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23 de septiembre de 2020 0

Revista AHORA INFORMACION nº 165. Julio-agosto 2020

COVID-1984 Experimentos sociales durante la pandemia

Editorial

La historia de la humanidad está repleta de episodios de mortandad en forma de epidemias. Las más citadas fueron siempre la «plaga de Justiniano», que en el siglos VI y VII se llevó entre el 13 y el 26% de la población del Imperio romano de Oriente; y la «peste negra» que en el siglo XIV afectó a la cristiandad y supuso la muerte de más del 30 % de la población. Los poderes políticos de estas épocas tomaron decisiones tajantes, pero nunca impidieron el culto religioso. Es más, hasta lo promocionaron, pues sintieron con naturalidad que eran necesarias las rogativas a Dios, pues los medios humanos eran insuficientes para frenarlas.

La Iglesia, igualmente, no se plegó sobre sí misma, sino que muy al contrario, en el siglo VI el Papa San Gregorio el Grande importó de oriente las procesiones religiosas, manifestación comunitaria del sometimiento al imperio de Dios. Durante la peste negra el Papa Clemente VI tomó numerosas medidas sanitarias y asistenciales, si bien recordó con rigor la obligación de seguir impartiendo los sacramentos. Más tarde los teólogos discutieron si en época de epidemia era obligatoria la administración de la Santa Comunión. Unos, los menos, sostenían que no, pues había que evitar el riesgo de contagio de los sacerdotes, siendo más útil que se garantizara su salud para seguir administrando el bautismo, la confesión y la extremaunción (pues todos los teólogos coincidían en que estos sacramentos no podían suspenderse bajo ningún concepto). Sin embargo la Iglesia acogió la postura de la mayoría: la comunión era necesaria y no podía suspenderse.

Sin embargo con el COVID hemos vivido todo lo contrario: se suspendieron las misas y fueron excepcionales los bautismos, las confesiones y las extremaunciones. Una conclusión que parece evidente es que el COVID, no ha producido ningún cambio en nuestros hábitos, sino que simplemente a acelerado las tendencias en marcha desde hace muchos años: el individualismo extremo, que rehúye cualquier compromiso social; el dirigismo totalitario de los gobiernos, que restringen todas las libertades civiles, incluso las libertades de perdición –libertad de prensa, de opinión, etc.- ; el vaciamiento de las parroquias; y finalmente la sustitución de la vida real por la vida virtual, de forma tal que por temor a morir el género humano ha dejado de vivir.

No obstante esta situación no nos debe desesperanzar. Ha hecho que muchos hayan abierto los ojos y busquen seguridades que la política laicista y el sistema de partidos no les da. Ahora es el momento de la osadía. Si somos capaces de articular la propuesta de la Tradición, podremos vencer a la Revolución.

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