Sobre el asesinato en el monasterio de Gilet
(Por David Cuervo)
Les escribo en relación con el asesinato que ha tenido lugar en el monasterio de los franciscanos en Gilet:
Éste sábado por la tarde ha tenido lugar otra agresión anticlerical en el monasterio de Gilet. Una persona ha entrado en el edificio agrediendo a los monjes diciendo que «era cristo», provocando la muerte violenta de uno de ellos. Escapando después.
Recientemente ha sido encontrado el sospechoso de perpetrar este sacrilegio y homicidio.
En primer lugar, el número de sacrilegios y ofensas perpetradas contra Dios está creándonos una imagen falsa de normalidad de éstos actos. No lo son. Cada golpe perpetrado contra la Iglesia católica esconde una agenda no solo descristianizadora sino también de control absoluto del alma de la persona.
Éste creciente odio contra los sacerdotes y monjes surge del odio contra la fe católica y es satánico.
¿Por qué nos odian tanto?: Porque vivimos en el mundo pero no respondemos a lo que el mundo quiere. Los católicos, más mal que bien, buscamos vivir de una manera diferente. Buscamos hacer todo el bien que podamos hacer y evitar, en lo posible y en nuestra debilidad de hombres caídos, hacer el mal.
Ésta separación de lo que queremos, que se dirige hace lo que desea Dios, y el fin que quiere el mundo y quien lo gobierna (el demonio) es lo que se llama santidad. La santidad es un coscorrón fuerte que le pegamos al diablo cuando evitamos hacer lo que nos apetece pero que daña al prójimo o que no corresponde a lo que es mejor para nosotros. Y el diablo se pica, se enfada y quiere hacer daño. Sin embargo hay que recordar que es un perro muy peligroso, pero que está atado por una correa que sujeta Cristo.
Como dice la carta a Diogneto de los cristianos:
Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. |
Muy recomendada la lectura de la Carta a Diogneto completa. Es corta pero muy sustanciosa.
En segundo lugar, éste incidente subraya la necesidad de preocuparnos por nuestros sacerdotes de barrio y próximos. Son gente santa a la que debemos mucho en nuestras vidas. Pasemos un momento cada día a rezar por ellos y por la gran ayuda que nos han dado.
Yo, por mi parte, tendré siempre un gran aprecio por sacerdotes cercanos a mí, como Ildefonso (en paz descanse) que me ayudó mucho a tomar el hábito de confesar regularmente y despegarme de varios vicios que tenía. Otro sacerdote, Jordi (se fue hace 10 años a su tierra natal, Cataluña) que me enseñó los fundamentos de la fe durante mi confirmación. Así como Julián (dos sacerdotes conocí con ese nombre), que me animó a profundizar en ella y no caer en bulos sobre nuestra fe, así como a llevar una vida de oración normal, sin aspavientos.
Finalmente, hay que conocer el espíritu de los tiempos. La situación actual lleva a que vamos a tener que sufrir y dar testimonio de nuestra fe frente a una sociedad cada vez más atea y falta de convicciones que no nos entiende. Nuestra fe es muy incómoda frente a los que quieren imprimir en nuestras conciencias una agenda y un ruta concretas alejadas de los principios cristianos.
Perseveremos en la caridad.
Un comentario en “Sobre el asesinato en el monasterio de Gilet”
José Fermin
Muchas gracias, amigo David.