Por Iván Guerrero.
Klemens von Metternich (1773-1859), otro gran hombre que me gusta leer de vez en cuando para intentar ser inmune ante tanta insensatez actual. Aquí les dejo algunos de sus acertados pensamientos sobre la ley divina, la monarquía, la democracia y las sociedades secretas.
Sobre la ley divina y la revolución decía:
”¡Arrastrad por el fango el nombre de Dios y los poderes instituidos por sus divinos decretos y prepararéis la revolución!, ¡hablad de un contrato social y consumaréis la revolución!. En los palacios reales, en los salones y en los gabinetes de algunas naciones la revolución ya estaba en marcha cuando aún no hacía más que prepararse entre la masa del pueblo…”
Sobre la monarquía:
”La monarquía es la única forma de gobierno que puedo aceptar… Sólo una monarquía tiende a reagrupar a los hombres, a unirles en sociedades compactas y duraderas, a hacerles capaces-gracias a sus esfuerzos comunes-de alcanzar el más alto grado de cultura y de civilización…únicamente el principio monárquico puede garantizar el mantenimiento del orden; en eso reside su fuerza y su justificación…La monarquía pura no es un régimen de despotismo ni de arbitrariedad, pues las leyes divinas y naturales actúan como freno…”
Sobre la democracia:
”La democracia es, siempre y en todas partes, un principio de disolución y de descomposición. Tiende a separar a los hombres, destruye la sociedad… Aunque sea una verdad en América, en Europa no es más que un engaño divulgado por Mostesquieu; la constitución inglesa no es más que una quimera… No hay compromiso posible entre la monarquía y la república. Un trono apoyado en instituciones republicanas sería una monstruosidad…”
Y sobre las sociedades secretas:
”En la presente memoria todavía no nos hemos referido a uno de los instrumentos, al mismo tiempo más activos y más peligrosos, que utilizan los revolucionarios de todos los países con un acierto que hoy día no admite dudas: se trata de las sociedades secretas, verdadera potencia y mucha y mucho más poderosa cuando actúa entre tinieblas, mina todas las partes del cuerpo social y deposita por doquier gérmenes de una gangrena moral que no tardará en desarrollarse y en dar sus frutos. Es un verdadero azote que los gobiernos amantes de la tranquilidad y de sus pueblos deben vigilar y combatir…”