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El materialismo también era mentira

(Por Javier Garisoain) –

El materialismo también era mentira. No pretendía centrarse en lo material, real y palpable sino en una idea desordenada de la realidad. Los -ismos y las ideologías son así. Destrozan todo lo que tocan. El liberalismo la libertad, el comunismo la comunidad, el feminismo la feminidad, y el materialismo -aunque nos haya costado más verlo- la materia. De ahí los viejos rollos psicológicos y esotéricos y la nueva obsesión digitalizadora.

Frente a las metafísicas averiadas que se lían innecesariamente con el mito de la caverna, el “pienso luego existo”, el rollo maniqueo y otras idas de olla de gente ociosa y pedante los cristianos afirmamos la fuerza armónica de la realidad creada, espíritu y materia. Por eso nosotros no somos ni espiritualistas ni materialistas. El único -ismo que admitimos, porque es imposible exagerar la realidad, es el realismo. Como Aristóteles y Aquino.

Volviendo al materialismo… Hubo un tiempo en que la Revolución parecía aferrarse a lo material, a los kilos y a los litros de las cosas medibles y entonces teníamos que defender lo espiritual, el alma, la oración, el más allá… Esa fase ha terminado. Las cosas materiales han sido tan manoseadas que ahora toca salvar lo analógico. Quién defiende ahora la realidad, la bondad de la Creación y de la hermana naturaleza, las relaciones personales cara a cara, el dinero en efectivo, las cosas buenas del mundo sensorial somos nosotros, los cristianos.

La última fase de la Revolución se ha engolfado en un maniqueísmo cutre que, como profetizaba Matrix, prefiere la simulación digital, la digitalización obsesiva, antes que la cruda y bendita verdad real. Una plaga que deja aislado al individuo, solo con sus pensamientos manipulados. Los antiguos anacoretas cristianos buscaban la soledad a propósito, para centrarse en lo esencial y en la experiencia religiosa. Los postmodernos se encuentran cada vez mas solos, en una soledad indeseada, que no logran paliar las llamadas redes sociales digitales. Lo digital resulta enfermizo porque nos acaba alejando de los cinco sentidos y de la experiencia gozosa de lo real.

Los digitalizados ya ni siquiera pecan a gusto. Se quedan -nos quedamos- en los malos pensamientos y las omisiones. ¡Qué cosa más triste!¡Aquellos pecados carnales antiguos… ! La gula, la lujuria, la ira… Eran y son totalmente reprobables, pero al menos en ellos uno, adorando torpemente a sus criaturas podía acabar encontrando al Creador. En cambio los pecados digitales, tan fáciles y tan baratos, solitarios, refugiados en los recovecos de la imaginación, la adicción y el pensamiento… ¿No esclavizan mucho más que los viejos pecados analógicos de toda la vida?

La obsesión digital no es el único enemigo de la realidad. Hay otros, ya mencionados, que son el psicologismo, el esoterismo y, por supuesto, las ideologías. Al final todas estas tendencias evasivas coinciden en predicar algo que se parece sospechosamente los viejos errores dualistas, mazdeístas, gnósticos, maniqueos, bogomilos, cátaros o albigenses: lo material es malo, lo espiritual es bueno.

Por eso es preciso negar la mayor. Ir a la raíz del debate y afirmar con sencillez y confianza que “vió Dios que todo era bueno”, que el mal no tiene entidad propia, y que la realidad de las cosas, pase lo que pase, al final acabará imponiéndose.

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