Una “carretera de la muerte” en el Bajo Maestrazgo. Un lugar para la memoria.
Cristóbal Castán.
Un lugar especialmente significativo de la represión frentepopulista en el Bajo Maestrazgo es la actual carretera CV-138 entre Vinaròs y Cálig, en la provincia de Castellón. En ella dentro de los términos de estas dos poblaciones, así como en el de Benicarló, murieron asesinadas dieciocho personas: un benicarlando, tres vecinos de Càlig y catorce tortosinos.
El 15 de agosto de 1936 moría asesinado en el Km. 3 de dicha carretera, en el término de Benicarló, Enrique Añó Añó, natural de esta última población y comerciante de almendras.
La madrugada del 13 de septiembre de 1936 Ramón Giner Borrás, natural de Cálig, de 38 años de edad, labrador, dirigente local de la Comunión Tradicionalista, casado con Carmen Mercé Quixal y domiciliado en la calle de San José, fue llevado desde la cárcel del Comité de Cálig – ubicada en el convento de las Trinitarias donde había permanecido detenido y donde le rompieron una pierna- hasta el Km. 1 de dicha carretera para darle muerte.
Junto a él fue asesinado Lorenzo de la Natividad Martí, un joven maestro de 23 años, natural de Lucena del Cid y avecindado en Cálig, también en la calle San José. Era presidente de los Jóvenes de Acción Católica y había ejercido como maestro en el colegio de los Hermanos de La Salle de Benicarló cuando éstos tuvieron que abandonar su labor docente a partir del año 1931 y se creó la “Colonia Educativa”.
Y el tercer asesinado fue José Forner Quixal, de 27 años, de Cálig, jornalero, militante de la Comunión Tradicionalista y domiciliado en la calle de La Purísima. La tarde del 12 de septiembre fue requerido para presentarse ante el Comité, quedando inmediatamente detenido en el Convento. Esa misma madrugada, junto a sus dos compañeros de prisión fue conducido hasta el fatídico Km. 1 de la carretera del Puig, dentro del término de Vinaròs, lugar donde serían asesinados por miembros de los Comités Revolucionarios de Cálig y de Benicarló.
Pero la peor de las matanzas fue la que se desarrolló en el Km. 1,7 de esa carretera, a escasos metros del límite entre Benicarló y Vinaròs, en el término municipal de esta última, justo en el límite del barranco de Aiguaoliva que separa ambas poblaciones, casi a los pies de la montaña del Puig de la Nao. En ese lugar aún podemos encontrar hoy en día, semioculta y abandonada, una Cruz con unos nombres y una fecha inscritos.
En esa cruz de granito, decorada con un sencillo Crismón, aparecen las siguientes palabras:
AQUÍ DIERON SU VIDA POR DIOS Y POR ESPAÑA
VILMENTE ASESINADOS
LOS TORTOSINOS
Ramón Albacar
Juan Arasa
Matías Cairat
Manuel Canalda
Luis Canivell
Luis Emperador
Ernesto Mestre
Daniel Nivera
Conrado Pámies
Victoriano Peralta
Ignacio de Ramón
José Tafalla
Julián Lavega
Arturo Vergés-
11-12-1936
¿Quiénes eran estos catorce tortosinos? ¿A qué se debió su asesinato en esta apartada carretera local a 60 kilómetros de su ciudad? Posiblemente la respuesta esté en que era uno de esos lugares escogidos por los comités para deshacerse de sus víctimas y por encontrarse a bastante distancia de Tortosa. Como acabamos de ver vecinos de Cálig, Benicarló o Vinaròs murieron en las cunetas de esta particular “carretera de la muerte”. Para una matanza tan numerosa era un lugar propicio por la lejanía de su lugar de origen. Recuérdese el caso de los doce benicarlandos llevados a Sagunto para darles muerte. Provocar un número tan elevado de muertos en la población de procedencia podría soliviantar los ánimos y no era conveniente. Mejor alejar estas muertes de allí. Ya lo dice el refrán:”ojos que no ven…Corazón que no siente…” Tal vez fuera eso lo que se pretendía, hacer desaparecer a las víctimas del modo más discreto posible, sin posibilidad de reacción por parte de sus allegados o de los vecinos hartos de tantos desmanes.
Desde julio de 1936 los pueblos Cataluña como los del norte valenciano viven en un auténtico estado de terror. Los comités revolucionarios imponen a sangre y fuego su voluntad. Asesinatos, profanaciones, saqueos, robos…es el pan de cada día que deben soportar aquellos que no aceptan el nuevo orden revolucionario impuesto por los comités controlados principalmente por los sectores más radicales de la CNT-FAI. La ciudad de Tortosa, sede episcopal que por aquel entonces abarcaba las tierras del Sur de Tarragona y prácticamente toda la provincia de Castellón, fue duramente castigada por la represión revolucionaria, contabilizándose varios centenares de asesinatos en toda su comarca.
El calvario de estas catorce víctimas se inició el 9 de diciembre de 1936. En esa fecha llegó a Tortosa la noticia de la muerte en combate en el sector de Azuara (Zaragoza), de uno de los dirigentes de la CNT-FAI local y jefe de la centuria de Querot i Ferré, Alfonso Plá. Inmediatamente el ansia de venganza se apoderó de algunos de sus compañeros anarquistas. Ese mismo día se convocó una manifestación de protesta contra los “crímenes del fascismo”, al término de la misma, varios oradores, lanzaron amenazas contra los “elementos jesuíticos y fascistas”. Las palabras más duras las pronunció Francisco Batista[1], que terminó su parlamento con estas palabras: “Vengaremos a Plá. No os engaña nuestra palabra.”
Y así fue. En la noche del 9 al 10 de diciembre, grupos de milicianos asaltaban los hogares de personas destacadas por su militancia. Algunos salvaron su vida al no encontrase en sus casas o estar escondidos de la persecución, como fue el caso de Gerardo Vergés Delshorts, cuyo hermano Arturo sí fue apresado y asesinado, o del popular periodista tortosino José Monlleó Panisello, (a) Llaonet.
Los detenidos esa noche, la mayoría de ellos de ideología carlista, fueron:
- Ramón Albacar Nicolau, de 50 años, casado, propietario.
- Juan Arasa Povill, de 44 años, casado, carpintero.
- Matías Cairat Mortes, de 80 años de edad, viudo, alguacil del Juzgado de 1ª Instancia de Tortosa.
- Manuel Canalda Gil, de 45 años de edad, casado, contable.
- Luis Canivelll Curto, de 52 años de edad, casado, comerciante.
- Luis Emperador García, de 41 años de edad, casado, Secretario Judicial.
- Ernesto Mestre Ferrús, de 45 años de edad, casado, veterinario municipal.
- Daniel Nivera Antó, de 42 años, casado, comerciante.
- Conrado Pámies, natural de Ginestar (Tarragona) y residente en Tortosa.
- Victoriano Peralta Beltri, de 45 años de edad, casado, comerciante.
- Ignacio de Ramón y de Salvador, de 43 años de edad, casado, corredor de Comercio.
- José Tafalla Balaguer, de 43 años de edad, soltero, oficinista.
- Julián Lavega Roé, de 50 años de edad, casado, carpintero.
- Arturo Vergés Delshorts, de 37 años de edad, casado, del comercio.
Tras un día de cautiverio en la cárcel del Comité, los catorce detenidos fueron atados con cuerdas en la celda en la que se encontraban. Era la madrugada del 10 al 11 de diciembre. Ante las protestas de los detenidos y las preguntas de a dónde se les conducía, recibieron como respuestas golpes y puñetazos. Atados fueron subidos a un ómnibus, que rápidamente tomó la dirección de la carretera de Valencia. Algunos escucharon los gritos de socorro de las víctimas que eran llevadas a la muerte.
En la mañana del día 11 de diciembre llegaron a Tortosa las noticias del hallazgo en el término de Vinaròs de catorce cadáveres semi-calcinados. Nadie los había identificado, pero junto a los restos se encontró un carnet a nombre de “Ernesto Mestre, veterinario”. La noticia llenó de indignación a la ciudad, pues la mayoría eran conocidos y considerados, incluso por sus rivales políticos como ciudadanos ejemplares, pacíficos y enemigos de todo extremismo.
Se conocieron más tarde detalles de este crimen: a medida que iban descendiendo del vehículo eran tiroteados. Algunos pudieron intentar defenderse – incluso a mordiscos -, otros dieron su último grito el de “¡¡Viva Cristo Rey!!”; uno falleció durante el trayecto, víctima de la angustia y la tensión; otros fueron golpeados brutalmente antes de morir perdiendo el conocimiento. Tras ejecutar la macabra misión, los milicianos rociaron con gasolina los cadáveres, prendiéndoles fuego. Más tarde se colocaron sobre los cuerpos haces de leña que quemaron durante horas.
Parece ser que los cuerpos fueron enterrados allí mismo. Meses después de la entrada de las fuerzas nacionales en el Maestrazgo, el 18 de agosto de 1938, los tortosinos refugiados en Vinaròs mandaron erigir la cruz en memoria de los asesinados. Ya acabada la Guerra, el 28 de julio de 1939, se realizó la exhumación de los restos, que fueron colocados en catorce cajas mortuorias. Los cuerpos se trasladaron a Vinaròs, donde ante la puerta de la Iglesia Arciprestal se rezó un responso por parte del Cura Arcipreste, Rvdo. D. Vicente Enrique y Tarancón. Desde allí se inició una comitiva fúnebre hasta Tortosa. Los féretros fueron depositados en la Catedral donde se ofició un solemne funeral el día 29 de julio. Acabado éste los cuerpos recibieron cristiana sepultura en el cementerio de Sant Llàtser, en Tortosa, acompañados por familiares y autoridades.
[1] Destacado dirigente de la FAI tortosina que se jactaba de haber dado muerte a más de 40 sacerdotes y que, en mayo de 1937, moriría acribillado en una refriega con miembros de la UGT. Se le consideraba uno de los principales responsables de los crímenes cometidos en Tortosa. Más información sobre su actuación como dirigente del “Comité de Salut Pública” de Tortosa en CID I MULET, Joan (2001)
Un comentario en “Una “carretera de la muerte” en el Bajo Maestrazgo. Un lugar para la memoria.”
M Dolores Domech
Publicarlo en la memoria histórica del Maestrazgo y de Aragon,que allí, si que hay que publicar, por las actuaciones”””de los anarquistas y compañía