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La Venus de Laussel y la cosmovisión tradicional católica

En el corazón de la Dordoña, tierra que antaño resplandeció con la presencia de pueblos enraizados en la Tradición, se erige una testigo silenciosa de un tiempo en el que la humanidad vivía, sin saberlo, conforme a la Ley de Dios. Se trata de la Venus de Laussel, una figura femenina de piedra caliza, esculpida hace más de 25.000 años, que sostiene en su mano derecha un cuerno de bisonte en forma de luna creciente, marcado con trece incisiones. Su otra mano se posa en su vientre abultado, afirmando la conexión indisoluble entre Cielo y Tierra, entre tiempo cósmico y maternidad, recordando la sagrada misión de la mujer como dadora de vida en el Plan divino.

Esta escultura no es solo una pieza arqueológica, sino una prefiguración de la cosmovisión tradicional católica, que reconoce la subordinación del orden temporal al Orden eterno. Frente al materialismo moderno y el relativismo que ha erosionado los valores perennes, el pensamiento tradicional defiende que la historia del hombre está inscrita en la Providencia de Dios y que sus actos deben regirse por la Fe y la ley natural.

La Venus de Laussel nos recuerda que la sociedad ha de estructurarse conforme a un orden sagrado y jerárquico, donde cada uno cumple su papel en armonía con la voluntad divina. En su postura y en los símbolos que la rodean podemos vislumbrar la dimensión sagrada de la feminidad, no como objeto de autonomía desarraigada, sino como portadora de una misión trascendental: la de perpetuar la vida y sostener la familia según la doctrina de la Santa Iglesia Católica.

El cuerno lunar que sostiene en su mano derecha no es solo un instrumento ritual, sino un signo de la sincronicidad entre el tiempo celeste y la fertilidad, entre el cosmos y la familia cristiana, entre el Cielo y la Tierra. Es una manifestación de la armonía que debe guiar a las naciones, un orden enraizado en el respeto a la autoridad legítima y en la defensa de la Tradición contra los embates del modernismo disolvente.

En un mundo que glorifica la ruptura con el pasado y promueve la degeneración de la moral, esta antigua imagen de la Dordoña nos recuerda la necesidad imperiosa de restaurar el principio de la armonía entre lo terrestre y lo celestial, entre la historia humana y la Providencia divina. Solo mediante el retorno a la Tradición católica y el rechazo de las ideologías deshumanizadoras podrá hallarse la verdadera restauración del orden social y espiritual, conforme al designio de Dios.

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