¡TRABAJA!
El mandato del Génesis lo dejaba claro: “ganarás el pan con el sudor de tu frente” y sin embargo no aparece este precepto en la recopilación que Moisés bajó del Sinaí. Se da por supuesto. Existe un tercer mandamiento que ordena hacer fiesta, pero ni rastro del mandamiento de trabajar. Será porque el trabajo es tan ineludible que no tiene sentido mandarlo, o será porque cuando se elude y se pretende comer sin trabajar es el séptimo mandamiento, el que condena el robo, lo que se contraviene. Sea como sea lo cierto es que hay trabajos y trabajos. Pues no es lo mismo trabajar por un salario que por amor al arte. Y no tienen nada que ver las faenas a desgana que el trabajo bien hecho. Así pues este quealguienhagaalgo de hoy no se propone para condenar la holgazanería sino más bien para animar al querido lector a que elija un buen trabajo, o a que lo haga bueno, y que lo haga carne de su carne si por lo que sea no tuvo ocasión de elegirlo.
Trabajar es algo que se puede hacer como las máquinas, como los condenados, como quiere la forma más brutal e inhumana del capitalismo. Con desapego e indiferencia, tan solo por un puro salario. Transacción más o menos calculada en la que uno aporta su tiempo y su destreza a cambio de dinero. Pero existe otra perspectiva, más hermosa porque es más verdadera, que es capaz de identificar el trabajo de cada cual con una vocación vital. Un pastor, un albañil, un soldador, un profesor, un librero, un marino… son adjetivos y son sustantivos a la vez. Porque pueden tomarse como un disfraz sorteado al azar o como un sacramento que obliga a saber, a amar y a servir. Cada uno sabrá en cuál de los dos extremos se mueve su curriculum laboral. Es razonable admitir grados en la consecución del ideal porque no parece posible que todos vayamos a ejercer el trabajo perfecto en perfectas condiciones. Que en esto, como en todo, es la actitud y son esas insustituibles ganas de “hacer algo” lo que nos pone en el buen camino.
(Articulo publicado en la revista Ahora información nº 152)