muerte en 1944, “este amor a la verdad y esta profesión gallardísima de la fe, se fundaron en una piedad solidísima, la práctica santa de la Comunión diaria, la caridad con los pobres -Tejera fue Terciario franciscano-, el amor a la vida de familia y la resignación más ejemplar con la santa pobreza”.
“Dadme, Señor -rezaba diariamente-, un poco menos de lo necesario”, porque es muy común, explicaba, que pidamos como necesario mucho que realmente es superfluo.
Los carlistas disponen de muchos grandes hombres y mujeres que tomar como modelos de vida y virtud en el servicio a la Causa del Reinado Social de Cristo.
Domingo Tejera es, sin lugar a dudas, uno de ellos.