San Esteban, San Fulgencio y la caridad en los soldados de Cristo Rey

Las lecturas del Oficio Divino para la festividad de San Esteban incluyen un sermón de San Fulgencio, el santo obispo de Ruspe, cuyo mensaje parece escrito también para nosotros, expuestos como estamos a sufrir la confrontación y los ataques por parte de los que pretenden construir un mundo sin Dios, para que no caigamos nunca en la tentación de hacer de la defensa de la Verdad una excusa para faltar a la Caridad.
Texto de “Las armas de la Caridad”, sermón de San Fulgencio:
“Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el martirio triunfal de Su soldado.
Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo; hoy Su soldado, abandonando la tienda de su cuerpo, ha entrado triunfante en el Cielo.
Nuestro Rey, a pesar de su condición altísima, por nosotros viene humilde, mas no con las manos vacías: trae para sus soldados una dádiva espléndida, ya que no solo les otorga copiosas riquezas, sino que les da también una fortaleza invencible en el combate. En efecto, trae consigo el don de la caridad, que eleva a los hombres hasta la participación de la naturaleza divina.
Y, al repartir estos dones, en nada queda empobrecido, sino que de un modo admirable enriquece la pobreza de sus fieles sin mengua de sus tesoros inagotables.
La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra ha hecho subir a Esteban de la tierra al Cielo. La misma caridad que haba precedido en la persona del Rey resplandeció después en su soldado.
Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no cedi ante la furia de los judos, por amor al prójimo intercedió por los que lo apedreaban. Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen castigados.
Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de Saulo y, habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por compañero en el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar con su oración a los que no haba podido convertir con sus palabras.
Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con l de la gloria de Cristo, con l desborda de alegra, con l reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado por las oraciones de Esteban.
Ésta es, hermanos míos, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la compañía de Pablo, porque en ambos es la caridad la fuente de su alegra. La caridad de Esteban, en efecto, super la furia de los judos, la caridad de Pablo cubrió la multitud de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesión del Reino de los Cielos.
La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa, el camino que lleva al Cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni temer, porque ella es gua, protección, camino seguro.
Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la que todo Cristiano puede subir al Cielo, aferraos a esta pura caridad, practicadla unos con otros y subid por ella cada vez ms arriba”.
(San Fulgencio obispo: Sermón 3,1-3,5-6: CCL 91A,905-909)
ORACIÓN
Concédenos, Señor, imitar las virtudes de san Esteban, cuya entrada en la gloria celebramos; y, así como supo rogar por sus mismos perseguidores, sepamos nosotros amar a nuestros enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.