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Suicídate, pero antes pasa por ventanilla

(Por Javier Garisoain) –

Los políticos que acaban de aprobar el suicidio asistido están alarmados por el incremento de los suicidios espontáneos. Da la sensación de que no les importa que la gente se mate sino que salpique al hacerlo.

No se dan cuenta, o sí, que un suicidio premeditado, planificado y legalizado es más inhumano e inmoral que un desgraciado arrebato de desesperación. Estoy seguro de que el juicio divino será más indulgente con los segundos que con aquellos que han creado una estructura oficial aséptica e inodora para facilitar la muerte voluntaria a manos de médicos renegados.

En realidad esos políticos hacen lo mismo con todo. No les importa el sufrimiento humano. Lo que quieren es que ese sufrimiento discurra por los cauces burocráticos para alimentar su afán de dominio.

No quieren broncas conyugales espontáneas -yo tampoco-. Prefieren que la gente sufra mediante denuncias, demandas de divorcio, o problemas en la custodia de los hijos, todo ello perfectamente tasado y asépticamente registrado por el funcionariado.

El pecado, en fin, para la dictadura progre no es el acto malvado en sí sino aquel que escapa a sus estadísticas: el aborto clandestino, la economía sumergida, la enseñanza en casa, las parejas de hecho, la fe, la reyerta, el maltrato o el suicidio por arrebato. Cualquiera de esas cosas, sean buenas o malas en sí mismas -eso es lo de menos-, pueden recibir la correspondiente bendición o absolución del Estado: pero antes que pasen por la ventanilla.

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