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La valerosa fontaniega.

En 2006, fue encontrada una carta en el archivo de Medina Sidonia en la que se descubrió la gesta de una mujer que, lleva más de 200 años pidiendo que se le haga justicia y se le conceda el lugar en la historia que merece. Manuela de Luna, nacida en Fuentes de Andalucía (Sevilla), participó en las batallas de Bailén y Tudela y encabezó una resistencia heroica durante el primer sitio de Zaragoza. Ya en Bailén se hizo notar en el combate, “porque Dios le ha concedido la gracia de no errar el tiro”, dice la carta.

Tras la victoriosa batalla de Bailén, nos la encontramos combatiendo en la batalla de Tudela, tras esto, participó junto con su esposo en el primer sitio de Zaragoza. Ayudaba a su marido artillero a cargar el cañón. Incluso recién parida, cuando no podía ser artillera, luchaba con el fusil en una mano y con su hijo en otra, sabiendo llevar a cabo la tan difícil conciliación familiar con dos siglos de ventaja.

Desgraciadamente, a su marido le reventaron la tapa de los de los sesos, y ella los guardó en su pecho liados en un pañuelo. Quedó viuda con veintidós años.

 

La fontaniega, se llevó un sablazo en la espalda y un balazo, y quedó como la única superviviente de todos los artilleros pero siguió combatiendo ella sola 12 horas, haciendo 24 que no comía, hasta que una bala de fusil le dio en el cuello y cayó. Sin embargo, no murió, sino que fue apresada por los franceses. Cuando parecía que aquí se habían acabado sus hazañas, no fue así, porque consiguió escapar.

Tras esta gesta, nuestra intrépida heroína fue nombrada capitana y, le pusieron dos escudos en el brazo con un castillo y un león, con una frase que decía: “Por la defensa de Zaragoza, el primero, y el segundo, Premio del Valor” . Tras esto, pidió volver de nuevo a la batalla.

Y aquí se pierde por ahora el rastro esta excepcional mujer, de la que, de momento, se sabe muy poco, aunque sí se tiene constancia de que tenía veintidós cuando ocurrieron estos hechos, no obstante, sus datos biográficos se pierden con el paso de los años. Se ignora qué fue de su hijo, si se volvió a casar, si tuvo, o no, más hijos, o si volvió a Fuentes de Andalucía o se quedó a vivir por Zaragoza.

Se trata de la historia de una mujer tratada muy injustamente por la historia, de la que únicamente se tiene conocimiento por esta carta anónima, escrita desde Écija al duque de Medina Sidonia. Únicamente, en su pueblo existe una cerámica que recuerda su gesta.

Y como estamos en plena recuperación de la memoria histórica. Brindo la oportunidad a los promotores de esta memoria y a las intrépidas feministas reivindicadoras del papel de la mujer en la historia, para que le levanten el monumento que se merece porque, sólo existe en su pueblo una humilde cerámica de la recuerda. Y si no, lo haremos nosotros.

 

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