(Por José Fermín Garralda)-
AUNQUE han pasado casi cinco décadas, nos siguen preocupando las responsabilidades del Gobierno español en aquellos sucesos de Montejurra-76, ya en cuanto tales ya por lo que hoy puede significar recordarlas. (A petición de amigos, añado algunas precisiones en esta nueva edición)
Nos referiremos a esto último en esta introducción obligada, que es una hipótesis compartida por otros. Seguramente este texto lo entenderán mejor los carlistas en general, que no los cercanos al ámbito conservador, para quienes quizás se daban aclarar antes algunos extremos.
¡Ay de los Gobiernos -los malos Gobiernos- de España en torno a 1978! Para que se entienda lo que digo, me remito al enlace:
¡Ay de lo que después se hizo muy mal, como los GAL ante ETA (creados por el mal y corrupto gobierno de Felipe González quien, a pesar de eso, acabó “yéndose de rositas”), y ahora la continua cesión de ZP y Sánchez (socialistas, comunistas y separatistas) a los amigos de etarras, Gobiernos estos que quiebran a propósito lo que fue la llamada “transición” del 78!
En estas líneas no se pretende sentar cátedra sobre el pasado. Están escritas desde el servicio, y para mantener la memoria sobre el Carlismo de la década de los setenta. Creo que así pensaban muchos. Lo que indicamos a continuación es un criterio personal sobre el contexto de la época, que da sentido a por qué los documentos han tardado a salir a la luz.
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La mencionada derecha sociológica del antiguo franquismo, fue utilizada y clientelar de don Torcuato y don Juan Carlos. La gente vivió acomplejada del generalísimo Franco como estadista, tras su fallecimiento, por el “qué dirán”. Fue una derecha vergonzante -cobardica y comodona-, enormemente aprovechada por los antifranquistas (generalmente comunistas, los únicos que hicieron algo contra Franco). Claro que los comunistas -y sus actuales compañeros de viaje, los socialistas y separatistas- quieren excluir a los carlistas tradicionalistas del antifranquismo. A estos últimos, plim, ni les va ni les viene, porque ni fueron compañeros de viaje de los comunistas, ni sus motivos de oposición fueron los de estos; los comunistas deseaban una dictadura del proletariado y una flamante “democracia popular” (?). Para los comunistas, entre la dictadura anterior a 1975 y la del proletariado -una dictadura en toda regla y de la que no se escapa ni uno-, está la democracia liberal o el capitalismo como fase previa para la “democracia popular” (?) de la plutocracia capitalista internacional, hacia la que vamos de lleno.
Vejar y desmontar todo lo bueno que se hizo tras 1940, ha sido obra de “arte” o “ingeniería” intelectual y práctica. Han colaborado de lleno los sucesores de quienes lo hicieron. Para ello, desde 1978 los “antifranquistas” se aprovecharon de algunos grandes errores del “franquismo”, que por otra parte los carlistas de siempre criticaron y con mucha más razón que ellos: errores como el partido único (FET de las JONS), el centralismo, la construcción de un Estado tecnocrático, donde la tecnocracia está por encima de las formas de pensamiento… Otros errores del franquismo, denunciados por los carlistas y de los que nadie se ha aprovechado -y así estamos-, son: la resistencia de los carlistas a ser absorbidos en cualquier partido único, la persecución del Régimen a los carlistas (don Mauricio de Sivatte dijo en Montserrat que Franco era el mayor enemigo de España), el abandono de la legitimidad carlista y de la verdadera Restauración monárquica, el aperturismo a los liberal-socialistas, la resistencia de los tradicionalistas a ser absorbidos por FET de las JONS… En éste último caso, las élites clericales y democristianas confundieron el tradicionalismo político (sector antifranquista),con el llamado franquismo, centrándose en el tema religioso, en el que en cuanto tales católicos coincidían… Que los democristianos, como liberales, no coincidiesen en dicho tema religioso, era su gran problema.
Acordémonos del asesinato de Carrero Blanco en 1973. Recordemos las tensiones de la época: los sucesos de Vitoria del 9-V-1976 con 5 muertos, de Tarragona y Basauri con uno en cada localidad debido las protestas por los de Vitoria, los dos asesinatos en Estella del 9 de mayo de dicho año, y en 1978 los de Germán en Pamplona y Gladys del Estal en Tudela. Súmese a ello la larga lista de asesinatos del terrorismo etarra. Triste marco, pero de necesario recuerdo.
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II. ¿Por qué quisieron ayer y quieren acabar hoy -de nuevo- con el Carlismo? Hecha esta larga pero necesaria introducción, recordemos que los 50 documentos a los que nos referimos, parecen probar que hubo individuos, tendencias e instituciones del Estado, que amañaron una trampa mortal al Carlismo, simbolizado en Montejurra. Aunque parece que ya es tarde, está bien sacar a la luz por primera vez, después de casi 50 años, todos los escándalos -pero todos- incluidos los 50 documentos del Gobierno de entonces ¿Y no tendrán que decir algo quienes ocultaron dicha documentación? Ahora bien, ¿qué función pueden desempeñar ahora los 50 documentos que salen a la luz? Aún no los hemos leído pero nos fiamos del ponente dr. Martorell sobre su contenido. Dicen que han tardado tanto en salir a la luz porque comprometían al titular de la monarquía liberal. En tal caso, los papeles de 1976 podrían ser hoy un ariete contra don Juan Carlos y su sucesor para traer el IIIª República, lo que resulta una de las conclusiones de este artículo,
Esto último nos preocupa, pero también nos preocupa la actual fosilización del pasado, convertirlo en presente, y querer imitar algo a los más puros comunistas en el tema de la memoria histórica, dizque democrática.
El proyecto de destrucción del Carlismo –que osciló del gran auge en las romerías a Montejurra a su caída mortal en 1976- exigió crear dos posiciones encontradas en Montejurra, que tendían al mismo fin. Además, ya se sabe que cuanto más alto se sube -los Montejurra anteriores a 1976 pusieron el listón muy alto- mayor es el batacazo.
El afán anticarlista se mantiene hoy en algún locutor afamado de radio -antiguo comunista convertido a liberal- habla mucho del Carlismo con visceralidad, criticándolo un día sí y otro también. El todopoderoso diario “Público” arremetió en agosto contra los carlistas, y hoy varios importantes periódicos ofrecen viñetas para denigrar al Carlismo en un sentido separatista y socialista. Algo se quiere matar de la memoria colectiva, de la memoria histórica, de la memoria en la actual democracia. Algo pasa aquí. ¿Es que no quieren dejar en pie piedra sobre piedra de España y los españoles? ¿O es que tienen que sepultar definitivamente el Carlismo, porque advierten la injusticia secular que se le ha hecho y por ser la piedra angular de la verdadera España? Sepan que si eso intentan, su intento les saldrá rana como en 1976.
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Hablemos de las dos posiciones que coadyuvaron el encontronazo del Montejurra 76. El primer paso fue la corrupción ideológica de una parte de los carlistas en un sentido socialista. Esa realidad hizo de la tesis, y no fue difícil lograrla. Se sabe que un carlista desviado no suele caer en el Liberalismo, sino en cierto modo de socialismo. El momento del inicio de la corrupción, fue la Guerra Fría a escala planetaria, en la que el comunismo de Moscú iba a hacer todo lo posible para hundir al Carlismo. Sin duda, la Pasionaria –su padre fue obrero y carlista– y Carrillo Solares, el de Paracuellos del Jarama, algo hicieron en este sentido. Desde luego, no cualquiera se fotografiaba con Carrillo, un jefe comunista de pose fumadora y divertida en la “transición”, “normalizado” -a pesar de quién era- por Fraga, Suárez, don Juan Carlos y los príncipes rivales a su Casa.
¿Cómo podía actuar la deriva izquierdista entre los carlistas?: pues infiltrándose en el Carlismo, como también se infiltraron en la Iglesia católica, lo que no era difícil. F. Wilhelmsen recordaba, en El problema de Occidente y los cristianos (1964), algo que resultaría terriblemente real en 1976 y profético en los años posteriores: “Los comunistas han aprendido mucho de su derrota en 1936-39. Esta vez, los comunistas vendrán con la cruz de la paz y con palabras suaves, a fin de engañar al pueblo español. El comunismo ocultará sus designios y aun su propia existencia, Trabajarán a través de otros partidos políticos hasta que llegue su día, hasta que el momento de resistencia, por parte de los católicos españoles, haya pasado, hasta que no haga falta incendiar iglesias y conventos” (p. 11). ¿Verdad que esto lo hemos visto acontecer ante nuestros ojos? Pues miren, los jóvenes carlistas o tradicionalistas de Pamplona estudiábamos dicho libro precisamente en 1976, de manera que durante esos años estábamos alerta con quién nos enfrentábamos.
Los vientos del marxismo fermentaron el desviacionismo o ruptura, aunque en 1976 muchos hombres honrados del pueblo seguían de buena fe a don Carlos Hugo, confiando todo en la lealtad personal y no en los grandes pensamientos o principios sobre los que ya comenzaba la confusión promovida por el comunismo. A ello se le sumó el ciclón de la crisis postconciliar desacralizadora, y la incipiente teología de la liberación, creada bajos los auspicios del Kremlin. Llegó la generación de la protesta y la rebeldía de Mayo 1968, impulsada por Gramsci, la escuela de Frankfurt y el maoísmo, y llegó la ocasión de engrosar artificialmente las filas carlistas con activistas para luego abandonarlas, sospecho que con la misión cumplida, tras 1976. En esta tragedia colectiva, allá cada cual con sus responsabilidades, aunque siempre alguno de dentro abre la puerta.
En 1976 una persona medianamente formada conocía la teoría de la lucha de clases, la praxis seguida por los compañeros de viaje del comunismo, y las formas de provocación: caía en la trampa quien se dejaba caer, quien tenía un exceso de pasión rayana en el empecinamiento, quien prefería actuar a impulsos lejos de toda formación personal y consejo, o quien se dejaba engañar por una cómoda pero endeble obediencia entendida, en éste caso, como sumisión.
¿Por qué el marxismo o quien fuere, quiso destruir al Carlismo mediante la deriva izquierdista? Ofrecemos varios motivos. En primer lugar, el Carlismo fue una de las principales fuerzas civiles que se opuso con éxito a la Revolución y dictadura del proletariado en 1936. Esto no se perdona, máxime cuando siendo antimarxista, durante la dictadura fue capaz de movilizar a mucha gente contra el franquismo, pudiendo ser un serio rival del comunismo –también antifranquista– en 1976. No en vano, un librito de B. de Vilalba, publicado en Barcelona en 1979, se titulaba: O Roma o Moscú (107 pp.). Eso sí, ya nadie recuerda del asesinato de tradicionalistas por una ETA que más que separatista era marxista, entre muchos el jefe de las juventudes tradicionalistas del Señorío de Vizcaya, José María Arrizabalaga Arcocha, en 1978.
En segundo lugar, el Carlismo, en cuanto católico de veras –ni liberal ni socialista-, como tradicionalista y antifranquista (por motivos en buena parte distintos a los de la oleada manipuladora antifranquista posterior a 1978), mostraba que las romerías a Montejurra y Montserrat etc. habían sido la única vía con fuerza de la España de siempre. Una fuerza que tenía una base popular y una “multiplicación” familiar ajena a los partidos políticos y a “hombres de paja”, y que suscitaba amplias esperanzas en el amplio sector tradicional español tras el llamado franquismo, del que se sabía distinguir el trigo -que lo hubo- de la paja.
En cuarto lugar, la importancia histórica y social del Carlismo, de su Ideario y Programa, y de ideales y nobleza de los carlistas en general, es tal que destruir todo ello a causa de un desastre como el ocurrido en Montejurra de 1976, podía presentarse como una gran victoria dialéctica para el comunismo, aunque la esmerada preparación de los hechos desmienta el automatismo –ajeno a la libertad personal- que se atribuye a la dialéctica hegeliana. Durante décadas hizo ETA hizo una “limpieza” tremenda, que ahora el marxismo se propone “perdonar” -conceptualmente les basta olvidar-, aireando por ejemplo la represión del bando nacional durante una guerra finalizada hace 84 años.
Corromper el Carlismo podía ser –es la quinta idea sobre esto- un gran ensayo para otras corrupciones e interpretaciones de la realidad. Si aplicamos la teoría marxista de las alienaciones, el carácter popular y contrarrevolucionario del Carlismo incitará a hablar de la manipulación clerical (alienación y opresión religiosa), de manipulación de los propietarios (alienación económica, aunque los historiadores busquen terratenientes carlistas y quieran negarlos entre la burguesía), de clase (reacción campesina), del ámbito rural frente a la ciudad (como si en las ciudades no hubiese carlistas), de la presencia el estamento militar y político (alienación política), del engaño de los grandes ideales e ideas (alienación filosófica)… Según la “teoría” marxista, los carlistas serían un pueblo siempre engañado y traicionado, por los reyes, el clero, la nobleza propietaria, los militares, y ahora por él mismo víctima de los resortes psicológicos (el estudio del “imaginario”). Les falta añadir la burguesía, pero decir esto sería tan falso como lo anterior. Los carlistas serían un pueblo estoico y honrado, que sufre continuamente explotación, sufrimientos y represión. Hasta que truene su liberación. Buen tema y pretexto literario, pero el Canto y epopeya carlista es mucho más real y honda, es mucho más libre, humana y comunitaria, no busca la riqueza material sino en todo caso propiedad para todos -individual y comunitaria-, es mucho más épico y- sobre todo- mucho más teológico y tiene –con razón-algo de escatológico.
El relativo éxito de la desviación del carlismo-anticarlismo fue un éxito comunista en medio de la Guerra Fría. No significa eso que los del EKA fuesen comunistas, aunque al menos su retórica estaba filtrada del análisis marxista de la realidad. De ahí sus fintas intelectuales, y creación de entelequias que separaban el Carlismo, del tradicionalismo, e integrismo (el talante de éste último se convertirá en partido tras 1888, aunque ocasional como se verá en 1931), y podríamos añadir cualquier “-ismo”. Si el “huguismo” aparentaba tener mucha más fuerza y propaganda de la que tenía, lo contrario pasaba a los tradicionalistas, quienes -como todos- tuvieron el peligro de contaminarse de los afines. Al Partido Comunista le temía toda la derecha tras morir Franco, y le envidiaban los socialistas y los pocos separatistas que había. Claro que tras él estaba Moscú, la segunda potencia mundial que tenia una una clara vocación imperialista
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IV. “El peor servicio posible”: la antítesis violenta. El segundo paso del encontronazo de Montejurra 76 fue la creación artificial del otro extremo. Se manipuló previamente a los elementos “creíbles” que se dejaron manipular en el ímpetu personal (reconquistar la Montaña perdida), por los apoyos recibidos (externos al Carlismo) y en los modos de actuación (la violencia internacional). Coadyuvaron a ello: la cortedad política de los que siguieron ese día a a don Sixto y utilizaron lo que no debían como los hilos de las instituciones de un Estado expectante, no haber sido debidamente antifranquistas como por ejemplo sí lo fueron -eso sí, de una manera muy diferente a los comunistas- los líderes don Manuel Fal Conde y don Mauricio de Sivatte etc., un espíritu empecinado que hizo el juego a la Revolución, un espíritu familiar en dos direcciones, y el misterio de las decisiones humanas…
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Si gran parte de los carlistas no cayeron en la trampa y no fueron a Montejurra, el desastre del enfrentamiento perjudicó a todos los que se decían carlistas.
También se quiso manipular y hacer estallar el acto de Montserrat (Cataluña) de fines de mayo de 1976, pero cierta prensa extranjera no lo logró.
A lo que vamos: los carlistas que se fueron a sus casas se sumarán a la derecha sociológica que nada hace salvo seguir a desgana lo que hagan los jefe liberales de AP, UCD, PP… Es una gran pena: menos mal que, como veremos, otros tradicionalistas o carlistas siguieron en la batalla política.
Así pues, el Carlismo fue atacado artificialmente desde dos frentes y, para que hubiese choque, dos frentes radicalizados. Desde el frente izquierdista o autocalificado de “progresista”, J.C. Clemente (2003) se atreverá a catalogar a los carlistas de Regencia Nacional Carlista de Estella, que desaconsejaron ir a Montejurra 76 y ese año invitaron a ir a Montserrat, de “secta de desquiciados” y “descabellados”, gente de “apocalíptica actitud” y de “desquiciada y terrorífica visión”. Sin embargo, los hechos mostraron que la actitud de RE.NA.C.E. en 1976 fue de amplia visión, de básica prudencia, y conocedora de los hilos que maneja la Revolución internacional, que hoy llamamos plutocracia del gran capitalismo transnacional. Dicha Regencia dio el aviso de no ir a Montejurra 76, explicó qué era y no era el Carlismo, y animó a ir en cambio a Montserrat, en la primera página de “El Pensamiento Navarro”. Tras 1976, el desviacionismo carlista-anticarlista se mantuvo artificialmente durante décadas, y los carlistas de veras, salvo una minoría activa, permanecieron en sus casas, que es lo que la Revolución buscaba.
Todo ello, le vino estupendamente al Liberalismo conservador de Madrid (AP, UCD…) o al Liberalismo separatista periférico (PNV…). “Diario de Navarra”, que desde 1936 en adelante clamó por Mola y Franco, no ha dejado de recordar, ante la opinión pública, lo ocurrido en Montejurra-76 hasta 2022, dedicándole los espacios puntuales que negaba a los tradicionalistas o carlistas. En enero de 2023 ha publicado tres artículos críticos del dr. Martorell sobre los 50 documentos que -afirma- indican la responsabilidad del Gobierno posterior a Franco.
Tras 1976, el desviacionismo carlista-anticarlista sí tenía sustitutos, y desapareció en favor del PSOE (socialista y federalista, y hoy corrupto hasta la médula), y otros más radicalizados como EH Bildu (marxismo puro que utiliza la “nación” como Stalin en la URSS, amistad con terroristas y separatismo).
Pero tampoco el Carlismo tuvo lugar en –digamos así- la llamada “derecha”. Los tradicionalistas –o carlistas de veras-, que eran los más numerosos, se quedaron en sus casas, y como no tenían sustituto alguno, todo indicaba que el Carlismo iba a desaparecer. Misión cumplida para quienes siempre le quisieron mal.
¿Cuál fue la síntesis? La pretendida desaparición del Carlismo. Los que se quedaron en sus casas, se fueron con lo existente y don Juan Carlos para desaparecer políticamente, desencantados, y entrar en todo tipo de asociaciones católicas de fieles. Los que siguieron a EKA fue para desaparecer a la larga, a pesar del “recuerda” anual de la tragedia ocurrida -tan aprovechado por la prensa liberal conservadora-, que parecía olvidar los muchísimos asesinatos de la transición-ruptura. Los que permanecieron activos, tradicionalistas que no se dejaron querer por liberales, socialistas u otros, tradicionalistas para quienes el Carlismo no era algo cómodo ni de un día al año, mantuvieron su fidelidad a la justa Causa.
El Carlismo no puede plagiar a otros –a los demócrata cristianos o a los socialistas- sino que es un movimiento original y español. Un anónimo escribió en mayo de 1974: “Decimos que el Carlismo es auténtico, y por supuesto nunca ha sido ni podrá ser plagiario. Primeramente porque hemos de ser fieles a nosotros mismos, a nuestros ideales de siempre y a lo mantenido durante 140 años”. De la falsa palabrería liberal y falsos socialistas, antesala habitual del comunismo, dice: “Todo eso se hundirá en su natural impotencia”. Ojo con el plagio socialista y luego liberal, aunque no hunda a los verdaderos carlistas, y menos al Carlismo, que se identifica con la médula de España, y esto lo sabe todo verdadero español.
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El Carlismo no ha desaparecido porque los activos que quedaban se unieron en 1986. Se mantenían activos El Pensamiento Navarro (hasta 1982) y los sectores tradicionalistas Comunión Tradicionalista, Unión Carlista y Comunión Católico Monárquica. Los tres sectores se reactivaron y unirán en el Congreso de El Escorial de mayo de 1986, formando la Comunión Tradicionalista Carlista, un partido antipartido, esto es, un partido pensado como exigencia y medio legal exigido para funcionar y hasta presentarse a las elecciones, pero un antipartido en su funcionamiento, medios y objetivos. (Ojo, es importante saber que aceptar por obligación legal un funcionamiento liberal-socialista en los estatutos o donde sea, corromperá los procedimientos y desde estos todo lo demás). Más que partido, la CTC era y es Comunión, pero Comunión política, con criterio, ideario y programa políticos. La CTC se recreó sólo diez años después de la debacle consumada en 1976: costó muchísimo, pero providencialmente se logró.
Los dirigentes de 1986 insistían en que la Revolución quería a los carlistas desunidos. Ahora algunos añaden: si unos en discordia desaparecen -los líderes de esa generación-, ya sacarán a otros más jóvenes. Sólo queda a los carlistas de veras la unión práctica, conservarse, y trabajar en realidades mirando hacia adelante.
El Carlismo carece de la fuerza social que tuvo, cuando ahora se asoma la desgraciada Agenda 2030. No nos inquietemos, porque Dios puede sacar hijos de Abraham de las mismas piedras. Ocurre que quizás recemos poco y mal. Hay que actuar como anunciaba la cabecera de un boletín de los jóvenes en 1985: “… y con el mazo dando”.
Desde luego, el triunfo de la revolución y la anti España siempre es relativo y artificial. Aún sin su antigua fuerza sociológica, el camino del Carlismo es la pureza en los principios, incluido el realismo político, la coherencia del Ideario y Programa, su organización interna a lo tradicional (insistimos que nos perderemos si en esto usamos las armas del enemigo y si el móvil de usarlas es porque él lo dispone para nosotros), la crítica sin complejos, su práctica caballeresca, su olfato político y no dejarse llevar por las apariencias y la escenografía, la unión que hace la fuerza, no distraerse y desviarse con los afines, reconstruir la sociedad, dar señales de presencia política mostrando la propia ruta… Aquí vamos a ser fieles sin tirar nada por la borda.
Siempre creímos que el Carlismo es lo más “centrado”, pero no dentro de la Revolución.
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En segundo lugar. Mucho me temo que los 50 documentos se van a utilizar hoy políticamente, y que pueden ser un ariete contra don Juan Carlos y su sucesor para traer el IIIª República. Hace unos días empezó el teatrillo de EH Bildu ante el PSOE por los documentos. ¿Las condiciones oportunas se reducen a la voluntad comunista de socavar la actual monarquía liberal y la misma Transición? En el horizonte está la Ruptura y la IIIª República pretendida siempre por la ultra izquierda.
Tercero. Sería paradójico que uno de los elementos utilizados para traer la IIIª República, sea el rememorar la supuesta lucha entre dos supuestas facciones de origen monárquico presentes en 1976, en la que -según los 50 documentos- se comprometieron altos responsables de las instituciones del Estado español: habrá que leer despacio dicha documentación. Este es el meollo de la cuestión, pues de esa paradoja resulta que los carlistas de veras y que acertaron en el momento, fueron los carlistas tradicionalistas antifranquistas que estaban activos y no se refugiaron después en sus casas.
Cuarto. Intuimos que mejor será hablar del aparente enfrentamiento entre la plutocracia capitalista internacional versión comunista y dicha plutocracia versión liberal, que utilizaron a los carlistas que fueron fáciles de utilizar. Parece que es el mismo sujeto impersonal, la plutocracia capitalista internacional, quien mantiene el interés por el mismo tema, en una historia interminable que abarca épocas muy distintas formando un ciclo largo. El Carlismo molesta mucho porque responde al meollo de lo que es España, además de ser una pieza más para distraernos de un in crescendo malvivir.
Para terminar, nosotros creemos que en cualquier momento se dan las “condiciones apropiadas” para el resurgir de la tradición hispánica, de España, de la Hispanidad, concretada en el Carlismo, en el Dios, Patria, Rey. Divulguemos y vivamos sus realizaciones, principios e ideales, su servicio total a una Causa sin pedir nada a cambio para sí, su carácter popular, su honradez probada a pesar de las mil zancadillas que recibe, el buen ejemplo de sus voluntarios en pie de guerra y de su gente en pie de paz, siendo el sector político más antiguo de España, amante de España misma.
Muchas gracias y perdón por lo largo.