La rebelión de la gente normal
En esta tierra de gentes orgullosas siempre ha habido rebeldes. Rebeldes fueron los insumisos a Roma, los resistentes al Islam, los guerrilleros contra Napoleón, los cruzados antiliberales del XIX, los defensores del orden y la fe en el 36… Unos y otros lucharon contra tiranías de rostros diferentes que podríamos reducir a dos tipos: a) la maquinaria imperial de los antiguos romanos, o de los franceses del 1808, que nos aplastaban por nuestro bien, en nombre de la diosa Razón. Y b) -segundo tipo- la imposición fanática de esas dos pseudorreligiones totalitarias que se llaman Islam y Comunismo.
A lo que nos enfrentamos ahora es a un compendio de ambas amenazas: contra la libertad y contra la verdad. El llamado “Nuevo Orden Mundial” tiene vocación de imperio y nos controla y nos reprime con la ley, la multa y la cárcel. El relativismo por su parte actúa como “religión” oficial del nuevo régimen. Exigiendo una fe ciega y políticamente correcta que no admite discusión.
El viejo Islam, en este gran teatro, apenas ocupa el papel de los antiguos bárbaros. Es un espantajo que sirve para asustar cuando conviene y la prueba de que está -en cierto modo- bajo control es que se comporta como una balsa de aceite en los países aliados del occidente corrupto (Marruecos, Jordania, Arabia, Omán, Emiratos o Kuwait) y como aceite hirviendo para castigo de los díscolos (Libia, Egipto, Siria, Yemen, Irak o Afganistan).
La rebeldía que viene, la que ya está tocando a la puerta, será la de la gente normal, la de los defensores del sentido común. Es la rebeldía de la que ha sido precursor el legitimismo español. Es una rebeldía coherente y armónica. Rebeldía por todo: por la libertad y por la verdad. Es la de las familias comunes, que finalmente no podrán extraer su fuerza de otra fuente sino es del Evangelio. Ya lo estamos viendo y viviendo en la defensa de la vida y de la familia, frente a toda clase de injusticias y aberraciones que llegan con el respaldo económico y la aureola democrática de los parlamentos títeres.
Pienso ahora en el escándalo de la transexualidad, la última vuelta de tuerca de esa ideología diabólica que llaman “de género”, y compruebo la dificultad que entraña discutir con los que ya han dejado de ver lo evidente. No importa. Busquemos a los que todavía creen que “las cosas son lo que son”, y que la naturaleza no perdona nunca. Agrupemos cueste lo que cueste a esos restos de la España tradicional. Sólo Dios sabe qué es lo que ha de venir. Pero sea lo que sea, mejor que nos pille preparados.