¡Filosofa! (Que alguien haga algo, nº42)
por Javier Garisoain
O lo que es lo mismo, piensa. Pero no en las nubes, no en el mundo de las ideas etéreas. No en los reduccionismos flotantes que derivan en ideología. No en soluciones perfectas como figuras matemáticas. La geometría no existe. Camine usted por un paisaje real cualquiera y entenderá cómo es más fácil encontrarse con un fantasma que con un octaedro. Somos alma y somos cuerpo, una extraña mezcla de lógica y corazón. Y el mundo de lo que las cosas son es un conjunto de seres en crecimiento, aún inconclusos. La lógica es una parte de la filosofía, pero no es toda la filosofía. Es una herramienta y ha de aplicarse primero en la tarea de atarnos con el origen antes que desperdiciarla construyendo castillos en el aire.
Cuando dijo Dios que todo era bueno no dijo que fuera perfecto. La filosofía perfecta hace daño, como un zapato sin curvas. La filosofía verdadera en cambio se adapta siempre a nuestras necesidades vitales porque no tiene límites. Porque siempre será posible descubrir algún nuevo misterio, reencontrar cualquiera de los hilos que nos conectan con las raíces de todo.
Dicen que la educación moderna no enseña a los niños a filosofar porque no anima a descubrir de dónde vienen las cosas. Si la leche sale de la nevera y las respuestas de google… ¿para qué quiero saber más? Es lo que tiene vivir de rentas y descuidar el agradecimiento a nuestras raíces. Por eso es tan importante la filosofía, porque despierta en nosotros la curiosidad sobre el porqué de las cosas. Filosofa. Piensa. Lee a los que pensaron antes que tú. Esa manera de entender tu paso por el mundo te convertirá en un ser más lúcido. Y más agradecido.