Un soneto de Cervantes
Es quizá el soneto más conocido de Cervantes:
Al túmulo del rey Felipe II en Sevilla
Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón, y dijo: “Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente.”
Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.
Y sin embargo pocos conocen la intención con que estos versos se escribieron.
He aquí los sucesos que inspiraron al manco de Lepanto para escribir este soneto con estrambote:
Murió el rey Felipe II el l3 de septiembre de 1598 y cuando la noticia llegó a Sevilla fue motivo para hacerle unos funerales que estuvieran en consonancia, con la grandeza del difunto y la riqueza de la ciudad en aquellos tiempos, por lo tanto se encargó a los más afamados artistas que entonces se encontraban en la ciudad, un túmulo como nunca se hubiera hecho otro: Enormes columnas de madera dorada, arcos, estatuas, cuadros, y todo aquello que el arte pudiera ofrecer y fue el monumento que se vino a edificar de varios cuerpos, columnatas y esculturas. También se contó con pintores para que rellenaran los nichos y recuadros con santos y pinturas alegóricas, entre las que destacaban, La Liberalidad, La Moderación, La Paz, La Verdad, La Caridad, La Clemencia, La Justicia, La Mangaminidad y La Humanidad, tenía tres cuerpos más un remate de 4,8 metros y fue colocado en el trascoro de la catedral, llegando a alcanzar una altura tal que llegaba casi a las bóvedas de la dicha nave. A Miguel de Cervantes, se le encargaron doce quintillas pintadas en letras de oro, sobre unas cartelas que fueron colocadas entre otros adornos en el túmulo. Pero durante las exequias ocurrió un peregrino suceso del que fue testigo el propio Cervantes y que dieron lugar al famoso soneto con estrambote.
Lo que ocurrió fue que el día 26 de noviembre, fijado como fecha de los funerales, cuando los miembros del Cabildo Municipal llegaron a la Catedral, observaron cómo en los asientos de la Real Audiencia habían colocado unos paños negros mientras que en los de la Inquisición no, y para que los señores inquisidores no pudieran darse por ofendidos, el Procurador Mayor de la Ciudad acudió para pedir a los señores Oidores de la Audiencia que mandasen quitar los paños negros, alegando que en las demás honras reales nunca se había hecho. Los miembros de la Audiencia, reaccionaron airadamente mandando encerrar al Procurador Mayor de Sevilla por “desvergonzado”. Entonces la Inquisición reaccionó mandando pedir a la Real Audiencia que pusieran en libertad al Procurador Mayor a lo que los oidores se negaron, entonces, el inquisidor Ortuño subiendo a las gradas, declaró excomulgados a los oidores y les mandó salir del templo, pues estando excomulgados no se podría celebras la Santa Misa si seguían allí. El regente de la Audiencia, mandó entonces mensaje a la Inquisición para que declarase nula la excomunión so pena de privarles de la naturaleza de inquisidores y de todas las prebendas que ello reportaba. Entonces intervino el arzobispado, alegando que la Inquisición carecía de autoridad dentro de la Catedral y que la excomunión era nula. Allí terminaron todos a grito pelado, amenazas y excomuniones. Poco a poco, todos fueron abandonando el templo, tanto los protagonistas como el pueblo, espectador involuntario de aquellas escenas.
Aquello terminó con que los miembros del Cabildo Municipal, cavilaron que si abandonaban la Catedral, perderían todo los derechos que pensaban que les amparaban, así que decidieron permanecer allí y cómo se habían producido excomuniones en el templo, ya no estaba sagrado y era la hora de almorzar, enviaron recado al matadero para que se les proporcionase toda clase de embutidos que, acompañados de las correspondientes raciones de pan y vino se comieron metidos debajo del túmulo.
Todo este desaguisado fue arreglado por el nuevo rey Felipe III, ordenando retirar excomuniones y paños negros y mandando al Ayuntamiento que se prosiguiera con las honras fúnebres a su padre. Pasadas todas las honras fúnebres, quedó tan mal recuerdo de todo, que se decidió por unanimidad desguazar y vender por piezas toda aquella “máquina insigne, esa belleza”, pues nadie se sentía con ganas de conservar memoria de nada de lo ocurrido. Y así se hizo.
Conociendo toda esta historia se comprende bien todo el soneto de Cervantes y especialmente, el estrambote: Aquella máquina insigne era un monumento insigne, una belleza que, por una verdadera tontería, no se conservó por lo menos un siglo tal y cómo pedía Cervantes y todo para que al final, todos hiciesen como el valentón: requerir la espada, mirar al soslayo para, después irse porque “no hubo nada”, ya que Felipe III, lo sosegó todo.
Todo esto trae el recuerdo de las quejas de otro rey, D. Carlos VII, cuando se lamentaba de los daños que a la Santa Causa le habían causado y le seguían causando “las tonterías”. Tonterías como la de los paños negros que causaron, la vergüenza para todos los que contemplaron los hechos y además la pérdida de aquel maravilloso túmulo. Y esas tonterías siguen dañando a la Santa Causa, tonterías que no será paños negros, pero que son personalismos, orgullos mal entendidos o un quítame allá esas pajas que en vez de sumar restan y en vez de construir destruyen.
En este año de 2018, se prepara un nuevo congreso de la Comunión Tradicionalista Carlista, con la intención de revivificar y relanzar el carlismo, de hacer triunfar la Santa Causa. España lo necesita y se lo merece.
Dejemos pues, de lado los orgullos, los personalismos,… las tonterías, y centrémonos en lo importante, trabajemos todos juntos en la revivificación de la España Católica y de sus tradiciones, miremos hacia adelante, pensando en el futuro, en nuestros hijos y en lo que le vamos a dejar si seguimos persistiendo en las tonterías, que no están los tiempos para dejar el campo franco a los enemigos de nuestra Patria.
PARTIDOS NO. TODOS UNIDOS.