(Por Javier Garisoain) –
He leído por ahí un intento de presentar a Alexei Navalny como un mártir religioso porque hizo ciertas declaraciones diciendo que tenía fe y leía la Biblia.
No confundamos. Porque en lo personal Putin -su adversario político y responsable último de la muerte de Navalny, puesto que ocurrió en una prisión rusa- no es menos religioso y no lee menos la Biblia. La religiosidad individual de una víctima no es suficiente para afirmar su martirio -testimonio de fe-. En cualquier persona, y mucho más en un político, lo determinante es saber a qué causa se sirve. De qué se da testimonio realmente.
Vladimir Putin podrá estar sirviendo a sus ansias de poder, no lo sé. O a una ideología nacionalista rusocéntrica, con una responsabilidad grave en la guerra de Ucrania. Ha podido cruzar muchas líneas rojas, pero la verdad es que no ha cruzado las que cruzó Navalny al posicionarse en favor del occidentalismo corrupto con todo lo que eso conlleva: ideologías aberrantes, destrucción de la familia y la vida más inocente, globalismo, persecución a la Iglesia, desprecio a la tradición… Yo no se hasta qué punto sería Navalny un buen hombre, o si actuaba como marioneta de intereses geoestratégicos, lo que sé es que su causa -que es por la que dicen que murió -o lo mataron- no era ni santa ni canonizable. Descanse en paz, Alexei.