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28 de septiembre de 2020 0 /

La prostitución y el sexto mandamiento: Tontos de Capirote

Anuncio contra la prostitución en Coslada | MiraCorredor

Por Carlos Ibáñez

De los muchos motivos por los que uno se queda viendo visiones, mencionamos hoy una cuña televisiva que aparece en las pantallas estos días. Se trata de un señor que encarece la necesidad de combatir la explotación sexual de las mujeres y para ello recomienda no pagar por el sexo. No tememos exagerar si decimos que quien ha ordenado la inserción de esa cuña es tonto de capirote.

No necesitamos explayar las circunstancias en que se produce la fornicación pagada. Son conocidas de sobra. Solamente diremos que es imposible suprimirla. Miles de años de civilización lo atestiguan.

Es evidente que la causa de la explotación sexual es la fornicación. No el pago por ella. Por eso si queremos suprimir o, al menos, aminorar la lacra de la explotación de mujeres, hemos de combatir la fornicación. Hemos de fomentar la virtud de la castidad.

Tuvimos la gran suerte de recibir una educación en que se exaltaba la castidad. Las enseñanzas que recibíamos incluían una frase del Doctor Marañón, a la sazón un incono de la progresía española, que decía: “la castidad no es solo posible, sino muy conveniente para los jóvenes”. La formación católica que recibíamos incluís el ejemplo de San Luis Gonzaga y otros santos, con prácticas oracionales a la Santísima Virgen. No todos hacían caso. Desgraciadamente una gran mayoría de jóvenes se dejaban vencer por la libido sexual, tendencia que arrastraban por toda su vida. Los que hicimos caso a las enseñanzas recibidas hemos recibido grandes beneficios en el orden material. Y por supuesto, no hemos fomentado la explotación sexual.

En una palabra: se acabaría con la explotación sexual si se impusiera en sexto mandamiento de la Ley de Dios. Pero la democracia imperante ha abolido la Ley de Dios. El sistema educativo actual incita a los jóvenes a la práctica sexual. A la fornicación. La multitud de jóvenes que caen en ese hábito son el vivero donde crecen los clientes de los prostíbulos. Estos ya eran muchos antes de que se implantasen las nuevas normas educativas. Y el pecado tiene muchas otras consecuencias funestas. Una de ellas es la explotación que hoy se combate en la cuña mencionada.

Es absurdo que quienes fomentan el pecado pretendan combatir sus consecuencias. La cuña en cuestión no es más que un intento de lavar la cara del sistema. Pero además es un imposible. Los que pagan por el sexo lo hacen porque no tienen otro medio de satisfacer su libido. Es de tontos, y tontos en grado sumo, pedir que no paguen por el servicio recibido.

Ya sabíamos que el sistema democrático permite que ostenten cargos de gobierno personas sin la suficiente preparación. Ejemplos de ello los tenemos todos los días. Pero La cuña televisiva que hoy nos ocupa demuestra que el tonto que la ha ideado merece un “cum laude” en estupidez. Es, como dice el dicho popular un tonto de capirote.

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