Julius Streicher. O la inutilidad de la democracia
(Por Carlos Ibáñez) –
En un documental televisivo sobre la historia del nazismo, se ha mencionado a la persona de Julius Streicher. Se trataba de un periodista dueño de una revista que tuvo mucha difusión y larga vida. Una revista antisemita que se dedicó a difundir el odio contra los judíos en Alemania, ya en los años de entreguerras. Terminada la II Guerra Mundial, Streicher fue juzgado en Nürenberg, por la difusión de odio contra los judíos que se tradujo en la matanza de los mismos. Declarado culpable fue
condenado a muerte y ahorcado. Un episodio que a la mayoría les pasará inadvertido, pero que, para nosotros, es una muestra más de lo inútil de la democracia.
En democracia es libre el pensamiento y la expresión y difusión de las ideas. Cualesquiera que éstas sean. En la democracia no hay errores, porque tampoco existe la Verdad. O si existe, es muy difícil asegurar donde se halla. Los errores que Streicher difundió amparado por el nacionalsocialismo, los podría haber difundido en otros países de régimen democrático. A nuestro modo de ver, no democrático, a Streicher se le debía haber prohibido la difusión de sus ideas. Y se hubiera terminado la historia, sin juicio, condena y ejecución posteriores. Se le juzgó democráticamente. Se le condenó y ahorcó. Pero ello no arregló nada del mal por el que se le condenaba. Aquí la democracia actuó, como reza el dicho popular: “después de burro
muerto, la cebada por el rabo”.
Es decir: la democracia no evita los males. Tampoco repara sus efectos. Todo se limita a un juicio de dudosa legitimidad. La democracia liberal es lo más inútil y pernicioso que existe. No nos cansaremos de repetirlo, aunque ello sea políticamente incorrecto.