En defensa del cuñado
(Por Javier Garisoain) –
No se me ocurren en este momento palabras más antisistema que esas que nos sirven para categorizar los vínculos familiares. La campaña de desprestigio contra todas ellas es implacable en los medios de reeducación de masas: los abuelos son seres caducos y prescindibles, los hijos como perros, los padres memos, las madres locas, de las suegras mejor no hablar… y así todo. Pero ¿y los cuñados? ¿qué les han hecho los cuñados para que ensañen con ellos de ese modo? ¿habrán cambiado realmente para dejar de ser lo que eran? Antes el cuñado, tanto en la ficción como en la vida real, era un confidente, un amigo, un compañero con el que descubrir las cosas buenas de la vida. Ahora lo han convertido en una especie de supercontagiador que hay que soportar con paciencia. Una compañía sospechosa, entrometida y venenosa, portadora de bulos y de teorías de la conspiración, chistes inapropiados o delitos de odio sin freno.
La presión es tan terrible que ya nadie quiere ser cuñado. Antes los hombres se convertían en esposos por amor a la novia, pero también animados por la perspectiva de vivir emparentando con una gavilla de cuñados decentes. Ahora se palpa el miedo cada vez que llega un día festivo. Cualquier reunión familiar, por trivial o vacía que haya llegado a ser es presentada por nuestros idiotizadores antifamilia como una situación de riesgo. La nupcialidad ha caído también por esta razón y se dice poco.
Es preciso romper una lanza en favor del cuñado de toda la vida. Necesitamos recuperar su prestigio de antaño. Que sí, que alguno también te puede salir malo en el primer intento, pero es que las cosas hay que trabajarlas. Los cuñados suelen ser diamantes en bruto y por eso conseguir un buen cuñado es a veces cuestión de tiempo. Se acercan días propicios para entrenar el espíritu familiar. Esta Navidad empatiza con tus cuñados y cuñadas, no es tan difícil. Al final, con un poco de paciencia cualquiera puede descubrir el corazoncito que todos ellos esconden. Lo que es imprescindible para ello es que nos liberemos de los prejuicios del individualismo woke y que nos abramos a la maravillosa perspectiva de consagrar la vida al servicio de un clan. Nadie dijo que fuera fácil, pero la gratificación para el que lo consigue es generosa.
Un comentario en “En defensa del cuñado”
Luis Balsells
Fantástico artículo. Me sobra lo de “cuñados y cuñadas”, solo falta “cuñades” para sonar más progre.