El liberalismo es más que pecado
(Por Carlos Ibáñez) –
Efectivamente: de otros pecados se aprecia la fealdad. Y el pecador se siente impulsado a arrepentirse. En el liberalismo no ocurre eso. Por el contrario, la misma palabra hace atractivo el error más horrible que nos hace arrinconar a Dios.
Corresponde a los españoles el triste honor de haber denominado liberalismo a las ideas de la Revolución. Los españoles somos especialistas en encontrar eufemismos y dorar píldoras. Cervantes titula una de sus novelas ejemplares “El Amante Liberal”. Porque “liberal” era sinónimo de “generoso”. Los revolucionarios de 1812 se aplicaron tan hermoso calificativo.
Terminaba mi bachillerato cuando, a través del semanario “Misión”, adquirí un ejemplar de “El Liberalismo es Pecado”. El Prefecto de mi colegio, que seguía mis pasos y estaba enterado de mi Carlismo, me advirtió: “Esa obra ha sido muy discutida”. Discutida, o no, lo que en ella aprendí ha sido mi guía para mi lucha política. Para mi rechazo total al liberalismo, en todas sus formas, y a sus seguidores.
Ese rechazo ha llegado en ocasiones a rozar el odio que me han inspirado sus personajes. Una meditación cuaresmal me ha hecho recordar el mandato divino de amar a los enemigos. Son hermanaos nuestros. Dios los ama como a nosotros. Y estamos obligados a amarlos como los ama Dios. Y esta obligación no tiene ni rebajas ni exenciones.
Los lectores comprenderán lo difícil que ello es. ¿Cómo amar al sujeto que desde la pantalla televisiva te está justificando las mayores aberraciones, te está mintiendo, justifica el expolio de tus bienes y te miente de la manera más destacada? Pues no tenemos más remedio que amarlo, desear su conversión, como Jesús la desea, y, por tanto, su salvación final. Confieso que ello es muy difícil. Pero no tiene rebaja.
Lo que para nosotros es imposible, no lo es para Dios. Pidamos al Señor su gracia para que nos ayude a cumplir su difícil mandato. Tengamos en cuenta que nuestra victoria estriba en la conversión del liberal. Así como la victoria de ellos consiste en la aniquilación del adversario político.
Combatamos el liberalismo en todas sus formas. Combatamos a los liberales en el terreno político. Pero cuando los veamos aparecer en la tele, recemos un Padre Nuestro por su conversión. Ello servirá también para nosotros. Para que nos sobrepongamos a la justa repugnancia que sus figuras nos inspiran.