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2 de septiembre de 2024 3

Inmigración ilegal: los paños calientes.

(por Javier Urcelay)

Las noticias del verano han vuelto a poner en primer plano de actualidad el problema de la inmigración ilegal, uno de los grandísimos problemas de fondo que acucian a España.

La inmigración ilegal procedente de paises extraños a nuestra cultura -excluyo por completo a nuestros hermanos de las naciones hispánicas- constituye una amenaza cierta contra la convivencia y paz social de España y del resto de los paises europeos, porque una nación no es simplemente un territorio ocupado por unos individuos que consumen, indistintamente unos u otros. Las naciones tienen un alma, una identidad colectiva, una cultura y todo ello se asienta sobre una tradición y una historia compartida, sobre unos vínculos comunitarios, que son fundamento de la convivencia y la paz social.

En 2021, la población de África era de 1373 millones de habitantes. La de Europa 742 millones. No es necesario contar otros paises emisores, como los de Oriente Medio, Pakistán o Afganistán, para darnos cuenta de que el número de potenciales inmigrantes no cabe en Europa. Con permiso del papa Francisco, no es simplemente posible acoger a todos los inmigrantes que deseen cruzar nuestras fronteras.

Juan Manuel de Prada ha puesto de manifiesto en un brillante artículo la conexión entre inmigración y decadencia occidental, señalando cómo esta es, en el fondo, causa de aquella. Y ha advertido numerosas veces de como la perdida de los vínculos comunitarios -y en particular los de carácter religioso- producen el tipo de individuos y sociedades especialmente aptos para la manipulación por parte de los nuevos poderes globalistas.

Francia ha ido tan lejos que prácticamente ya resulta irreversible su destrucción como nación. Alemania, acabamos de verlo con el triunfo de Alternativa para Alemania en las elecciones de Turingia, corre el riesgo de resucitar los fantasmas de su pasado como reacción a la pérdida de su identidad nacional. En toda Europa el alza electoral del nacionalismo es una realidad, y detrás de los nacionalismos suelen venir las guerras.

La creciente hostilidad social en toda Europa -significativo lo ocurrido en Inglaterra- contra los inmigrantes que están invadiendo nuestras naciones es un fenómeno de carácter inmunológico, de rechazo a lo no-propio que se percibe como una amenaza. Y las reacciones inmunológicas no responden a criterios de racionalidad, sino al ciego instinto de conservación de los pueblos.

España y Europa están desarmadas por su propia decadencia moral -relativismo, hedonismo y suicidio demográfico- y condenadas a sufrir las consecuencias: “Tenemos el castigo que nos merecemos y vamos a apurar el cáliz hasta las heces”, sentencia Juan Manuel de Prada como conclusión de su artículo.

Tenemos por ello no solo el derecho, sino la obligación de reaccionar antes de que sea demasiado tarde. Pero la defensa de la propia identidad y el rechazo de lo no-propio que amenaza con ponerla en riesgo no puede llevarse a cabo sin discernimiento y de manera ciega. Primero porque todos los hombres somos hijos de un mismo Padre y “copropietarios” del planeta, con derecho a poder vivir una vida humana digna de tal nombre.  Y segundo porque solo mediante decisiones inteligentes y en profundidad podrá afrontarse el problema con soluciones duraderas y justas.

Tenemos por una parte un Tercer Mundo pobre, en plena expansión demográfica y al que las nuevas tecnologías y medios de comunicación han puesto en contacto con las formas de vida existentes “al otro lado de la valla”, donde existe lo que se percibe como un oasis de relajo y abundancia. Esos inmigrantes que intentan entrar a nado en Ceuta, llegan en patera a la isla del Hierro o a cualquier costa europea, pueden llegar sin pan, ni zapatos, ni una moneda en el bolsillo, pero a ninguno le falta un móvil en la mano.

El problema de la inmigración ilegal solo puede reducirse actuando en dos direcciones: ayudando al desarrollo del Tercer Mundo y mediante el restablecimiento moral y demográfico de Occidente. Y el éxito en lo uno y lo otro condicionara la paz en los años venideros, de forma tal que, en caso contrario, las causas producirán sus efectos, aunque nos obstinemos en mirar para otra parte. O queramos darnos cuenta cuando ya sea tarde.

Ambas soluciones exigen mirada a largo plazo y perseverancia en el esfuerzo, algo que está vedado a unas democracias liberales en las que sus políticos no tienen más horizonte que ganar las próximas elecciones. Por eso atajar el problema de la inmigración lleva a muchos a pasar de Democracia. En España el atractivo que decenas de miles de jóvenes encuentran en las propuestas de Alvise y su “Se acabó la fiesta” es sintomático. Y no son una excepción en Europa.

Hace años tuve oportunidad de conocer en cierto detalle la forma de trabajo de las embajadas de los Estados Unidos y los programas llevados a cabo por sus representantes de Comercio (Trade representatives) al servicio de los intereses de las empresas americanas operantes en nuestros países.  Con el objetivo de una progresiva liberalización o desregulación de los mercados, siempre pretendido por el capitalismo globalista, un cierto número de altos funcionarios de cada país eran elegidos anualmente por la Embajada para visitar durante algunas semanas los Estados Unidos, brindándoles la oportunidad de conocer de primera mano y familiarizarse con las bondades de la economía de libre mercado y el managed competition, regla de oro del capitalismo, en lugar de la regulación proteccionista del estado de bienestar o de los principios de la justicia social distributiva.

El objetivo era, naturalmente, contar años después con una serie de futuros gobernantes o altos funcionarios capaces de introducir esa misma filosofía económica en sus respectivos países, liberalizando sus mercados para mayor beneficio de las grandes empresas multinacionales, en la mayoría de los casos de matriz norteamericana.

Si queremos que el problema de la inmigración ilegal, y todos los riesgos que a medio y largo plazo comporta, deje de ser una amenaza para nuestras sociedades, hay que conseguir que el Tercer Mundo produzca riquezas en su territorio, que los países magrebíes y africanos se desarrollen y alcancen cotas mínimas de bienestar. Y para ello la Unión Europea debe colaborar de manera sostenida, con fondos públicos y privados, invirtiendo en el desarrollo de infraestructuras. Porque nadie abandona su tierra y sus costumbres para emigrar a un país extraño si no empujado por el hambre o la falta de oportunidades de desarrollar una vida mínimamente digna.

Pero no solo eso. Eugenio Vegas Latapie, injustamente olvidado impulsor de Acción Española y más tarde de los Amigos de la Ciudad Católica, repetía siempre en las tertulias de la Fundación Speiro que no es verdad que los pueblos tengan los gobernantes que se merecen, como suele decirse, sino que los pueblos son lo que son sus gobernantes. Y citaba siempre como ejemplo la transformación de la España de los Trastámara llevada a cabo por Isabel la Católica.

El continente africano, como la mayoría de los paises del Tercer Mundo, está en manos de gobiernos muchas veces corruptos y a menudo ineptos e incompetentes. Europa debería dedicar una parte de su presupuesto al objetivo de formar unas minorías dirigentes capaces de sacar a sus paises -casi siempre ricos en recursos naturales- de su pobreza, a través de programas de cooperación para el desarrollo, brindando sus universidades, centros de formación, empresas e instituciones de gestión pública a la formación de minorías que puedan, tras regresar a sus países, ayudar a su desarrollo. Y que tales programas formaran parte prioritaria de la estrategia de la propia Unión, de forma tal que los presupuestos alcanzaran un orden de magnitud y un nivel de rigor y excelencia apropiados para marcar la diferencia y ver frutos tangibles al cabo de algún quinquenio, de pocas décadas.

Y por supuesto, impedir que las grandes multinacionales esquilmen las riquezas de los paises del Tercer Mundo, exigiéndolas contrapartidas de retorno social.

No estamos hablando de dedicar a esos programas las migas, sino de reunir presupuestos suficientes, acordes con la importancia trasformadora del objetivo que se persigue. No debería ser imposible. Acabamos de ver con qué rapidez y unanimidad la Unión Europea ha asignado un elevado presupuesto para comprar armas para Ucrania. O como Alemania ha encontrado hueco presupuestario para dotar con 100.000 millones de euros adicionales el presupuesto para modernizar sus Fuerzas Armadas.

Pero políticas a largo plazo -como las que están llevando a China a convertirse en la primera potencia mundial- y democracia partitocrática son incompatibles. Como es incompatible el vigor y la salud social con la decadencia de nuestras costumbres y valores, como bien señala de Prada.

Si se prefieren los paños calientes, que se sepa que no habrá en el mundo vallas ni concertinas, ni policías suficientes, ni en España ni en ningún otro de nuestros países, para parar una marea humana que no tiene nada que perder. En cualquiera de nuestras cárceles tendrían una vida mejor que la que tienen en la mayoría de sus países.

El control de fronteras, la lucha contra las mafias, la vigilancia costera, la policía y las alambradas, todo ello parece inevitable a corto plazo. Pero de nada servirá si no va acompañado de una actuación de mucho más calado.

Que empieza por curarnos a nosotros mismos.

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3 comentarios en “Inmigración ilegal: los paños calientes.

  1. Luis Gonzaga Palomar Morán

    Los que vienen no vienen engañados para tener una vida mejor. Son soldados, con tatuajes paramilitares, que patrullan las calles subvencionados por nuestro gobierno, tienen bastante dinero en sus bolsillos, no vienen desnutridos, la mayoría son hombres y en edad militar. No vienen huyendo del hambre. Vienen a hacernos la guerra. Tantas fuentes hay que hablan de esto… lo dicen hasta ellos mismos. Entrenan en las playas, se distribuyen en grupos por cada manzana observando, etc.

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  2. Juana de Beira

    Con todos los respetos al autor y al artículo. Solución remigración y defensa a ultranza de nuestras fronteras. No subbencionar a gobiernos que no admitan la repatriacion de sus súbditos, que hayan entrado ilegalmente en nuestro país. Los contingentes militares y material, destinados en países extranjeros, a defender nuestras aguas y fronteras.

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    1. Juana de Beira

      Fe de erratas:… subvencionar…

      Responder

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