Nueva invasión musulmana de occidente, no es profético, tan sólo evidente
El islam siempre se ha propagado e impuesto mediante la guerra como principio teológico consustancial, practicado desde los primeros tiempos en Medina por el propio Mahoma.
Existen una serie de errores de visión general en el planteamiento del problema, ya que el problema lo tiene Occidente, no el islam, que no ha dejado de ser lo que siempre fue.
La desviación protestante derivó en la ilustración y descarriando ésta, como consecuencia, dio a sus hijas bastardas, las revoluciones liberales, que no dejan de ser una actualización ideológica de la herejía pelagiana. El liberalismo siempre mesiánico y salvífico, constituido en nueva “a religión”, basa su pretendida supremacía ética (que no moral) en “comprar almas, conciencias y voluntades” mediante un presunto benéfico bienestar económico, sin importar como se consiga, pues ello es el “éxito” que “demuestra” que son los “elegidos”, los “excelentes”, los “tocados por el dedo de Dios”.
Ejemplifica y apoya esta falacia con la hipótesis de las pretendidas victorias a las amenazas del “modo de vida” de Occidente, entre las que se encontrarían, entre otras, la II Guerra Mundial o el simple “ahogo económico” que al final de la guerra fría, con la caída del muro, haría caer los regímenes no capitalistas de los estados comunistas del s. XX y la disolución del bloque soviético, planteando la conclusión propuesta por la doctrina neoliberal Reagan-Thatcher —de la que todavía sufrimos sus nefastas consecuencias económicas gracias a Milton Friedman—: “Los rusos nunca podrían ganar la carrera armamentística; siempre podremos gastar más que ellos” (An American Life, NY, 1990).
Por otro lado, la doctrina Reagan patrocinó la “contrainsurgencia” (continuada por todos sus sucesores), guerra sucia mediante tácticas rápidas a bajo coste para intervenir en conflictos internacionales, origen y soporte del ascenso de los actuales grupos islamistas, en gran medida. De hecho, creían, erróneamente, que al cortar el “grifo” del dinero desaparecerían. «¡Cráneos privilegiados!», parafraseando a Valle Inclán.
Pero “gastar más que ellos” es absolutamente inútil frente al islam, sea la secta que sea y provenga de donde provenga, porque la cuestión teológica está muy por encima de las cuestiones meramente economicistas y nacionales, variables en las que se mueve la ideología liberal de Occidente. La certeza teológica no se puede combatir más que con certeza teológica y Occidente ha vendido su primogenitura por un plato de lentejas, reverenciando al becerro de oro únicamente , creyendo que con dar “refugio” y dinero al musulmán, este “vendería su alma” a la nueva “a religión” que se le ofrece. ¡Craso error! Como poco es ingenuo, si salvamos la mala fe.
Se hace necesaria una revisión de los principios históricos, manipulados desde el s. XVIII por influencia de la ilustración —enseñada como doctrina única desde el s. XIX—rescatando las tan denostadas cruzadas, que teniendo consciencia de las invasiones musulmanas (como la de la Hispania en el s. VIII), anticipándose, en el s. X, trasladaron el escenario de la guerra de Europa a Oriente próximo, evitando una temprana invasión de Occidente. No se logró siglos después, en el XV, con la caída de Constantinopla, pero se contuvo al turco nuevamente en Lepanto en el s. XVI, que volvió a intentar la conquista de Occidente llegando a las puertas de Viena en el XVIII … y volverán a intentarlo. No es profético, tan sólo evidente.
Cuando durante siglos el musulmán ha atacado y conquistado a sangre y destrucción, ya en yihad, ya en razias, pillaje o piratería de berbería, ya en cualquier otro modo de guerra, los masacrados eran mártires espirituales de la fe cristiana, que se veía reforzada. Los “mártires” de hoy, y desde hace tiempo, lo son del petróleo, del turismo o del comercio; mártires de lo material, contradictio in terminis.
La “a religión”, como nueva fe basada en el panteísmo, el mercado y su descreencia, no tiene capacidad de oposición al islam. Y el problema se acrecienta con el absurdo sistema de mayorías. Los musulmanes se han propuesto ser mayoría en Occidente.
Los neocapitalistas a ultranza, que quieren reducir la población según doctrinas neomalthusianas (considerando el exceso de población de las clases pobres u obreras como una lacra para la calidad de vida de los “excelentes” y sus suculentos beneficios económicos), las feministas de hoy y los progres que apoyan la inmigración musulmana descontrolada, se van a encontrar, en un tiempo no muy lejano, que las mayorías sociales musulmanas les van a imponer el velo y sumisión a ellas y el pago del impuesto al no musulman de la yizia [جزْية], como humillación, bajo pena de muerte, a ellos, según la sharía (šarīʕah al-Islāmīya [شريعة إسلامية]) ley islámica o derecho islámico, si continúan con sus políticas antinatalistas de “liberación”.
Éste es uno de los principales problemas que Occidente se niega empecinadamente en admitir.