(Por Javier Garisoain) –
Hoy ha sido noticia en todos los medios (en todos aquellos que forman parte del oligopolio gubernamental) el inicio entusiasta de la campaña de vacunación contra el coronavirus en niños de 5 a 12 años.
Una compañera de clase de mi hija mayor -once años- le ha confesado que se va a vacunar no por miedo al virus sino “para que no nos confinen”. O sea que no es medicina, es burocracia. Pero peor es otra que dice que se va a vacunar “por el bien de Europa”. Así que no es medicina, es propaganda.
Hoy, Radio Nacional de España, ha dejado muy claro en qué consiste la triunfal vacunación pediátrica y sus famosas “minidosis”:
- que ya se sabe que no evita los contagios. A pesar de lo cual se afirma engañosamente que los niños vacunados podrán volver a abrazar sin peligro a sus abuelos.
- que evita los casos graves. Pero no se dice que actualmente, sin necesidad de vacunas, los casos realmente graves ya son estadísticamente irrelevantes salvo en algunos niños con patologías previas.
- que “ayudarán a gestionar la epidemia”. Y esta es la declaración más interesante porque ¿qué significa eso de “gestionar la pandemia” sino confesar que los vacunódromos son útiles para reforzar la parte burocrática y policial que alguien ha decidido llevar a cabo?
Todas las televisiones, todas las emisoras de radio, han seleccionado a la salida de los colegios declaraciones de niños “valientes” que han superado con éxito el terrible trauma de un pinchazo en el brazo. Como si la pequeña molestia causada por una jeringuilla fuera el único problema al que nos enfrentamos. Una muestra más de la manipulación sensiblera típica de la cultura televisiva. Lo que no han dicho en las televisiones es que los efectos secundarios de las vacunas podrían llegar a ser numerosos y graves. Tampoco han dicho nada sobre los intereses millonarios de las grandes empresas farmacéuticas. Y nada lógicamente sobre los científicos que desaconsejan la vacunación infantil. ¡Ah! ¿Pero hay alguien que lo desaconseje? Ahora me entero.