El Marqués de Alcántara, Conde de la Alcarria, Conde de Breu o el Rey Carlos VII
Por Amadeo-Martín Rey y Cabieses, publicado en La Razón
Las difíciles circunstancias en las que vivieron los reyes carlistas fueron ocasión para que usaran diversos títulos y nombres de incógnito. Quien más echó mano de esa costumbre fue Carlos VII a quien los liberales motejaban «Carlos Chapa» debido a la chapa con las iniciales «C7» de su boina roja. El momento cumbre de su vida política fue la Junta de Vevey, el lunes de Pascua de 1870. Cabrera había presentado su dimisión a la Junta de la Frontera antes que a su Rey, tomando como pretexto que éste, como «Marqués de Alcántara», había entrado en Francia para entrevistarse con el Duque de Módena, que marchaba a Roma. Al saberlo el prefecto de Lyon le ordenó que abandonase el territorio francés.
Por otra parte, cuando Carlos VII viajó a Londres para asistir a una reunión carlista el 20 de julio de 1868, fue como Conde de la Alcarria. En efecto, tras su boda con Margarita de Borbón Parma, el 4 de febrero de 1867, fijaron su residencia en Gratz. En septiembre nacería su hija la infanta Blanca. Pero Don Carlos tuvo que viajar a Inglaterra, para asistir al Consejo de Londres. Salió de Gratz con Miguel de Marichalar. Adoptó el citado título de Conde de la Alcarria y lo usó en París, cuando llegaron el día 17 de julio, encontrando allí a muchos carlistas españoles, alborozados al conocer a su Rey. Al día siguiente partió el joven monarca para la capital británica donde adoptaría el título de pretensión de Duque de Madrid, pues consideraba que los de Conde de Molina, Montemolín o Alcarria no representaban bien a un futuro rey de España. Así, el título de Conde de la Alcarria fue el primero que usó Carlos VII, aunque solo tuvo cinco días de vida: del 15 al 20 de julio de 1868.
El 7 de septiembre de 1868, día del nacimiento de su hija Blanca, el Duque de Madrid, mientras su esposa descansaba en Gratz, marchó a París acompañado de Marichalar, a comenzar allí su carrera política. Llevaba pasaporte chileno con el nombre de León Guzmán, y así se hará presentar en los círculos de la capital francesa. El 29 de diciembre de 1870 Carlos VII abandonó Vevey acompañado de su gentilhombre el Conde de Almenara. Al llegar a Ginebra no tomaron el expreso de Trieste sino el tren a Francia. En el paso fronterizo de Chambéry presentaron dos pasaportes de la República de El Salvador a nombre de León Guzmán y Felipe Hernández, sobrino y tío respectivamente, que recorrían Europa en viaje de placer.
Mucho después, en 1887, Carlos VII viajó a Hispanoamérica utilizando el título de Conde de Breu. Así fue recibido en Chile en casa de Francisco Undurraga. El 9 de agosto de 1887 llegó a Buenos Aires a bordo del Saturno, teniendo por séquito a su secretario y consejero Francisco Martín de Melgar, conde de Melgar, grande de España, el oficial de órdenes teniente coronel José María de Orbe, vizconde de Orbe, el Conde de Ayanz, y el teniente coronel médico Clemente de Coma, conde de Coma de Prat. Fue recibido por el rector del Seminario, José Saderra, el padre Chapo –superior de los Jesuitas–, Pedro de Iniesta y Urbano Valdés Pajares, excombatientes carlistas. Se alojó en el Grand Hotel, en la Catedral fue saludado por el arzobispo de Buenos Aires, y concurrió a una velada en el Teatro Colón para presenciar «La Gioconda» de Ponchielli. El diario «La Nación» decía que había «adoptado el nombre de ocasión de Conde de Breu, consignado en el pasaporte austríaco con que viajó».
Ese día la Tercera Guerra carlista tocó su ansiado final con la pérdida de la que había sido la capital de Carlos VII, Estella, donde hoy está el Museo del Carlismo inaugurado en 2010. Don Carlos salió entonces camino a Francia, alojándose en su viaje en el castillo de Verney, de su gran apoyo el conde Hilaire de Chardonnet, arruinado para financiarle. En virtud del Requeté, que luchó en las filas del general Francisco Franco, algunos dicen que la Guerra Civil fue de facto la conocida como Cuarta Guerra carlista.
Don Carlos fue un luchador. Firme creyente en sus derechos a la Corona de España, se consideró Rey y fue apoyado por muchos. Los títulos nobiliarios que otorgó fueron luego reconocidos y son ostentados hoy por varias familias españolas. Amigo del Marqués de Cerralbo –cuyo palacio madrileño se puede hoy visitar– y exiliado en el Palacio Loredán de Venecia, fue de ideas tradicionalistas, a diferencia de las de su padre Juan de Borbón, «Juan III». Pretendiente al trono de Francia, como «Carlos XI», decía: «Ha triunfado la usurpación por parte de príncipes de mi familia, pero un día vendrá donde ellos o sus descendientes bendecirán mi memoria. Yo les habré guardado inviolado el derecho de los Borbones de quienes soy Jefe, derecho que sólo se extinguirá con el último vástago de la raza de Luis XIV».