Marruecos muy en serio contra España: lo dice un comunista
(Por José Fermín Garralda) –
Ya hay quien plantea las cosas con desparpajo, aunque sea algo tarde. Hay algún comunista que va por libre, que juega con la veta patriótica, y explica cuestiones mucho mejor que nosotros los carlistas, con más gancho, y con más fuerza. Pues a aprender.
Lo malo es que ese tal marque con el término “comunista” lo que verdaderamente no lo es. Y ahí entramos -al menos- nosotros.
El tema es el imperialismo marroquí o su colonialismo sobre Sahara y España, de su espacio vital -lebensraum- o vulgar caradura, de un nuevo estilo “moderno” de yihad. Esto último es interesante
En este caso, un tal Roberto Vaquero, conocido por muchos jóvenes que atrae, es un comunista republicano de lo que llaman Frente Obrero. Tiene un libro sobre el problema migratorio, que ha presentado en un vídeo que circula por ahí, y del que hemos tomado las palabras que vienen a continuación. ¿Qué nos dice Roberto Vaquero del tema geopolítico de la migración de Marruecos hacia España?
Para él, Marruecos se dedica a hacer política con la migración. Aquí se trata de que España no sea musulmana, de de la necesidad de poner freno al imperialismo marroquí y a la islamización de España. Habla de la necesidad de quitarse los complejos de blancos, de mediterráneos o de españoles. Mucha gente se está dando cuenta -aclara-, pero no tienen el valor de decirlo: sabe que con estas afirmaciones a él le llamarán fascista o lo que sea, pero dese luego a él no le define lo que diga un “progre” sino lo que él realmente es, dice y hace.
Ante Marruecos, se pregunta:“¿Por qué permitimos que se rían de nosotros? ¿Por qué? ¿Por qué tenemos que aguantarlo?” Quiere que no desaparezca el país, y que España no se convierta en Rabat o un barrio de Nueva York.
Es contundente al afirmar que España necesita españoles que levanten España, y no que vengan 15 millones de fuera. Esta migración masiva no es sostenible. De aquí a unos años -dice-: “¿Qué sentido hay que en España haya millones de personas que ni se sienten españolas, ni son españolas, que ni van a ser españolas y que cada vez haya a más. ¿Qué sentido tiene?”.
También afirma que no tenemos por qué aguantar el islamismo político, ni que los políticos españoles como Sánchez nos acerquen a él más cada año. “De aquí a diez, quince, veinte años ¿qué va a quedar de España? ¿Qué va a quedar de la España que conocemos? Y no es que se desarrolle, España no es igual en los ochenta que ahora, ni en los cincuenta que en los ochenta, pero sí se mantuvo en esencia, que evoluciona, pero sin renegar de su pasado, de su historia, de sus costumbres, de sus tradiciones, pero es que se está renegando de todo. La juventud española se está convirtiendo en una juventud desarraigada que no conoce ni su propia historia. Y eso es un problema. La gente me llamará fascista por esto, me llamará xenófobo, me llamará de todo, pero es que no es verdad. Simplemente yo estoy orgulloso de mi cultura (…). ¿Por qué estar orgulloso de ser español es una cosa de fachas? (…) No hay que permitir que nos borren. No hay que permitirlo”. No hay progreso perdiendo nuestra identidad colectiva. Todavía no está todo perdido, concluye.
¿Qué le parece a Vd.? Sabemos que después de una orgía de despropósitos separatistas, sociatas y podemitas y hasta peperos, viene la lógica reacción, como reacciona un cuerpo sano ante un virus. Menos mal. Por eso, aquí tenemos un caso bien interesante.
Los carlistas, como españoles, debiéramos ser adelantados en este tema. Si no lo somos, otros sin duda lo harán. Como no lo hemos hecho, esos otros ya lo están haciendo. Así, por no saber adelantarnos, hemos fallado una vez , quizás por faltarnos valor, valentía y entrega. Nuestra segunda oportunidad vendrá cuando tales otros actúen; en tal caso, ayudemos y apoyemos para que su reacción y resultado sea sano, completando lo que sea preciso, e insistiendo en posibles soluciones. Si entonces, por segunda vez permanecemos callados, enrojeceremos por nuestra inoperancia. Quizás hasta ahora y a toda costa, hayamos buscado a toda costa seguir modales “finolis” y “exquisitos”, buscar cobardones y tachar valientes… Y hemos criticado a los que reaccionaron como nuestros padres y abuelos en tiempos de paz. Quizás se nos haya pegado el miedo a “señalarnos tanto”, y quizás hayamos caído en el complejo del “qué dirán” los bien situados, los adaptados y sobre todo los creíbles.
¿El problema es que somos un poco tonticos por no saber conectar con la gente? No lo creo. Insistir tanto en ello es de los acomplejados que se van de nuestras filas, porque quieren éxito sin trabajar y no arriesgar nada. En principio, “la gente” -nosotros somos “gente”- no quiere escuchar nada exigente ni ir contracorriente. Quizás el tema sea de capacidad y luces, o tema de preparación. Sí, la gente de la calle tiene el desenfado, convencimiento y desparpajo que se debiera mostrar. Los males son tan grandes y cercanos, que pensemos: ¿cómo reacciona el pueblo llano? Por eso tenemos que ingeniárnoslas de nuevo, una y otra vez. ¿No vemos a la tal Meloni expresarse de forma contundente, clara y descarnada? Quizás hemos dejado que “se nos pase el arroz”, o quizás no lleguemos a la altura -sería el tercer fallo aunque perdonable- de nuestros padres y abuelos.
Reconozcamos con sencillez que por ahora -cuando se nos comienza a necesitar- no estamos a la altura de las circunstancias: por ahora no sabemos, ni somos capaces. Aprendamos de nuevo a hacer Comunión y a salir del cascarón. Y ayudemos para que quien heroicamente haga algo, lo plantee bien, sin criticarle por celos, y ayudándole a matizar y hasta corregir el sentido de su posición y hasta su composición de lugar. Y desde luego mostrando la gran incoherencia de ser comunista e ir de patriota.